¿Crees que no sabía que ella te gustaba?

244 9 0
                                    

Jayce

Días más tarde, me encuentro en un bar tomándome unas copas con algunos de mis compañeros de trabajo. Antes hacía esto con mis hermanos, pero como ahora están demasiado ocupados con su ajetreadas vidas, he tenido que buscarles sustitutos. Alec y Robert tienen mi edad, son divertidos, solteros y están dispuestos a disfrutar de su soltería tanto como yo. El único defecto que puedo encontrarles es su gusto en bares. Este en concreto es de temática roquera y no va mucho conmigo. Prefiero los locales de ambiente sofisticado y elegante, pero bueno, está bien variar de vez en cuando.

—MacKinnon, hay una mujer en la barra que no deja de mirarte —dice Alec con una sonrisilla.

Sigo su mirada y me encuentro con los ojos de una mujer pelirroja. Lleva una camiseta con un escote tan pronunciado que es imposible no fijarse en sus pechos. Ella me sonríe como invitación y yo sé que podría terminar entre sus piernas esta noche si me acercara y tomara una copa con ella. Pero mierda, no me apetece hacerlo.

Desde que regresé a Nueva York, no he mantenido relaciones sexuales con ninguna mujer.

Al ver que no respondo a sus insinuaciones, la pelirroja pasa de mi cara y busca con los ojos a un nuevo hombre al que seducir.

—Estás perdiendo facultades —ríe Robert.

—Solo estoy cansado y no me apetece despertar en una cama ajena mañana —digo restándole importancia, porque sé de sobras que la razón de que no haya aprovechado la ocasión es otra bien distinta.

La razón por la que no quiero tirarme a una mujer cualquiera en un bar tiene el pelo castaño, los ojos verdosos y la sonrisa más inteligente y bonita que he visto en mi vida. Es absurdo, lo sé, porque esa razón es una mujer y está prometida, pero a veces el corazón tiene razones que la razón no entiende.

Suelto un suspiro y doy un nuevo sorbo a la bebida, intentando apartar a Audrey de mis pensamientos, pero me cuesta. Últimamente aparece en ellos con más frecuencia de la que me gustaría.

Alec y Robert hablan sobre un caso que tienen en común y yo paseo mis ojos por el local, distraído. Algo capta mi atención. O, mejor dicho, alguien. Me digo que es imposible, que debo estar confundido. Que el hombre que está besando a pocos metros de mí a una mujer que no es Audrey no puede ser Richie. Pero mierda, sí lo es. Reconocería esa cara de bobo allá donde fuera.

Siento que la rabia me consume. ¿No dijo Audrey que apenas paraba por Nueva York y que por eso no podían vivir juntos? Entonces, ¿qué hace aquí? ¿Por qué le está comiendo la boca a otra?

—Jayce, ¿estás bien? —pregunta Alec colocando una mano sobre mi hombro. Su tono de voz parece preocupado.

—Es verdad, tío, tienes pinta de querer matar a alguien. Te has puesto rojo y se te ha ensanchado una vena en la frente—añade Robert.

No me detengo a responderles, me levanto de la silla y me dirijo a Richie con el puño en alto. Richie deja de besar a la chica cuando intuye mi presencia, me mira y un brillo de confusión y sorpresa cruza su rostro al mismo tiempo que dejo caer el puño en su cara. El dolor me atraviesa los nudillos cuando siento la fuerza de los músculos y los huesos de su rostro y su nariz contra ellos.

Richie cae al suelo y a nuestro alrededor la gente deja de bailar y hablar para mirarnos. Pero soy incapaz de escuchar nada más que la sangre palpitando en mis oídos; la rabia me ha dominado por completo. Richie me mira con los ojos muy abiertos. Se lleva una mano a la cara y comprueba que está sangrando por la nariz.

—Pero ¿de qué vas? —pregunta furioso.

—¿De qué voy? ¿Cómo te atreves a hacerle esto a Audrey, tío? No puedo creer que la estés engañando.

Siento la rabia apoderarse de mí de nuevo y vuelvo a levantar el puño para asestarle un nuevo puñetazo. Sin embargo, antes de que vuelva a darle, alguien me inmoviliza desde detrás.

—¡Jayce! ¿Qué haces tío? No puedes hacer esto. Vas a meterte en problemas. —Alec me sujeta con fuerza y yo me revuelvo como un animal retenido en contra de su voluntad.

—Déjame, voy a acabar con ese desgraciado —mascullo lanzando puñetazos al aire.

Richie se levanta y se encara a mí con intención de golpearme también, pero sus amigos de la banda, intuyo, lo sostienen. Acabamos encarados e inmovilizados por otros, mirándonos a los ojos con la rabia brillando en ellos y los dientes apretados.

—Voy a denunciarte, maldito bastardo —exclama Richie fuera de sí.

—Y yo voy a contarle todo lo que he visto a Audrey. No la mereces, tío. Nunca la mereciste. ¿Cómo has podido hacerle esto?

La mujer con la que Richie se estaba besando lo mira desconcertada.

—¿Tienes novia?

—¿Qué? No. La chica de la que habla no es mi novia, es mi ex. —Richie me mira como si fuera tonto.

—¿De qué hablas? —Frunzo el ceño—. Sé que mientes. Me dijo que estabais prometidos.

—Pues te mintió. Ella rompió nuestra relación hace unas semanas.

—No te creo.

—Es la pura verdad. —Al ver que sus músculos se relajan y que no parece tener intención de golpearme, sus amigos lo sueltan—. Rompió conmigo y se fue del piso. Hace unas semanas quedamos e intenté convencerla para volver a intentarlo y no quiso.

Intento procesar lo que dice. ¿Audrey no está prometida con Richie? ¿Lleva mintiéndome todo este tiempo?

Cuando dejo de poner resistencia, mis amigos me sueltan.

Hay un corro de gente a nuestro alrededor, la música se ha detenido y uno de los camareros se acerca a nosotros con expresión furiosa.

No puedo creerlo, joder. ¡Audrey me ha mentido! Entonces, ¿por qué lleva ese anillo?

Con cara de pocos amigos, el camarero del bar me pide que me marche. Yo levanto las manos en un gesto de rendición y me doy la vuelta dispuesto a largarme. Apenas he dado un par de pasos hacia la salida cuando noto una mano en mi hombro. Me giro y antes de que pueda siquiera reaccionar, el puño de Richie me golpea en el ojo. Me voy hacia atrás como si acabara de ser sorprendido por una onda expansiva.

—Esto es por el puñetazo que me has dado sin razón. — Lo miro sin saber que decir y él se acerca amenazante—. Y también es por las veces que hace años me entraron ganas de golpearte por intentar robarme la novia. —Abro los ojos de par en par y él se ríe con malicia—. ¿Crees que no sabía que ella te gustaba? Por supuesto que lo sabía. Lo sabía yo y cualquiera que os viera interactuar a un kilómetro a la redonda. Pero ella me eligió a mí

Aunque me muero de ganas de asestarle otro puñetazo, decido no hacerlo. Me duele mucho el ojo. Me escuece y noto como poco a poco se va hinchando. Le doy la espalda ignorándolo y salgo del bar con un objetivo muy claro en mente: hablar con Audrey sobre su mentira.

Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora