Acaricio de nuevo el anillo en silencio y observándolo fijamente como me es medianamente posible; me aferro a no dormirme, aunque el cuerpo me esté rogando por que descanse para que el dolor se minorice.
Pero no puedo dormirme.
No debo dormirme.
Las lágrimas continúan, mas no circulan por mis mejillas; me he quedado totalmente seca del propio martirio; únicamente me concentro en oxigenar, pese a que me esté suponiendo una tortura. Tengo la impresión de que me han roto algunas costillas.
Analizo el anillo con cuidado, avistando cómo la extraña piedra negruzca se remueve con insistencia; parece que lo que habita dentro de ella esté buscando la oportunidad mínima de liberarse.
En otras circunstancias, me estaría preguntando qué puede ser y si estoy alucinando; mas ahora mismo me es indiferente.
Gesticulo una mueca lacerante; apenas puedo moverme bien y las piernas no me responden debido a la cantidad de hematomas que me han generado las patadas y pisotones. Mi preciado vestido blanco está hecho un desastre.
Sé qué puedo aguantar mucho más, lo sé; no me preocupa el daño físico, solamente ese tintineo en mi cabeza que no deja de agravarme la ira que estoy conteniendo con todas mis fuerzas. Una ira silenciosa que está carcomiéndome el interior y enfriando mis pensares, mientras se está alimentando de la bondad por la que tanto he estado trabajado a lo largo de mi vida.
Porque he de ser buena en este terrible mundo, se lo prometí a mamá.
Pero está siendo difícil, muy difícil.
Tom, no tardes, murmuro para mí misma.
—Te han dejado hecha una mierda, princesa —dice la voz que acompaña a la puerta cuando ésta se abre en otro chirrido. Ni siquiera genero el esfuerzo de apartar la mirada del anillo mientras vuelvo a esconder las piedras en mi palma. Distingo los pasos de Lorraine adentrarse al cuartillo y lanzar una bolsa cerca de mis pies, la cual esparce un aroma tentador que (en este momento) me está dando náuseas—. Birsha ha insistido en que te diésemos algo de comer; parece que le ha fascinado tu aguante en la paliza que te han dado. No sé cómo te lo haces para cautivar a este tipo de gente, la verdad —continúa, aproximándoseme y acuclillándose para mirarme—. ¿Sabes...? Si hubiese sido por mí, les hubiese dejado apalizarte hasta que tu vida pendiese de un hilo, para después permitirles entretenerse contigo como quisieran.
Los mataré a todos.
Los mataré a todos.
Los mataré a todos.
Contrólate.
Respiro hondo y ladeo la cabeza con cavilación.
—¿Hasta qué punto te habrás vendido para traicionarle de esta forma...?
Mi reflexión expuesta en alto parece refrenar sus motrices por un segundo; deliro mi atención sobre ella en un gesto curioso y neutral, enfrentándome a sus verdes ojos.
La escucho tragar saliva, aunque no es la mueca de sorpresa en su rostro lo que más consigue aclamar mi enfoque en ella, sino los colores grisáceos y ofúsquelos que la envuelven como un manto translúcido; semejante a lo que vi sobre mí cuando Morgana me atacó. Sólo que, esta vez, más diáfano y con aroma.
Qué olor tan peculiar.
(Hambre).
Suspiro.
—Me pregunto qué te hará cuando descubra lo que has hecho... —considero.
Es entonces que la gama grisácea que la rodea se inquieta, oscureciéndose aún más y avivando esa esencia que está acariciándome tentativamente el olfato y generando que mi estómago ruja en respuesta.
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DAEMONIUM [Tom Kaulitz]
Teen FictionElla se encontraba en el mejor momento de su vida; después de tanto esfuerzo y trabajo duro, había alcanzado el éxito esperado. Él rozaba su límite de inmortalidad tras tantos milenios, y se había convertido en un magnate de los barrios bajos de Pa...