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Respiró cansado por levantarse de la cama, soltando unos jadeos adoloridos por hacer esfuerzo sobre su tórax al pararse.
Ayer había sido vencido en unas flexiones, se sintió humillado y enojado por perder OTRA VEZ ante Coco y peor aún después de querer ganarle y molestarlo él terminó más jodido de lo que esperaba, le dolían los brazos y el abdomen al menor tacto o esfuerzo posible, se maldijo internamente cuando el Sargento los llevó a hacer abdominales y él tuvo que fingir no sentir un carajo para aparentar bien su dolor, las palabras de Coco si le habían hecho cierto eco en la cabeza pensando si de verdad él era una perra llorona o Coco era un exagerado inhumano...
Probablemente la segunda, el muy cabrón era casi inigualable a su compañía por esa manera de llevar las cosas, siempre tranquilo con un cigarro asomando de los labios y su actitud de "No me afecta no me importa", para Azulin una molestia porque cada que le buscaba pelea (porque lo hacía) Coco simplemente ignoraba sus palabras su voz y hasta su existencia, algo que para Azulin era desagradable porque estaba tan acostumbrado a ser el centro de atención que bueno, odiaba no serlo.

Gordi aplastó sus pies y le sonrió al momento en que subió preocupado cuando hizo un puchero de dolor al llegar a sus rodillas, con cuidado lo hizo sentarse y sobó su espalda como lo haría un buen hermano mayor.

—¿Estás bien hermanito? ¿Te duele algo?—

Azulin se vió avergonzado por las palabras de Gordi, no era por lo que había dicho sino porque todos lo veían expectantes al oír "te duele algo", es decir el maldito Azulin egocéntrico centro de su propia cabeza sentía dolor por algo, eso era algo gordo de que cotillear más tarde pero Azulin simplemente dió un manotazo a Gordi y se recostó para volver a hacer un abdominal, ahora endureciendo la cara para no mostrar más muecas a pesar del punzante dolor sobre su tórax.

Coco veía de lejos a sus compañeros, el Sargento se mantenía firme a su lado con su típica cara de pocos amigos y asco a la compañía, hablando con disgusto en su grave voz.

—Son un fiasco, tendré suerte si al menos uno sale al bosque mágico —

Coco se guardó el humo en los pulmones cruzado de brazos dejando la colilla en ceniza del cigarro caer al pasto, exhalando para hablar.

—Aun son jóvenes Sargento, muchos de ellos no conocían nada de esto antes de venir—

La respuesta serena de Coco hizo que Caricias alzará sus cejas en arcos marrones pensando más en ello y viendo ligeramente diferentes a sus reclutas, luego tomando aire pesadamente para volver a hablar.

—Podrá tener razón Coco, pero eso no justifica que sean inútiles a la causa, los altos mandos me echarán si saben que mi compañía no sirve ni siquiera para usar los arcos—
—Puedo ayudar con eso Sargento—

Dijo dando una nueva calada al cigarro encendido y acomodando sus brazos a los costados dejando su tabaco colgando de los labios, Caricias sonrió con los caninos afilados de su dentadura y dió una palmada sobre la espalda de Coco.

—Buena suerte Coco, son una vergüenza para la arquería—

Se rió burlón por unos vagos segundos, segundos en los que Coco situó su vista en los hermanos Azulin y Gordi quienes ya cambiado su posición ahora siendo Gordi el que hacía los abdominales con mucho esfuerzo pujando aire para subir su posición, Coco negó con la cabeza imaginando que esto habia sido una mala idea, lástima que ya se había tirado el compromiso y sin siquiera pensar, todo por ayudar a sus mediocres compañeros...

Pasó toda la tarde enseñándoles a todos como tirar con arco, los mas difíciles fueron los gemelos Mimosin por sus dedos, eran pequeños y compactos como adolescentes así que tirar con el arco del ejército si era un problema para ellos, Coco consiguió hacer que lanzarán la flecha y de eso no se detuvieron de nivelar los turnos para tirar, ahora más interesados porque ya conocían su técnica. El tercero más difícil fue uno de los mellizos, Gordi para ser exactos que no podía ni siquiera lanzar una flecha recta, siempre atinando a todo menos a la diana, ya habían cinco flechas enterradas en el piso y otras más desperdigadas por el pasto, un poco más relajado por su nuevo tabaco encendido acomodó a Gordi, extendiendo sus brazos y flexionando los hombros para apretar sus dedos sobre el culatín de la misma pasando por sus plumas.

Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora