Frunzo el ceño y alzo la vista hacia mi reflejo, atisbando su musculado cuerpo a mis espaldas y apoyado en la rocosa pared de brazos cruzados. Sus felinos ojos, me estremecen cuando distingo, en su chulesco rostro, una sonrisa maliciosa que trata de ocultarme su potente malhumor, vagamente expuesto por la tenue —y cálida— luz del baño. Si bien, sé qué está cabreado; lo percibo.
Me asombro de su súbita presencia.
—¿Tom? ¿Cómo has...?
Él chasquea la lengua e inspira hondo, deshaciendo su postura y alentándose a dar dos pasos al frente, los cuales me permiten advertir la elegante vestimenta negra que viste; la bandana oscura que rodea su frente, genera mayor ferocidad y frialdad a su mirada.
—Me decepciona que a estas alturas me estés preguntado esto.
Su mohín, fraudulentamente humorístico, me incita a entornar mis ojos hacia él; su actitud es extraña y me desconcierta.
—¿Cómo sabías dónde encontrarme?
—No lo sabía.
Ladeo la cabeza incrédulamente.
—¿Entonces...?
—He venido a una reunión de negocios, y justo te he visto hablando con el tío ése antes de salir por la puerta —explica, simulando una reclamante elevación en su comisura, mientras se me aproxima y me acorrala contra la pica—. ¿Quién es?
Oh, ¿en serio?
Ruedo los ojos e inspiro hondo, comenzando a comprender su repentino comportamiento.
—¿Por qué debería decírtelo? Tú nunca me cuentas nada de otras personas.
Mi paciente recriminación le incita a ensanchar su maliciosa sonrisa, agraciándome con el juego que induce su lengua con el piercing de su labio inferior.
—Nunca me has preguntado al respecto.
Cierto es.
—Porque no considero que deba hacerlo.
Tom ladea la cabeza con curiosidad y frunce el ceño, danzando su mirada hacia mis labios antes de girarme y encararme con él; me agarra de la barbilla y acaricia mi boca en un sutil lametón.
—Deberías utilizar más este pintalabios cuando estés conmigo.
Suspiro, dándole la espalda para recolocar mi vestimenta de cara al espejo; limpio el poco vino que se ha adentrado en el canal de mi pecho y tiro el papel a la basura.
—Debo volver a la mesa —aviso, distinguiendo (de nuevo) el distintivo sabor del azufre abatir contra mis pupilas gustativas.
Maldita sea, Tom.
—No me has dicho quién es ese tío.
Su tono, perceptiblemente autoritario, logra estremecerme con sutileza, aunque me niego a permitir que me afecte; le miro con frialdad a través del reflejo y ladeo la cabeza, izando mi comisura, y posicionándome como él cuando intenta remover mi paciencia.
—No tengo obligación de hacerlo.
Tom arquea su ceja con molestia, sin deshacer la petulante sonrisa plasmada en su rostro.
Intenta provocarte, Sigrid.
—¿Y por qué no?
Inspiro hondo nuevamente y suspiro.
ESTÁS LEYENDO
DAEMONIUM [Tom Kaulitz]
किशोर उपन्यासElla se encontraba en el mejor momento de su vida; después de tanto esfuerzo y trabajo duro, había alcanzado el éxito esperado. Él rozaba su límite de inmortalidad tras tantos milenios, y se había convertido en un magnate de los barrios bajos de Pa...