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La parte fundamental en la crianza de un niño es su infancia.

Todos decían eso en las clases de apoyo parental, recuerda una o dos cosas de aquellas charlas raras a las que su prometida lo llevaba y obligaba a oír de modo tan tortuoso puesto que para Coco resultaban inútiles, sin embargo lo hacía por ella y la sonrisa tan linda que ponía cuando le tomaba la mano para ver atenta a la mujer mayor que explicaba como era criar a un niño.

No tiene mucho que presumir, todas esas clases le demostraron lo terrible que era en su modo de pensar y aún peor cómo fue de caótica su infancia.

Nacido de un matrimonio arreglado entre dos personas de la alta sociedad, su padre dejó embarazada a su madre cuando se fue a la guerra y dos años más tarde volvió de forma diferente y con la cabeza en otro sitio, luciendo seis brillantes medallas de oro pulido que Coco recuerda perfectamente en el cuadro de su oficina fría, colgadas como trofeos de su participación en la milicia recordando una y otra vez a Coco lo "importante" que fue su padre el capataz, su madre lo crío sola a pesar de tener a su padre en casa porque aún así él jamás salió de su oficina más que a cenar o llevarlos a una de esas reuniones lujosas de ex soldados o empresarios cercanos, todo aquello llenó la cabeza del pequeño Coco con cinco años de edad al modo de que todos, absolutamente todos los que conocía incluida la dulce mujer de su madre, esperaban que fuera igual, igual a su padre.
El poderoso capataz con seis medallas una casa en los suburbios una esposa fina y un hijo perfecto, dinero a montones la siderúrgica y más aún fama sucia de ser el hombre modelo, todo lo que una mujer desea para casarse un material extraordinario de marido...

Eso fue por fuera, recuerda bien, Coco tuvo el desfortunio de presenciar la caída al fondo de sus padres, como su padre comenzaba a beber tanto que a veces gritaba en las noches o rompía objetos, su madre no era mejor, la señora se había transformado de una mujer tierna a alguien cerrado al mundo callada y apagada, ella ya fumaba cuando Coco era pequeño, pero cuando cumplió seis no podía parar de hacerlo. La nana que habían contratado era de modo frío igual al concreto, vieja arrugada tan igual a sus padres que ni siquiera se sentía diferente con ella era lo mismo que estar encerrado siempre en el mismo lugar y nunca salir ni poder ver más allá de las ventanas.

A la tierna edad de 5 años conoció a quien es su mejor amigo, Achuchones, un chiquillo eufórico y bastante mimado que además de ser un pijo como él también tenía sentido del humor, gustoso entre su gente porque jamás conoció a otro rico con risa para demostrar y mucho menos uno que no hablara de negocios y como inducirlo al mundo del negocio, Coco apreciaba muchísimo eso de Achuchones y su familia, Besos era tal cual su amigo solo que más alta y con unos vestidos esplendorosos de telas finas con las pintas de pudiente más grande antes vistas, Besos era extravagante y única en sus gustos pero no era como las amigas de mamá, Besos no fumaba ni se limpiaba las manos cuando él la saludaba, era diferente a todas ellas con lo que Coco inmediatamente supo que ese era el lugar donde siempre quiso estar. Para sus padres no hubo problema en su amistad con Achuchones, era igual de rico y su madre influyente en el mundo de los millonarios, incluso cuando el padre de Achuchones se fue nunca la vió llorar o beber como su madre si hacía.

Vivió bien hasta los ocho años, entonces papá lo alejó de todo y inició con el entrenamiento que tanto presumía con los amigos de la siderúrgica, ahora ya no le lastima pensar en ellos, pero antes le daba un dolor de estómago inmensurable al acordarse del entrenamiento, nunca gustó de entrar en detalles, prefería guardarlos en su memoria y encerrarlos como presos para siempre, a Coco no le lastimaban los castigos o los ejercicios que su padre le hacía, sino era el que no veía a Achuchones y a Besos en esos entrenamientos, pasaron dos años y volaron hasta tres cuando a los once años su padre aceptó el que saliera a verlos, Achuchones no estaba molesto, nunca lo estuvo, siempre fue tan relajado y pacífico con el dando la imagen que Coco necesitaba en su vida, esos entrenamientos continuaron hasta los dieciocho años cuando su padre dejó de ordenarlo y él los hizo sólo, diariamente sin falta alguna todos y cada uno hasta convertirse en lo que él capataz quiso siempre, su gran soldado...

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