Audrey
Nuestras bocas encajan a la perfección. Los brazos de Jayce me rodean con fuerza y yo muevo mi boca con suavidad hasta atrapar su labio superior con los dientes. Tiro de él, provocando que un sonido gutural escape del fondo de su garganta.
No me detengo aquí, llegados a este punto no puedo conformarme con este beso tentativo, necesito más. Lo necesito todo. Así que paso mis brazos alrededor de su cuello para tenerlo más cerca y sigo besándolo. Exploro sus labios con los míos. Presiono, mordisqueo, succiono, y en algún punto mi lengua decide unirse a la exploración, deslizándose juguetonamente sobre sus labios. Presiono su entrada con suavidad y él abre la boca como una invitación que no puedo rechazar. Nuestras lenguas se encuentran en un baile húmedo y caliente, y esto es lo que necesitaba para perder la poca cordura que me queda.
Nuestras lenguas juegan a encontrarse y escapar, sonreímos mientras disfrutamos de este intercambio excitante. Las manos de Jayce se deslizan por mi espalda y no hay espacio para ningún pensamiento racional, solo hay espacio para la necesidad.
Me aprieto contra él mientras nuestras bocas colisionan una vez tras otra en chasquidos húmedos. Nos tenemos ganas descontroladas. Siento su erección contra mi estómago. Sus manos se cuelan bajo mi camiseta en busca de piel desnuda que tocar.
Jayce se levanta del taburete al fin, y sin mediar palabra, sin dejar de besarme, me levanta del suelo para sentarme sobre la isla de cocina. Envuelvo sus caderas con mis piernas para sentirlo más cerca, para sentir la fricción de su erección contra mi centro de placer.
Solo dejamos de besarnos para deshacernos de la ropa. Jayce me quita la camiseta de un tirón primero, los pantalones y calcetines van después. Yo le desabrocho la camisa que cae a nuestros pies, junto a los cubitos de hielo que han empezado a derretirse. Luego hago lo mismo con la hebilla del cinturón, pero es él el encargado de quitarse los pantalones y echarlos a un lado. Me relamo los labios al ver el bulto generoso de su bóxer, pero la siguiente prenda en desaparecer es mi sostenedor. Jayce lo desabrocha con una facilidad pasmosa, y tras lanzarme una mirada oscurecida y besarme los labios, devora mis pechos como si llevara meses sin comer y acabara de encontrar su manjar favorito.
Se mete uno en la boca mientras estruja otro. Me pellizca el pezón derecho y con la boca consigue hacerme enloquecer mordisqueando y lamiendo el izquierdo. Cada pellizco y mordisco envía un relámpago de placer a mi entrepierna. Le tiro del pelo mientras él juega con mis tetas, las acuna y las aprieta.
—No tienes la menor idea lo mucho que he soñado con hacer esto desde que me enseñaste esa teta en la reunión, Audrey —murmura tras meterse un pezón en la boca para mordisquearlo y succionarlo de nuevo.
Yo gimo y me restriego contra él, porque estoy a punto, tengo la sensación de que voy a correrme en cualquier momento, lo que es absurdo porque nunca he sido de orgasmo fácil. Supongo que cuando hay ganas acumuladas todo cambia.
Jayce sabe lo que quiero, pero en lugar de dármelo sobre la isla de cocina, me coge en volandas y me deja sentada sobre el sofá. Estoy a punto de quejarme de este cambio de escenario cuando se arrodilla frente a mí, me abre las piernas, las coloca sobre sus hombros y se acerca a mi pubis, mirándome con los ojos oscurecidos por el placer.
—Quiero ver cómo te corres gracias a mí como lo hiciste con el vibrador.
Besa mi clítoris y lo succiona suavemente. No sé cómo voy a sobrevivir a lo que está a punto de pasar, porque ya estoy al borde del abismo. Su boca me lame voraz, con una intensidad que no he vivido nunca antes. Y entonces me devora, con lametones frenéticos y succiones que me hacen jadear y gemir como loca.
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Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)
RomanceMe llamo Audrey Simmons, soy abogada y acabo de romper con mi novio, con el que llevaba 15 años de relación. Desde entonces he buscado un piso para vivir en Manhattan, lo que no ha sido fácil. Por eso, cuando me ofrecen la posibilidad de vivir en un...