Recordar el momento

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Jayce

Horas más tarde, debería concentrarme en lo que Aiden me está explicando, pero soy incapaz. Mi mente no hace más que rememorar una vez tras otra el episodio de antes, cuando la teta de Audrey ha decidido escapar de su blusa para saludarme con todo su esplendor. Y, mierda, era perfecta. Puede que no muy grande, pero sí redonda, firme, con una aureola rosada y un pezón endurecido que dejaba en evidencia lo que yo ya sabía: que estaba cachonda. Tan cachonda como lo estaba yo. Porque la calefacción estaba encendida, no hacía frío. No hay otra explicación para que ese pezón se mostrara tan duro.

Siempre lo supe. Que a Audrey le ponía discutir conmigo. La química entre nosotros siempre fue tan explosiva que aún no sé cómo nos contuvimos durante tantos años. ¿Cuántas veces quise arrinconarla contra una pared y poseerla? Muchas más de los que me atrevería a admitir.

—Jay, concéntrate, te estoy hablando de algo importante. —Aiden me llama la atención y yo centro mi mirada en él.

Estoy en su despacho, hablando sobre el caso de uno de nuestros clientes en común. Él quiere que me encargue yo del juicio que va a empezar la semana que viene porque está desbordado. Si la adaptación de un niño adoptado ya es difícil, la adaptación de tres niños y un bebé es una locura. Sé que Lucy y él lo están pasando regular, aunque sean felices al tenerlos en su vida. Supongo que cuando se trata de la paternidad, una cosa no está reñida con la otra.

—Perdona, estoy un poco distraído.

—Lo he notado. —Alza las cejas con elocuencia—. ¿Es por Audrey? —Al ver mi cara de circunstancias, Aiden ríe alegremente—. Will la vio entrar en una sala de reuniones. Tú estabas dentro con el señor Collins y ella parecía estar representando a su mujer. ¿Es su abogada?

Asiento con la cabeza. La expresión de Aiden es una mezcla de sorpresa y diversión.

—Es una pesadilla —admito, llevándome las manos al cráneo para masajearlo.

—Menuda casualidad.

Llevo pensando en eso cada maldito segundo desde que la he visto aparecer en la sala de reuniones con Minerva. ¿Tenía que ser ella la abogada que lleve su caso? ¿No podía ser otra? Hay centenares de abogados en Nueva York, y no es por menospreciar el trabajo que hace, pero ni siquiera tiene un bufete de abogados, solo un despachito enano.

Aunque, lo que más me jode de toda esta historia, es que no haya tenido la consideración de avisarme. Ha jugado con ventaja al presentarse aquí sabiendo que yo sería el abogado contrario. Puede que nuestra relación no pase por su mejor momento, pero debería primar la ética profesional por encima de nuestros problemas personales.

—¿Crees que esta situación podría influir en el caso? — pregunta Aiden poniéndose serio—. Oliver o Will podrían encargarse si no te ves capaz de manejarlo.

Lo miro con determinación y sacudo la cabeza.

—No, no voy a dejar que esto me afecte. Audrey y yo podemos tener una relación complicada, pero no voy a dejar que eso interfiera en el caso.

Aiden asiente y no insiste en seguir hablando sobre esto. Se lo agradezco en silencio. Lo último que necesito es tener más razones para pensar en Audrey.

Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora