DAEMONIUM [Tom Kaulitz]

[...]

El incesante pitido en mis oídos me incita a gesticular una mueca, mientras permito que mis pestañas revoloteen y me sitúen en el suceso.

Joder, menuda hostia, pienso, reconociendo el estridente sonido de disparos del alrededor ensordecerme de mala manera.

Pero ¿qué cojones...?

Toso secamente y parpadeo, no demorándome en visualizarla vagamente en el asiento del copiloto totalmente inconsciente.

¿Sigrid...?

—¡Mierda, se dirige hacia el coche!

—¡Tom, Tom!

¿Qué...?

Apenas reacciono cuando el estrepitoso barullo se nos aproxima; escucho el chirrido que emite la puerta del copiloto al ser arrancada bruscamente, y advierto de los voraces ojos rojos de Morgana posados fijamente sobre ella. Todo el oxígeno parece esfumárseme del cuerpo y me alerta inminente, una vez distingo su asquerosa garra dispuesta a llevársela consigo. Me avispo y envuelvo su inconsciente cuerpo entre mis brazos, para sacarnos del coche mediante la desintegración de mi ser, y alcanzar la plaza como me es factiblemente posible.

Mierda.

Mis bruscos movimientos, provocan que todas las heridas del cuerpo me reaccionen de mala forma, incitándome a quejarme en silencio y apretar con ímpetu los párpados por un efímero segundo, antes de alentarme a comprobar su estado.

No tardo en inquietarme al ver la sangre en su bonito rostro.

No, no, no, no. No me jodas, no me jodas.

—Sigrid... ¡Sigrid! —llamo nerviosamente, mas ella no responde ni reacciona a mi voz. Con apuro, intento enderezarme del suelo para auparla entre mis brazos y sacarla de aquí; pero, antes de que pueda hacer nada, soy alcanzado por una garra y alejado de ella en un fuerte empujón, el cual malhiere mi costado. Me encojo sobre mí mismo ante el dolor y espeto un gruñido ronco; sin embargo, no demoro en reaccionar e izar la mirada al frente para localizar a Sigrid. Me sobresalto inminentemente cuando atisbo a Morgana dispuesta a desollarla. No, no, no, no—. ¡Sigrid!

—¡Disparad, disparad!

El grito de Garren, alienta a que toda la banda dispare a Morgana en un intento por desviar su atención de ella. Sin mucho éxito; la jodida criatura, se endurece el cuerpo para evitar malherirse las zonas amenazadas por las balas.

¡Mierda, mierda, mierda!

—¡Tom!

La voz de Bill, me estimula a localizar el arma que me es lanzada y alcanzo con facilidad. Sin dudar, apunto y disparo directamente a la garra que amenaza a Sigrid en un tiro limpio; Morgana chilla y se iza al vuelo, avivando a que Garren y los demás continúen disparando contra ella, aunque se encubra entre la oscuridad de la noche.

¡Joder!

Entre trompicones, me avispo en erguirme y correr hacia ella, siendo perseguido por Bill, quien sigue mis rápidos andares mientras dirige al equipo entre gritos:

—¡Rodead la zona, no debe estar lejos! ¡Deprisa, deprisa!

—¡Venga, muchachos!

—¡Vamos, vamos!

El propio sprint al que me someto, me exige a deslizarme de rodillas por el suelo hasta que llego a su posición. Me apresuro en comprobar su estado —totalmente inconsciente—, y atisbo los rasguños y las heridas cortantes que mancillan su precioso rostro; una extraña presión en mi pecho me aflige, malhumorándome apoteósicamente.