—¡Jefe!
La voz de Garren aclamó al completo mi atención; lancé la guitarra rabiosamente contra la pared, terminando así el destrozo de mi habitación. La jodida presión en mi pecho me impedía tranquilizarme e ignorando el cómo (o el por qué), aquello a lo que los humanos denominaban lágrimas también; las cabronas seguían desprendiéndose de mis ojos.
¿Por qué cojones no la detuve? ¿Por qué mierdas le había permitido irse? ¿Quién coño se creía esa jodida mocosa para dejarme? Nada ni nadie tenía autorización alguna para hacer lo que le placía, mucho menos cuando yo estaba al frente. Y, aun así, Sigrid había escapado. De mí. ¿Por qué? Se lo estaba ofreciendo absolutamente todo.
¿Por qué los humanos eran tan desconsiderados?
Arremetí un ágil golpe de puño contra la pared a través de un gutural y enfurecido grito, ahuecándola.
Mierda, mierda, mierda, ¡mierda!
—Tom...
—¡Encuéntrala y tráemela! —ordené, desquiciado con la situación.
Se lo haría pagar. Sin duda, lo haría.
¿Una niñata enfrentándose a mí? ¿Qué sabría ella acerca de mis deseos? ¿Quién se creía para decidir? ¿Y qué si era un entretenimiento? ¿Acaso no lo estaba disfrutando? Entonces, ¿qué más quería?
—Tom.
Garren se detuvo a mis espaldas, aguardando pacientemente a que posase la mirada sobre él. Respiré hondo y giré sobre mis talones, encarándole; sus rasgos mostraban una mueca entristecida que parecía rozar un ápice de empatía. Al parecer, hacia mí.
Patético.
—Te he dado una puta orden, no me obligues a repetírtela —amenacé, alejándome inconscientemente de su persona. Él negó con la cabeza y suspiró, incitándome a fruncir incrédulamente el ceño—. ¿A qué coño esperas? ¡Te he dicho...!
—Lo siento, jefe. No lo haré.
¿Perdón?
Una oleada de ira recorrió mi organismo efusivamente, estimulándome a endurecer mis rasgos intimidantemente contra él.
¿Se estaba revelando contra mí?
—¿Piensas desobedecerme?
Mis palabras tendrían que haberle estremecido, aunque fuese un ápice. Pero, tratándose de Garren, a estas alturas era difícil infundirle un temor que conocía a la perfección; tantos años trabajando para nosotros le habían permitido entender nuestra naturaleza a niveles inigualables y, pese a ser consciente de lo que éramos capaces, nunca le importó. Según él, nuestra aparición en los barrios fue como un soplo de aire fresco, independientemente de las inhumanidades ejercidas para ello.
Su mujer fue víctima de los Templarios y, desde ese entonces, sólo quiso venganza; nos dispuso —incluso— su alma, con tal de que nos deshiciésemos de toda la secta. Si bien, el que hubiese sido un gran activo en su derrocamiento, nos incitó a no cobrarle el precio de su petición; mi preciado guardaespaldas poseía un malicioso trasfondo que era de muy buen provecho, y el arrebatarle el alma hubiese sido un total despropósito. Por ese motivo, decidimos ofrecerle trabajar para nosotros.
Siempre acató y ejerció impecablemente las órdenes que le dábamos. Además, nos reclutó todo un ejército de almas sin propósitos y consiguió las alianzas entre todas las bandas.
Y nunca desobedeció.
Hasta ahora.
Confundiéndome.
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DAEMONIUM [Tom Kaulitz]
Genç KurguElla se encontraba en el mejor momento de su vida; después de tanto esfuerzo y trabajo duro, había alcanzado el éxito esperado. Él rozaba su límite de inmortalidad tras tantos milenios, y se había convertido en un magnate de los barrios bajos de Pa...