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Jayce

El despacho de Andrew MacKinnon es el más grande de todo el bufete. A pesar de que papá prácticamente ya no pasa por aquí, sigue manteniendo como suyo este lugar amplio y luminoso que ahora mismo está ocupado por mis cuatro hermanos. Sentados en los sofás y sillones que hay frente a la cristalera con vistas a Manhattan, estos me saludan al entrar.

—¿Dónde está papá? —pregunto ocupando un sitio en el sofá al lado de Oliver—. Dijo que tenía algo importante que decirnos.

—Ha salido un momento a hablar con Jerry del departamento de Finanzas. Supongo que vendrá enseguida — responde Will.

Asiento con un movimiento de cabeza.

—¿Sabéis de qué quiere hablar?

—Hum. Quizás quiera recordarnos que no está permitido mantener relaciones sexuales en el trabajo —Aiden alza las cejas hacia mi dirección.

Me quedo petrificado ante su comentario. ¿Cómo lo sabe? Oliver y Will se ríen por lo bajo, pero Dean frunce el ceño sin comprender.

—¿Y por qué iba a recordarnos eso? Nadie en su sano juicio echaría un polvo aquí.

—Tú lo has dicho, nadie en su sano juicio, pero me temo que en esta familia ese no es un requisito que se cumpla — dice Will lanzándome una mirada cargada de intención.

—Creo que me he perdido algo... —murmura Dean.

—Sí, te has perdido el numerito que Jayce ha montado con Audrey esta mañana en su despacho —interviene Oliver riendo entre dientes.

—¿Qué? Yo no he hecho tal cosa —miento, fingiendo indignación.

—Oh, por favor. La discreción no es tu fuerte. Lo de cerrar los estores fue muy poco sutil. —Aiden me guiña un ojo.

—No sabía que Audrey y tú estuvierais liados. —Oliver se frota el mentón, pensativo.

—¿Audrey y Jayce están liados? —pregunta Dean a Oliver, aún más confuso que antes— ¿Cuándo sucedió eso?

—No estoy seguro, pero recuerdo que en Navidad se pasó la cena mirando el teléfono con cara de bobo. Probablemente desde antes de ese día.

—Ostia, pues me mola la idea. Audrey es una tía genial.

—¿Hola? Existo. No habléis de mí como si no estuviera aquí —me quejo, pero ellos siguen.

—Sí que es genial —admite Oliver—, aunque con lo mal que se le dan las mujeres a Jayce, seguro que la caga en algún momento.

—¡A mí no se me dan mal las mujeres! Y deberíais meteros en vuestros asuntos y no chismorrear sobre mí. Aquí todos tenemos nuestros secretos. ¿O crees que no sé que Claire y tú os lo montasteis en una sala de reuniones poco después de empezar a salir? —digo yo acusándolo con el dedo. Oliver se queda lívido y después señalo a Aiden—. Y tú, sé que usas el teléfono de tu despacho para mantener conversaciones sexuales con tu mujer. —Aiden abre la boca para quejarse, pero vuelve a cerrarla al darse cuenta de que no hay nada que replicar. Una vez lo pillé sin querer con las manos en la masa cuando entré en su despacho—. Incluso aquí el señor responsable no es un ejemplo de nada. —Ahora señalo a Will—. Ambos sabemos que no estás libre de pecado. —En realidad esto último es todo suposición porque contra él no tengo pruebas claras, pero por la forma en la que calla y no lo niega, sé que he dado en el clavo.

Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora