Maldita resaca

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Jayce

Cuando abro los ojos a la mañana siguiente todo lo que quiero hacer es arrancarme la cabeza de cuajo. Sería un buen momento para vivir en la Francia de la Revolución francesa y ser de la monarquía. Joder, menuda resaca tengo hoy, debí pillar una buena ayer.

Ni siquiera recuerdo muy bien cómo llegué a casa. Lo último que aparece en mi memoria es el interior del bar al que fui con Dean después de ver el video de Audrey. Los recuerdos se desvanecen a partir de la séptima copa.

Un dolor punzante entre las costillas se suma al dolor de cabeza. En mi cabeza vuelve a reproducirse ese video y la sensación de incredulidad hoy es aún más intensa que la de ayer. Me quedo unos segundos sin moverme del sitio, intentando procesar las emociones encontradas que nadan en mi interior. Y, entonces, de la nada, me llega un flash difuso con el rostro de Audrey en la oscuridad. La imagen se distorsiona, se estira y se retuerce sobre sí misma mezclándose con otras imágenes.

Me llevo las manos al cráneo, y presiono. El rostro de Audrey vuelve a aparecer frente a mí, ahora junto a un conjunto de frases enmarañadas. Le dije algo sobre el helado de menta y chocolate que tanto le gusta. Y le eché en cara que siempre acabara eligiendo a Richie.

La voz de Audrey resuena en mi cabeza como un eco en medio de la niebla:

«—No he elegido a Richie. Le he dicho que no, Jayce. A quién quiero es a ti, ¿entiendes?».

Me levanto de la cama y busco el móvil por todas partes, pero no lo encuentro. Llevo un pijama, lo que me sorprende dado mi estado de embriaguez anoche. ¿Cómo atiné a meter la ropa en las extremidades? Encuentro la respuesta a mi pregunta durmiendo sobre el sofá del salón. Está boca abajo y un brazo cuelga del borde. Dean. Me acerco, me arrodillo junto a él y sacudo su hombro para despertarlo.

Se incorpora sobresaltado, hasta que reconoce donde está y relaja su expresión.

—¿Hacía falta despertarme de una forma tan brusca?

—¿Cómo querías que lo hiciera? ¿Con un besito?

—En el trasero —masculla volviendo a tumbarse.

—Por casualidad, ¿ayer vimos a Audrey?

—Sí.

—¿Y qué pasó?

Suelta un bostezo y me mira somnoliento. Me explica lo que sucedió y yo me llevo de nuevo las manos a la cabeza, esta vez maldiciéndome por tener tan mal beber.

—No sé si recuerdas lo que hablasteis, pero lo de Richie no era cierto —añade en este momento de monólogo interno—. No piensa casarse con él.

Un torrente de alivio se propaga por todo mi sistema nervioso.

De pronto, la necesidad de verla se vuelve insoportable.

—¿Has visto mi móvil?

—Puede que esté en algún bolsillo de la ropa que llevabas ayer. Se quedó en el cuarto de baño después de que te vomitaras encima.

Me dirijo al cuarto de baño y encuentro la ropa hecha un desastre en el suelo. El olor a vómito es nauseabundo. Dejaré una buena propina a la señora de la tintorería cuando deje el traje ahí. Pero el hedor no me detiene. Reviso los bolsillos y efectivamente encuentro mi móvil en el del pantalón.

Con un chasquido de impaciencia compruebo que no tiene batería. Regreso a mi habitación, lo pongo a cargar y tras unos minutos, el móvil se enciende y puedo acceder a las notificaciones pendientes. Leo la conversación de WhatsApp de Audrey.

Jayce

Acabo de ver un video donde aceptas casarte con Richie. Audrey, creo que me debes muchas explicaciones.

Audrey
Jayce, cógeme el teléfono. Quiero darte esas explicaciones, pero no puedo si no me dejas.

Audrey

Vale, doy por hecho que estás cabreado, pero quiero que sepas que todo lo que has oído y visto es mentira. No he aceptado casarme con Richie.

Audrey
Por favor, llámame cuando leas esto.

Imagino que estos mensajes son anteriores a nuestro encuentro nocturno, porque luego hay otro mensaje mucho más largo.

Audrey
Siento mucho el malentendido de ayer por la noche. Sé que estuvo mal no explicarte lo del concierto, pero nunca imaginé las intenciones de Richie. Yo solo quería cerrar el ciclo con él yendo a ese concierto. Imagino la conmoción que te causó ver un video en el que supuestamente yo aceptaba casarme con él, pero ¿tan fácil fue para ti creer algo así? Pensé que me conocías mejor que nadie, que sabías de mi gran sentido de lealtad y compromiso.
Me duele ver que no confías en mí, porque si no confías en mí significa que no confías en lo nuestro.
Mi pregunta es: ¿algún día serás capaz de enterrar el pasado y confiar en mí de verdad?
No me llames ni me escribas hasta que no tengas una respuesta a esa pregunta.
Te esperaré.

Mi primer impulso es llamarla de inmediato para decirle que sí, que seré capaz, que daré todo mi esfuerzo para conseguirlo, pero detengo el movimiento antes de marcar el icono con su nombre. No tengo dudas sobre mi respuesta. Ni una sola. Pero Audrey se merece algo más que un mensaje de disculpa. Audrey se merece que responda a su pregunta de una manera apropiada. Ahora solo hace falta dar con esa manera apropiada.

Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora