Expulso el humo restante del cigarro, precedente a darle otro sorbo a mi copa de whiskey y acomodarme en el sofá tapizado. Miro a Bill, quien mantiene sus ojos divagando fijamente por la pista de baile.
—¿Qué opinas? —pregunta, danzando su atención sobre mí; inspiro hondo y me encojo de hombros—. Su propuesta puede ser divertida.
Arqueo efímeramente las cejas y jugueteo inquietamente con el piercing de mi labio, mientras ojeo la servilleta resguardada en la bolsita hermética de encima de la mesa; sin duda, es una proposición interesante que podría incrementar los fondos del club. A fin de cuentas, los humanos salen y consumen para liberarse efímeramente de sus hábitos.
Me incorporo y acojo la bolsa, examinando detalladamente su interior; sonrío.
¿Quién podría imaginarse que la dopamina, en su estado más puro, podría ocultarse entre la fibra celulosa virgen de una simple y cutre servilleta? Únicamente bastaría con aproximársela a los labios para que, la propia saliva, activase la dopamina y ésta se instaurase directamente en el sistema nervioso, tras escarbar entre las células del organismo. A diferencia de la cocaína, que inhibe la enzima encargada de absorber la dopamina natural generada en el cuerpo —proporcionándola de forma artificial y causando así la adicción—, este mecanismo se utilizaría sólo como una especie de atracción turística para el club; nadie se daría cuenta de que, la felicidad que sienten, es debido al consumo de una droga totalmente orgánica.
Inspiro hondo y suspiro.
—Björn tiene una mente extraordinaria —comento, lanzando la bolsita en la mesa y agraciándome con otra calada de mi cigarro—. Su ambición no conoce ningún tipo de límite.
Su ronroneo intrínseco acaricia mis oídos, alentándome a danzar la mirada hacia él.
—Un anhelo que puede declinarse a una gran catástrofe, si no se controla con coherencia —dice, ojeándome por encima del hombro—. ¿Crees que deberíamos dar nuestra aprobación?
Gesticulo una mueca reflexiva.
—La dopamina en exceso puede causar trastornos mentales; sería arriesgar nuestra clientela y la guita semanal —argumento, tomando un vasto sorbo de la copa e irguiéndome del sofá—. Mejor comercialicémosla entre los peces gordos.
Bill eleva su comisura ligeramente.
—¿Te arriesgas a utilizarlos cómo conejillos de indias?
Me encojo de hombros.
—Siempre que sus bolsillos puedan rebosar los míos, por supuesto.
Mi preciado hermano sonríe, exhibiendo la malicia destellante en sus oscuros ojos.
—Qué retorcido.
—Sólo doy juego a mi baraja, bien lo sabes —justifico, dirigiéndome a paso sosegado hasta el balcón y oteando el ambiente de la discoteca; saco el móvil de mi bolsillo y ojeo la hora.
No debería demorarse en venir.
En ese preciso instante, percibo unos pasos traspasando la cortina de tul magenta; deliro la mirada hacia Garren, quien aguarda pacientemente a que le atienda, y ladeo la cabeza, sin poder cohibir mi sonrisilla.
—Ya están aquí —dice.
Oh.
—¿Les ha gustado mi detalle? —interpelo curiosamente; advierto del cómo Garren asiente, cohibiéndose ligeramente de reír.
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DAEMONIUM [Tom Kaulitz]
Teen FictionElla se encontraba en el mejor momento de su vida; después de tanto esfuerzo y trabajo duro, había alcanzado el éxito esperado. Él rozaba su límite de inmortalidad tras tantos milenios, y se había convertido en un magnate de los barrios bajos de Pa...