CAPÍTULO XXV.

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A duras penas puedo articular palabra; cuando trato de hablar, éstas se me quedan atascadas en la garganta antes de que pueda tan sólo pronunciarlas. Siento mi cuerpo tembloroso intentando procesar el súbito descubrimiento; y, aunque no aprecio ninguna emoción hostil ni negativa acechándome, tampoco positiva.

Pero Shira me aseguró que era imposible, reflexiono, tratando de cerciorarme de toda la situación y espabilarme, tocando mi vientre en un acto de inercia que anhela que únicamente sea un malentendido.

Mas, si fuese así, ¿qué mierdas hago en este lugar? ¿Por qué —siquiera— estoy aquí?

—E—Esto... esto tiene que ser un error... —musito, ansiando buscar alguna afirmación a mi conjetura en su peligrosa mirada, entretanto refuto nerviosamente con la cabeza y dejo escapar una risilla inquieta—. Yo... Es... es imposible ¿no? Un humano y un demonio no pueden concebir... no es...

Le oigo emitir un sutil bramido silencioso que me irrumpe de seguir balbuceando, mientras se aleja un ápice de mí y me observa con sumo decoro.

—No —aclara—. Los seres espirituales no pueden concebir con un humano, mas un humano con sangre demoníaca sí.

¿Qué...?

—¿Un humano con sangre demoníaca...? —repito con mayor desorientación que nunca—. ¿Q—Qué significa...? ¿Qué quieres decir...? ¿Dices...? ¿Dices qué Tom es humano...?

Ahora mismo, no sé si alegrarme o llorar.

—No, aún no —corrige.

—¿Entonces...? ¿Cómo...?

Otro gruñido más grave genera un atronador eco en el lugar, silenciándome momentáneamente.

—Las cosas no debían acontecer de esta forma... —reflexiona para sí mismo, a medida que posa nuevamente sus ojos sobre mí—. La sangre de las dos criaturas que están engendrándose en tu interior, debía desaparecer antes de que la gestación finalizase; mas, ahora que ha despertado, no lo hará.

¿Ha dicho dos...?

—¿D—Dos...? ¿Cómo que dos...?

—¿Por qué crees que estás aquí, criatura?

Su súbita pregunta, me desampara a una ardua desorientación en la que me exijo a intentar rememorar lo ocurrido previamente a despertar aquí. Mas las vagas lagunas que se expanden por mi mente, a duras penas me enfilan hacia un punto concreto.

Frunzo el ceño.

—Yo... Había... Había unos seres... Ellos... ellos me dijeron que me llevarían a un lugar donde pudiese dormir... Descansar...

Silencio de sopetón al instante que una idea fugaz delira por mi cabeza.

Ay, no.

Ay, no, no, no.

Esto tiene que ser una broma.

Emite un imperceptible ronquido.

—¿Y qué les ofreciste a cambio?

Espabilo, intentando reconstruir mis memorias:

—Creo que... creo que sólo debía permitirles alimentarse de mi ira; así ellos me protegerían... No lo sé...

Oh, joder.

Suspira con vehemencia.

—Una cualidad del Submundo es que, cuanto más temor experimentes hacia algo, más lo intensifica sin que seas consciente de ello —explica, aproximándoseme en un ligero zarandeo—. Tu ira carcomida ha desencadenado el despertar del icor que propician los vástagos de tu vientre, provocando la desvelación de sus esencias demoníacas y su liberación en cuanto pactaste con ellos.

DAEMONIUM [Tom Kaulitz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora