Confesión

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Audrey

Dejo las cajas de cartón sin montar apoyadas en la pared y me siento en el sofá. He pasado a comprarlas antes de volver a casa, para empezar a preparar la mudanza. Mientras miro mi alrededor, hago un mohín apenado. Lo he pasado bien en este piso, a pesar de todo.

Quién me hubiera dicho que Jayce y yo nos acabaríamos reencontrando de la forma más inesperada posible. A día de hoy aún me siento desconcertada ante la casualidad de que Harrison me timara justamente con su piso, ¡con la de gente que vive en Nueva York! Pero lo hizo y gracias a eso hemos podido volver a conectar, aunque al principio las cosas entre nosotros empezaran un poco mal.

No estoy segura de que nuestra relación se mantenga a largo plazo. Aunque ahora nos llevemos bien, los muros que hay entre nosotros siguen siendo demasiado altos. Y... estoy empezando a sentir cosas por él. Y no puedo permitírmelo. Jayce MacKinnon no es un tipo del que enamorarse.

Estoy sumida en estos pensamientos cuando la puerta principal se abre. Segundos después, Jayce aparece en el salón y mi saludo muere congelado en el mismo instante en el que sus ojos se topan con los míos. Se me escapa un grito ahogado. Tiene el ojo derecho hinchado. Me levanto del sofá y me acerco a él.

—¿Qué ha pasado? —pregunto, acercando mis dedos a la hinchazón.

Él me sostiene la mano por la muñeca para evitar que llegue a tocarlo. Me fijo entonces en su expresión. Estamos muy cerca y puedo sentir el enfado brillando en el fondo de sus ojos azules.

—¿Estás bien?

Sus fosas nasales se hinchan y los músculos de su mandíbula se tensan. Sus ojos se fijan en mi mano, concretamente en un dedo muy específico de ella. El dedo anular, vestido con el anillo de compromiso.

—¿Estás prometida con Richie?

Me sobresalto. Me muerdo el labio inferior llevada por la sorpresa de una pregunta que no esperaba.

—¿Por qué me preguntas eso ahora?

—Estás prometida con Richie, ¿sí o no?

Su agarre se cierra un poco más en mi muñeca y me duele. Me suelto de un tirón, intentando procesar la situación. Es obvio que esta pregunta es intencional y parece saber la respuesta, así que opto por no responder. Seguimos muy cerca, y sus ojos me escrutan con una intensidad abrasadora.

—Responde, Audrey.

Doy un paso hacia atrás. Necesito recuperar mi espacio vital. No puedo pensar bien teniéndolo tan cerca, con su presencia embotando mis sentidos y su olor envolviéndome de esta manera.

—¿Por qué no respondes? —insiste—. ¿Es por qué te he pillado en tu mentira y no sabes cómo salir airosa de ella?

El tono y la forma en la que formula su pregunta me cabrea, así que levanto la barbilla con dignidad y digo:

—¿Y qué si te mentí? No te debo explicaciones, Jayce.

Jayce abre mucho los ojos y la boca y una risa ahogada e incrédula abandona su garganta

—¿Estás de coña?

—Fuiste tú quien dio por hecho que seguía con Richie.

Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora