Piso perfecto para ti

353 15 1
                                    

Audrey

Han pasado dos semanas desde que rompí con Richie y me encuentro sentada en el sofá de mi amiga Caroline, con el portátil en el regazo, buscando un lugar donde vivir. El piso que compartía con Richie estaba a su nombre, así que la ruptura supuso una mudanza forzosa. Caroline me acogió en el loft que comparte con su novio Neal y he estado viviendo aquí desde entonces, a la espera de encontrar un piso decente que me pueda permitir, lo cual no resulta fácil en Manhattan. Pero la necesidad de marcharme se vuelve cada vez más apremiante.

No es que no agradezca los esfuerzos que mi amiga y su novio hacen para que me sienta cómoda con ellos. Al contrario, les debo mucho. Pero este lugar es diminuto. Mide menos de 30 metros cuadrados y es un loft sin paredes, excepto por las que cierran el cuarto de baño. Me siento una intrusa total. Duermo en el sofá, que está detrás de la cama donde duermen ellos, lo que impide que ninguno de nosotros tenga un mínimo de privacidad. No me parece justo que Caroline y Neal tengan que cargar con las consecuencias de mi ruptura.

Intento pasar todo el tiempo que puedo fuera de casa, en el trabajo o cafeterías, pero por la noche es inevitable volver. Sé que ellos me han ofrecido que me quede todo el tiempo que sea necesario, pero también sé que este sitio no está pensado para que convivan más de dos personas juntas.

Caroline y yo nos conocimos en la universidad, donde compartimos piso en la residencia de estudiantes, y ha sido una constante en mi vida desde entonces. Siempre recordaré la primera vez que la vi, con el pelo rizado y negro suelto sobre los hombros y una sonrisa radiante cruzando su rostro de piel oscura como el café solo. Me dijo sin titubear que ella se quedaría la habitación más grande y yo no se lo discutí. Caroline es la clase de persona que sabe lo que quiere y lo toma sin pedir permiso. Aún recuerdo cuando conoció a Neal en su empleo actual en una gran multinacional donde trabaja como contable. Le gustó a primera vista y lo invitó a cenar ese mismo día. Desde entonces están juntos.

Yo adoro a Caroline, pero vivir con ella en estas circunstancias, está siendo un infierno.

Y bueno, a todo esto, hay que sumarle la montaña emocional en la que vivo desde que lo dejé con Richie. Hay días en los que lo echo tanto de menos que me arrepiento de mi decisión. Supongo que es normal. Llevábamos juntos quince años. Es difícil acostumbrarse a la ausencia de una persona que ha formado parte de tu vida desde hacía tanto. Sé que romper con él ha sido inevitable, porque ambos queremos cosas distintas, pero eso no lo hace más fácil. Tengo que lidiar con el duelo de lo que ya nunca seremos.

Intentando alejar esos pensamientos, me concentro en la pantalla del portátil donde se muestra uno de los pisos que sí puedo permitirme.

—Ni hablar, no pienso dejar que vivas ahí, Audrey. ¡El baño está en la cocina! —dice Caroline con expresión horrorizada.

—Se trata de un apartamento de 19 metros cuadrados, todo está muy cerca entre sí.

—Pero no tiene ventanas. 

Suelto un suspiro.

—No puedo permitirme ser tiquismiquis, Caroline. Las rentas en Manhattan son prohibitivas. Tengo que adaptarme a mis posibilidades. Y tener ventanas, por lo visto, está fuera de mi presupuesto.

—¿Y si buscas en un distrito más económico? 

Hago una mueca.

—Trabajo en Lenox Hill. No quiero vivir lejos de allí.

—Pues quédate con nosotros un tiempo hasta que salga algo mejor.

—Oh, venga, Caroline, eso es inviable. No puedo seguir viviendo aquí. Neal y tú necesitáis recuperar vuestra intimidad. —Ella abre la boca, pero antes de que pueda hablar, añado—: ¿Cuánto hace que no echáis un polvo en condiciones?

Caroline lo piensa unos segundos.

—Bueno, reconozco que ese es un tema delicado. Sin embargo, el otro día en el baño, encontramos una postura que...

—Vale, alto ahí, no sigas —digo alzando una mano para detener su explicación—. Prefiero no saberlo.

—Mojigata.

—Lo que quiero decir —prosigo ignorando su sonrisa burlona—, es que necesitáis el piso para vosotros.

Caroline asiente despacio.

—¿Y si le pides ayuda a tus padres? Niego con un movimiento de cabeza.

—No puedo pedirles ayuda a mis padres en este momento. Ni siquiera les he contado todavía que Richie y yo hemos roto...

—¿Por qué no se lo has dicho? —Caroline me mira fijamente—. ¿Aún no estás segura de haber tomado la decisión correcta?

—No se trata de eso. Es solo que mis padres aún están lidiando con el divorcio de Lotta. No quiero añadir más presión a sus vidas en este momento. Sé que Richie no les gustaba mucho, pero aun así creo que para ellos podría ser complicado.

Caroline asiente, comprensiva. No es que no confíe en mis padres, pero sé que están sufriendo mucho por Lotta, mi hermana pequeña. Lo cierto es que la noticia de su divorcio fue un golpe duro para todos. Lotta y Dylan se conocían desde niños y parecían hechos el uno para el otro. Es triste pensar que hasta los amores más estables pueden desintegrarse.

—Está bien, sigamos buscando —propone Caroline.

Seguimos mirando pisos en el directorio. Cada nueva vivienda es peor que la anterior. La desazón comienza a invadirme cuando recibo una llamada de Harrison Lewis, el encargado de administrar el local donde abrí mi pequeño despacho de abogados hace unos años.

—¿Harrison?

—Hola, Audrey, ¿qué tal vas? ¿Te pillo en buen momento?

—Sí, claro, ¿qué necesitas?

—¿Sigues buscando piso? Recibí el correo explicando tu situación. Tengo acceso a muchas viviendas en tu área de búsqueda y pensé que podría ayudarte.

—Sí. Sigo buscando.

—Entonces, puedes dejar de buscar. Tengo el piso perfecto para ti.

La luz de la esperanza prende dentro de mí.

Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora