CAPÍTULO XXIII.

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"Sigrid..."

"Sigrid..."

Abro los ojos de sopetón, cediendo a que las pestañas me revoloteen con un ápice de inquietud al no conocer en dónde estoy; no sitúo nada de lo que me rodea, sólo veo una oscuridad infinita que parece estar dispuesta a engullirme y asfixiarme. Si bien, el corazón me pesa menos, asimismo como la tristeza y la rabia.

Frunzo el ceño.

¿Qué es este lugar?

A duras penas recuerdo lo que ha ocurrido después de que aquel hombre de cabeza rapada se abalanzase sobre mí e intentase forzarme; mi mente está difusa y repleta de lagunas sinsentido. Como si todo hubiese sido una efímera pesadilla.

"Sigrid..."

"Sigrid..."

Ladeo mi atención hacia las voces que no dejan de llamarme y parecen acercárseme lentamente, hasta que consigo avistar —a unos meros metros de mí— dos especies de siluetas indistinguibles entre una insólita humareda grisácea que se zarandea sin ningún ritmo definido.

Las pestañas me revolotean con inquietud, aunque mi propia curiosidad me alienta a ceder a sus llamadas y aproximarme a un paso prudente, generando una distancia mínima para intentar visualizarlas con mayor diafanidad; aunque sin éxito. Es como si, ante mí y entre toda la oscuridad que me rodea, sólo estuviesen estas dos sombras que parecen habitar aquí, en este lugar.

Pero ¿qué...?

—¿Estoy muerta...? —pregunto en un susurro.

Mi interpelación incita a que esas dos pequeñas nebulosas se remuevan con mayor agitación y se extiendan rápidamente hacia mí, rodeándome. En un principio, siento que mi cuerpo palidece, mas no demoro en tranquilizarme; su roce es cálido, incluso podría asegurar que (ciertamente) familiar.

"No..."

"No, no lo estás..."

"Nunca te haríamos daño, Sigrid..."

"Nunca, nunca..."

Entorno la mirada hacia ellas, sin comprender del todo a qué están refiriéndose con esa respuesta ni con su aparición repentina.

—¿Qué es este lugar?

Dudan por un segundo, antes de responderme:

"Un lugar seguro".

"Donde no volverán a hacerte daño".

Gesticulo un mohín confuso.

No entiendo.

—¿Vosotros me habéis traído aquí?

"Sí".

"Queríamos protegerte".

Me quedo en silencio por unos segundos, entretanto los analizo minuciosamente, en un vago intento por apreciar mejor su existencia; mas sus presencias parecen estar manifestadas en esa extraña entidad sin silueta determinada.

¿Estaré soñando...?

Ladeo la cabeza.

—¿Quiénes sois?

Vuelven a revolotear por mi alrededor, reaccionando a mi tono; parecen contentarse cuando hablo.

"Aún no lo sabemos".

DAEMONIUM [Tom Kaulitz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora