Jayce
A la mañana siguiente, en la comisaría de policía:
—El piso es mío.
—Pero yo tengo un contrato de alquiler válido.
—No es válido porque se hizo sin mi consentimiento.
—Pero lo redactó tu gestor, que tiene poderes sobre tus propiedades. A efectos legales, lo es
—¿Por qué eres tan obstinada, Audrey? Sabes que ese razonamiento no sería lícito en un juicio
—Pues vayamos a juicio, Jayce. ¿Cuánto tiempo suelen tardar en celebrarse este tipo de juicios? ¿Seis meses? ¿Siete?
El policía que está atendiendo nuestro caso y se ha presentado como Timothy Pine, se levanta de la silla con cara de pocos amigos.
—¿Pueden hacer el favor de sentarse y dejar de gritar?
Audrey y yo, que estábamos manteniendo una acalorada discusión de pie, soltamos un gruñido y nos sentamos. Nos encontramos en la parte pública de la comisaría, con varios agentes uniformados sentados en sus escritorios. Desde que hemos entrado por la puerta, nos hemos convertido en el centro de atención.
—Lo siento, señor agente. Este hombre tiene la facilidad de sacarme de mis casillas —se disculpa Audrey, lanzándome una mirada asesina.
—No, señor agente, discúlpeme a mí. No debería permitir que las palabras de una persona que claramente no está en sus cabales me afectasen.
Le devuelvo la mirada asesina y durante unos segundos nos retamos con los ojos. Ahora recuerdo por qué en la facultad los profesores siempre nos ponían en equipos contrarios en los juicios ficticios. Ambos somos implacables y nunca damos nuestro brazo a torcer.
Timothy suspira, se sienta de nuevo y entrelaza los dedos sobre la mesa.
—Oigan, entiendo que se encuentran en una situación complicada. Usted, señor MacKinnon —me señala a mí primero—, ha sido traicionado por una persona de confianza que ha alquilado su vivienda aprovechándose de su relación. Y usted, señorita Simmons —ahora señala a Audrey—, ha sido víctima de una estafa. Como ya hemos comentado, no es la única afectada. Harrison Lewis sabía muy bien lo que se hacía. Conocía a la mayoría de sus víctimas y sabía cómo ganarse su confianza. Ha estafado millones de dólares en muy poco tiempo, todo de forma coordinada. Créame cuando le digo que usted no es la peor parada. Solo ha perdido 9.000 dólares.
—¿Solo? ¡Era gran parte de mis ahorros! —espeta, con enfado—. No es culpa mía que Harrison haya hecho ese contrato sin el consentimiento del señor MacKinnon. Tenía los poderes, era un contrato legal y está vigente.
—¿Otra vez con eso? —pregunto frustrado. Llevamos horas con lo mismo. Desde que nos hemos vuelto a encontrar esta mañana, después de la noche más larga de toda mi vida en la que me he visto obligado a dormir en el sofá, no hemos dejado de dar vueltas en bucle sobre lo mismo.
Timothy resopla. Parece que nuestras tonterías están empezando a cansarle.
—Bueno, yo no soy un juez y no voy a tomar parte de esta disputa. No les puedo ayudar en eso
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Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)
RomanceMe llamo Audrey Simmons, soy abogada y acabo de romper con mi novio, con el que llevaba 15 años de relación. Desde entonces he buscado un piso para vivir en Manhattan, lo que no ha sido fácil. Por eso, cuando me ofrecen la posibilidad de vivir en un...