Me prendo un cigarrillo y espero pacientemente apoyado en el coche; no ha sido muy difícil localizarlo, y más cuando trabaja en una de las mayores empresas de publicidad y márquetin de Palm Springs.
Dejo escapar la humareda de entre mis labios y suspiro calmadamente, echando un efímero vistazo al móvil; nada.
Aún continúan buscándola.
En cuestión de pocos minutos, avisto a lo lejos su figura saliendo del edificio; parece que los nervios le acechan, aunque intenta mantenerse sereno, pero su jodida aura está delatándole por segundos. Mi pregunta es ¿qué pinta él en toda esta puta mierda y cuál es su intención con esto?
Desecho la colilla y me encamino tranquilamente hacia su coche, preservando una distancia moderada hasta que localizo su auto y visualizo cómo se introduce en él. Es entonces que agarro el móvil de mi cervatillo y marco su número, aguardando su reacción; no demoro en simular una sonrisita al atisbar su rostro desencajándose súbitamente, refrenándole las intenciones de arrancar y alentándome a aprovechar su desconcierto para adentrarme al Audi por la puerta del copiloto.
Mi firme portazo le espabila de su ensimismamiento y le incita a desorbitar sus ojos sutilmente, antes de que sus pestañas revoloteen con inquietud.
—T—Tú...
Ladeo la cabeza y sonrío.
—Hola, rubiales.
Traga saliva e inspira entrecortadamente, como si intentase mantener la calma ante mí; no obstante, el aroma que empieza a emanar su aura delata su incomodidad.
—¿Q—Qué haces aquí?
Reflexiono unos segundos, jugueteando mínimamente para agravar su desasosiego al marcar de nuevo su número; él frunce el ceño, pero sus ojos danzan apuradamente hacia el móvil cuando éste empieza a vibrar y a exponerle el nombre de Sigrid en la pantalla. Sin preámbulos, exhibo el teléfono y cuelgo, generando que su cuerpo tirite mínimamente una vez su mirada se posa en mí otra vez; me acomodo en el asiento y me prendo otro cigarrillo, espirando el humo en un pesado suspiro.
—Tienes dos opciones: o me dices todo lo que quiero saber, o te arranco la columna y utilizo todas tus jodidas vertebras para hacerme un bonito collar —burlo.
Él suelta una risilla inquieta y sacude la cabeza.
—Pero ¿de qué coño vas, tío? Salte ahora mismo de mi coche.
Entorno la mirada hacia él y sonrío de nuevo.
—Rubiales, no estoy para aguantar gilipolleces.
Se altera.
—¿De qué va esto? ¿Vienes a amenazarme porque estás celoso de que...?
Qué pereza de tío.
Ruedo los ojos y, antes de que pueda terminar de decir nada más, apuñalo su mano contra el volante en un rápido movimiento, traspasando sus huesos; él deja escapar un altanero chillido en cuanto me regodeo y retuerzo la navaja dentro de sus carnes, estimulándole a removerse sobre el asiento y aferrarse a mi muñeca para intentar detenerme.
—Te lo he dicho; no estoy para gilipolleces —advierto con toda la serenidad que me es posible mantener—. Dime en dónde coño está Sigrid.
Inminentemente, se tensa y gimotea en silencio, sin atreverse a arrancarse el cuchillo de la mano, la cual comienza a desangrarse avivadamente y a ensuciar el salpicadero del coche.
—¡Joder...! Pero ¿qué cojones...? ¡N—No lo sé...! ¿No está contigo?
Resoplo, aburrido.
Hay qué joderse.
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DAEMONIUM [Tom Kaulitz]
Teen FictionElla se encontraba en el mejor momento de su vida; después de tanto esfuerzo y trabajo duro, había alcanzado el éxito esperado. Él rozaba su límite de inmortalidad tras tantos milenios, y se había convertido en un magnate de los barrios bajos de Pa...
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