—Aquí tiene su pedido.
—Gracias.
Pago a la encantadora chica y recojo los dos cafés de sus manos, despidiéndome con una sonrisa y direccionándome directamente hacia la terraza. Advierto de todas las miradas que se posan curiosamente sobre él, aunque no me sorprendo en absoluto; su atractivo es demasiado evidente como para no llamar la atención.
Aguarda mi presencia en una de las mesas próximas a la carretera, con unas gafas de sol que no delatan su feroz mirada, y fumando tranquilamente.
—Pareces un espectáculo —comento, entregándole el café y sentándome en la silla de al lado; él simula una leve sonrisa y ladea su cabeza hacia mí.
—¿Celosa?
Ruedo los ojos y suspiro.
—¿Debería? —pregunto, imitando su tono pícaro; Tom aprieta los labios e inspira hondo—. Te lo he dicho antes, no pierdo el tiempo celándome por un polvo.
Mi comentario le estimula a arquear una de sus cejas.
—¿Sólo soy un polvo? Me hieres.
Me encojo de hombros; sólo hemos acordado conocernos, no entrelazarnos en ningún tipo de relación afectiva más allá del sexo.
—Dudo que pueda herirte algo así, de seguro te han dicho cosas peores.
Ríe y da un sorbo a su café, entretanto me enciendo un cigarro.
—En la cama seguro.
Oh.
—Entiendo —murmuro, dando otro sorbo al café—. ¿Cuántos años tienes?
Frunce el ceño y gesticula un mohín dubitativo ante mi súbita interpelación.
—¿Por qué quieres saberlo?
—Hemos acordado conocernos.
Mi aclaración le incita a silenciar por un breve segundo, donde parece replantearse el si responder a mi pregunta.
—Más de los que podrías imaginarte —dice, finalmente.
Le observo detenidamente y analizo sus gestos, precavidos hacia el acecho de mi curioso interrogatorio.
—Me he acostado con una momia, vaya.
Su risa acaricia mi oído.
—No parecías muy disgustada hace cincuenta minutos.
Gesticulo un mohín inocentón.
—Tampoco estaba por la labor de pensar hace cincuenta minutos —declaro.
Ríe.
—Tu frialdad me parece adorable.
¿Cómo?
—No soy fría —recrimino en una mueca disgustada.
Él se apoya sobre la mesa y se encara conmigo:
—Cuando follas, te aseguro que no —advierte, incitándome a escupir el café de mi boca; no obstante, logro evitarlo—. Pareces un depredador.
Humedezco mis labios con la lengua, ante la sutil ironía que establece su comentario.
—Creía que era un cervatillo.
Sonríe con mayor amplitud.
—Tu rostro muestra la inocencia de un cervatillo, pero tu cuerpo... ¡Oh, vámonos! —pide repentinamente, instigando a que mis pestañas revoloteen con suma incredulidad.

ESTÁS LEYENDO
DAEMONIUM [Tom Kaulitz]
Novela JuvenilElla se encontraba en el mejor momento de su vida; después de tanto esfuerzo y trabajo duro, había alcanzado el éxito esperado. Él rozaba su límite de inmortalidad tras tantos milenios, y se había convertido en un magnate de los barrios bajos de Pa...