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Azulin se sentía en las nubes desde ayer.

Siendo honestos él jamás había gustado de alguien, no conocía el sentimiento de gusto a otra persona que no fuera el mismo con lo que fácilmente se podía decir que Azulin era un idiota para el amor. Recuerda que de niño una vez amó a un muñeco de trapo pero no lo suficiente como para sonrojarse y sonreír cada que pensaba en el muñeco, ahora lo hacía, asquerosamente cada que recordaba la manera en que Coco sonreía cuando lo veía o hacía algo estúpido ponía feliz a Azulin, se sentía brutalmente estúpido pero Dios mío que alegría era darse cuenta de que Coco le sonriera A ÉL.

Por eso ahora estaba como una mocosa enamorada mirándolo fijamente mientras los guiaba en el bosque, cualquier persona cuerda sabría que eso era un evidente gusto por el moreno y lo sexi de su persona pero Azulin lo prefería llamar "vista de defectos" fingiendo buscar algo asqueroso de Coco (fallando obviamente) para tener una justificación de verlo todo el rato, seguro se veía como un imbécil haciendo eso pero al diablo si nadie lo veía no pasó jamás.

Ahora mismito se encontraba observándolo afilar su machete, oh claro que sí Coco era tan hábil, ahora entendía al obeso de su hermano y su admiración al moreno en definitiva Coco tenía muchas habilidades, y músculos, distintos músculos todos diferentes de otro pero igual de atractivos, como un modelo a seguir claro nada romántico eh. Se perdió un poco cuando los puños se aferraron al afilador y tensaron esa larga espada sacando chispas rojas de fricción, tan pero tan fuerte se pensaba Azulin al recordar que para afilar algo y sacar chispas necesitabas de una fuerza mayor, al menos así le enseñó su padre y vaya que lo comprobó, imaginaba tal vez su fuerza y lo grande que era tomando en cuenta algunas memorias como cuando le partió la cara lo azotó en los azulejos y aún más cosas convividas con Coco y esos brazos...

¡Maldito seas Coco tú y tú sensualidad!

—¿Te sientes bien hermanito? ¿Tienes hambre?—

Gordi llegó a él con su restante pedazo de pay en la servilleta tejida (por el mismo) ofreciendo la tarta añeja al azabache con sus ojos rosas y la sonrisa cohibida, alzó las cejas con ligero enojo y empujó la mano del pay haciendo el rostro a un lado para ignorarlo posteriormente.

—No soy un niño Gordi, puedo sobrevivir solo—

Un "Oh" entristecido del rollizo mayor solo fue pauta a qué Azulin siguiera con su observación ahora más disimulada, pero no encontró a Coco solo como antes sino al estúpido de Achuchones en su par fumando de sus cigarros y recostado en sus costillas, apretó las mandíbulas con tanta fuerza que incluso rechinaron sus dientes y las cejas se apañaron como su copete. Ese cabrón marica de Achuchones, primero jodiendo con él y luego con Gordi iba directo con Coco, VAYA IMBÉCIL parecía que estaba dispuesto a molestarlo toda su existencia en el ejército amargandole las vistas de su adorado moreno y también molestando a Gordi su hermanito preferido, tenía tantas ganas de encajarle las uñas en el cuello y matarlo ahí mismo comenzando a hacer caras de enojo por fuera poniéndose rojo como un ladrillo haciendo que Gordi lo notará en preocupación dentro de su cara pálida.

—¿Azulin? ¿Te sientes mal? Te ves tan rojo ¿Es fiebre? ¿Duele?—

La palma abierta de Gordi se posó sobre su frente a lo que Azulin contestó haciendo un rostro de enojo arrebatando su mano de un golpe abierto hizo brincar a Gordi y acto seguido levantó de su asiento enfurecido a pasos rápidos a otro sitio. Todo esto mientras Gordi lo miraba melancólico y con su tierno rostro entristecido.

Coco se limitó a ver de lejos, no estaba muy atento al alrededor estaba más ocupado en afilar el machete sin cortarse las puntas de los dedos que de lo que sus compañeros hacían, Achuchones exhaló el humo con tos ventilando su humo con la mano, él solo lo observaba respirando dificultosamente y con la voz ronca de tanto llorar y gritar sin beber agua, por ahora estaba tranquilo pero Coco sabía que más tarde probablemente gritaría de nuevo y se pondría histérico, aún así Achuchones era más fácil de llevar que el Sargento quien pata colmo de los santos ya había perdido la razón por enteras, recuerda muy bien ir a orinar y casi morir de un infarto cuando lo escuchó gritar "¡Dios ayudame!" en su tienda, solo el Padre comprendía lo que sea que pasaba y gracias al cielo no se tuvo que hacer cargo de Caricias y sus terrores nocturnos, no es que no fuera empático pero por el amor a lo sagrado Caricias se expandia a más de la empatía, él ya no tenía salvación y menos en esa jungla llena de bichos y unicornios, esto último dudando porque en todo el maldito viaje no vió uno solo de los tan hablados unicornios, incluso creyó que eso no eran más que patrañas de los mandos anteriores o simples historias para cubrir la guerra civil que sospechaba estaba sucediendo, no era algo inédito, sí podia ser real pero todos jugaban que los uniformes eran tan reales como ellos mismos y Coco no se sentia para nada identificado con esas idioteces.

Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora