Audrey
El lunes siguiente, cuando me despierto, me arrastro hasta el salón con cara de sueño y una gran hostilidad bullendo en mi interior. No hay nada que odie más que dormir pocas horas, y ayer me quedé hasta las tantas viendo una película tras otra con Jayce en el salón.
El aroma del café recién hecho me da la bienvenida y me sirvo una taza agradecida. Desde que el otro día firmamos la pipa de la paz, Jayce, que suele levantarse antes que yo, me deja la cafetera llena de café listo para ser consumido.
Mientras trago el café con ansias, me acerco a la nevera para coger un yogur y un poco de fruta. Entonces me fijo en el post-it que hay pegado en el metal.
Dejaste olvidadas unas braguitas rojas dentro de la lavadora y esta mañana al sacar la colada he visto que toda mi ropa blanca se ha convertido en rosa.
Letrada, creo que eso incumple la cláusula número once del contrato de convivencia.
¿Debería imponerte algún tipo de castigo?
Atentamente,
Jayce, portador de unos calzones rosas que antes eran blancos.
P.D. Voy a quedarme esas braguitas como pago por tu despiste.
Sonrío. Tiene razón. Una de las cláusulas que impuso el muy capullo fue la de no mezclar su ropa con la mía en la lavadora. No es que lo haya hecho de forma consciente. Esas braguitas son tan pequeñas que no las vi al recoger mi colada. Cojo un post-it y escribo una nueva nota.
Si no recuerdo mal, según la cláusula 23, está terminantemente prohibido coger cualquier objeto que pertenezca al otro sin permiso. Así que quiero mis braguitas de regreso. Además, la ropa masculina de color rosa está de moda. Deberías agradecerme por actualizar tu vestuario de forma gratuita, letrado.
Atentamente,
Audrey, la propietaria de las braguitas rojas secuestradas.
Pego el post-it en la nevera, junto al suyo, y me preparo el desayuno: un tazón de yogur, cereales y frutas cortadas. Mientras mastico una cucharada, reviso las opciones de pisos de alquiler en el directorio en busca de uno decente. El tiempo avanza muy rápido y no quiero quedarme con el culo al aire por no haber tomado decisiones a tiempo. Puede que Jayce y yo ahora nos llevemos bien y disfrutemos de nuestra compañía mutua, pero sé que no puedo quedarme en este piso más tiempo del estipulado.
Las cosas han cambiado mucho entre nosotros. Desde aquella noche en la que vimos Sopa de Ganso y cenamos pizza, las aguas de nuestra turbulenta relación se han calmado.
Después de la cena de los viernes en la casa familiar de los MacKinnon, Jayce y yo hemos pasado el fin de semana juntos. El sábado salimos a pasear por Central Park, comimos perritos calientes en un puesto callejero y acabamos cenando sushi sobre la alfombra del salón mientras jugábamos a juegos de mesa.
El domingo quedé con Caroline para almorzar juntas, y a la vuelta me uní a Jayce en su sesión de películas y comida basura, sesión que se alargó hasta bien entrada la noche, por eso hoy me he despertado agotada.
La cuestión es que las cosas estén mejor entre nosotros, nos llevamos bien y la complicidad de antaño parece haber renacido un poco. Sin embargo, sigue habiendo una barrera infranqueable entre nosotros. Es lógico, supongo, y más cuando existe un elefante rosa en la habitación. Un elefante rosa que ninguno de los dos se atreve a mencionar.
Recuerdo aquel día en el pub, seis años atrás. Jayce se enfadó mucho conmigo cuando le expliqué que Richie me había pedido una nueva oportunidad. Dijo cosas hirientes y se fue sin ni siquiera dejarme explicarle mis dudas. Esas dudas en las que él estaba implicado.
Porque, aquella noche en el pub, me debatía entre perdonar a Richie o seguir a mi corazón, que me pedía confesarle mis verdaderos sentimientos a Jayce.
A veces me pregunto qué hubiera pasado si aquella noche Richie no hubiera aparecido, si Jayce se hubiera quedado,
¿hubiera sido lo suficientemente valiente como para hablar con él y confesarle lo que sentía?
Eso ya nunca lo sabremos.
Jayce me sacó de su vida y yo al final decidí quedarme con Richie. Cuando sientes que tu corazón duele hasta el punto de querer arrancártelo del pecho, lo conocido parece la opción más segura. Me refugié en la relación con Richie, pero siempre quedó una sombra de lo que pudo haber sido con Jayce.
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Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)
RomanceMe llamo Audrey Simmons, soy abogada y acabo de romper con mi novio, con el que llevaba 15 años de relación. Desde entonces he buscado un piso para vivir en Manhattan, lo que no ha sido fácil. Por eso, cuando me ofrecen la posibilidad de vivir en un...