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—Oye jefe ¿sabes tirar?—

Habló Pecas con un bocado de tabaco en la boca esbozando esa sonrisa burlona escurriendo el tabaco por las comisuras de los labios blancos, Coco miró al chiquillo con ojos desaprobatorios apretando el fusil en los brazos abultados suspirando y asintiendo a Pecas.

—¿No te gusta hablar mucho o sí?—

Coco asió sus ojos al camino iluminado por el naciente sol, Pecas ofendido relajó su sonrisa y escupió el tabaco ya mascado a su izquierda montándose en el asiento cercano a Coco tocando sus hombros levemente.

—Nos tocó uno callado Caramelo —

—Ya déjalo en paz Pecas, si no quiere hablar no lo obligues —

Pecas hizo un "pff" entre sus labios y se sacó el tabaco de la boca con los dedos tirándolo al camino mirando fijo al moreno del medio que se notaba relajado a pesar de su insistencia, Azulin desde atrás notó la cercanía del pecoso al de trenzas y no pudo evitar enojarse un poco ante ellos dos juntos, ni siquiera sabía por qué pero estaba ligeramente celoso del soldado Pecas.

—Pues vale, no hablaremos mucho de todos modos, eso sí salen vivos claro-

Pecas sonrió ampliamente y estalló sus ojos de cínico ante Coco y la vista desde atrás que Azulin le enviaba, ahora sí era personal ese puto sonrisitas se estaba poniendo pesado con ellos, ignorando lo que decía de Coco estaba subestimando al maldito Azulin, el mayor egocéntrico de toda Villa Osito y eso no se quedaría así.

Pasaron unos pocos minutos de silencio interrumpidos por el rugido del motor y las piedras tronando debajo de las llantas pesadas del carro, arribaron a la ladera del bosque una especie de cresta inclinada de lo que dedujo eran unos veinte o dieciocho metros de su posición, anudada con redes para escalar y más aún cercado con alambre de púas arriba del peñasco de tierra oscura, Coco rápidamente supo de qué se trataba y eso era una maldita, jodida y asquerosa trinchera...
Caramelo fue el primero en bajar y sacar de la parte trasera todo lo llevado desde el campamento Corazón, descargó con ayuda de Pecas y Sonrisas las municiones las armas y alguno que otro suplemento de medicina vendajes y morfina en pequeña cantidad justa para cuatro personas y si acaso cinco, Caramelo entonces pidió ayuda a Coco y él pálido se subió al remolque, cargando o más bien arrastrando algo que sonaba pesado y metálico como un yunque de herrero, tapada torpemente con unas sábanas grisáceas había una ametralladora de cilindros, pesada y grande con boquillas peligrosas que Coco tragó saliva al mirarla de cerca.

—¿Ha estado en batallas de trincheras?—

Le preguntó Caramelo con respeto en la voz, algo que Coco apreció puesto normalmente los menores se comportaban reacios a él haciendo notar la condescendencia en su tono casi siendo burlones a él, pero Caramelo era más respetuoso supuso que era por su edad así que a él le contestó.

—Nunca, he oído de ellas—

Caramelo descargó también la ametralladora suspirando cansado y se devolvió a Coco, ahí él fue quien hizo la pregunta arqueando las cejas pobladas al chico.

—¿Y tú?—

Caramelo hizo una pausa muda en respuesta, miró al vacío por minutos silenciosos tratando de articular palabra en su boca sin sílabas, Coco reconoció también esa mirada perdida de su propio padre y sin siquiera haber hablado Caramelo le había dicho todo.

Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora