CAPÍTULO XIV.

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Mis ojos se desorbitan al atisbar su fabulosa figura apoyada sobre el capó, mientras sus dedos acarician delicadamente las flores del ramo. Me incorporo de un sobresalto de los peldaños, sintiendo mi corazón a un pálpito de desbocárseme del pecho y paralizando todas mi motrices.

Mierda.

No puedo evitar percibir un intrigante cosquilleo en mi estómago al reconocer la ropa que lleva puesta; camiseta negra, tejanos anchos, unas deportivas y su característica bandana blanca. La misma que vestía en nuestro primer encuentro.

Esto tiene que ser una broma.

—No deberías estar aquí.

Mi protesta murmurante le causa un ápice de gracia que no alcanza a sus felinos ojos; tan penetrantes como de costumbre.

Suspira con sutileza.

—No, no debería.

Maldita sea.

—Entonces vete.

—No.

Su respuesta me alienta a fruncir el ceño y gesticular un mohín disconforme. No titubeo y subo uno de los peldaños, dispuesta a huir de él nuevamente.

Sé inteligente, Sigrid. Sé inteligente y márchate.

—Lo haré yo, en ese caso —aclaro, apurándome en aligerar mis andares hacia los adentros del edificio; sin embargo, su presencia a mis espaldas, junto a la calidez de su aliento acariciando el nacimiento de mi cabello, me paraliza.

—No, no lo harás —masculla, incitándome a respirar profundamente y apretar con fuerza los párpados, antes de envalentonarme a girar sobre mis pies y encararle; su fresco aroma corteja mis sensores olfativos, inquietándome bajo su presencia.

—¿Qué es lo que quieres? Ya se aclaró todo —advierto, eludiéndole los ojos todo lo posible; si le miro, me condeno.

Y no puedo permitírmelo.

No puedes.

—No se aclaró nada —alude, atrapándome la mano y posicionándosela en el pecho; distingo la agitación de su respiración zarandear mi sensatez, y no demoro en removerme bajo su sujeción al no prevenir sus pretensiones.

—Pero ¿qué...?

—Siéntelo —ordena, aprisionándome la palma; no tardo en sentir un incontrolable bombeo dentro de su pecho que puedo palpar vivazmente. ¿Qué...? —. Sigrid.

Su llamada me incita a izar la mirada hacia la suya. Antes de poder decirle nada, sus labios atrapan los míos súbitamente, envolviéndome en la calidez de su ser cuando mi cuerpo le responde y cede a él; su entrañable y exquisito sabor, regocija rápidamente mis sentidos.

Tom gimotea suavemente entretanto me besa con delicada precaución, tanteando con prudencia mis reacciones sin ofrecerme la liberación de mi mano en su pectoral. La agitación de su corazón, parece estar al borde de desbocárselo una vez profundizamos sosegadamente, hasta que él nos separa con cautela. Acojo todo el aire posible y relleno mis asfixiados pulmones, pestañeando incrédulamente al no comprender lo que acaba de ocurrir.

Busco sus ojos con apuro.

—¿Q—Qué...?

—Esto es lo que pasa siempre que estás conmigo —dice, ejerciendo mayor presión en mi mano hacia su pecho—. No entiendo de sentimientos, mas sé que esto sólo reacciona así contigo. Y me enrabia. Me enrabias.

Trago saliva, descendiendo la mirada a su pectoral; su camiseta vibra debido al impetuoso bombeo de su corazón. Suspiro y ladeo la cabeza, centrándome en oír detenidamente sus latidos y agraciarme con ellos. No puedo evitar encubrir una sutil —e irónica— sonrisa cuando noto mi corazón sincronizándose con el suyo; es la primera vez que experimento un suceso así con alguien, asimismo como una "relación" carnal con un demonio.

DAEMONIUM [Tom Kaulitz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora