Epilogo

427 17 3
                                    

Audrey

2 años después

Hoy es un día especial: los padres de Jayce van a casarse. Por eso estoy aquí encerrada en el baño de la casa unifamiliar que comparto con Jayce desde hace nueve meses, dando un poco de color a mi pálido rostro. He peinado mi cabello en suaves ondas que se desparraman por mi espalda. Solo me falta colocarme el vestido color azul celeste que compré para la ocasión y que no me he puesto todavía para no mancharlo de maquillaje.

Llaman a la puerta con los nudillos.

—Oye, tú, a este paso vamos a llegar tarde.

—¡Voy! —exclamo dando los últimos retoques al labial rojo.

Me miro en el espejo una última vez, comprobando que todo está en su sitio, y salgo.

La casa que Jayce y yo compramos está en Lenox Hill, muy cerca de la casa de Aiden y Lucy. La vimos en venta un día que fuimos a visitar a la familia y decidimos comprarla. Es un buen sitio en el que formar una familia y está cerca del sitio donde trabajo.

Estos dos años con Jayce han sido una fantasía. Puede que hayamos discutido, porque Jayce y yo tenemos un carácter parecido, pero nos hemos amado por encima de todo, y hemos convertido la confianza y el respeto en los pilares fundamentales de nuestra relación.

Me dirijo al dormitorio, saco el vestido azul de la funda y me lo pongo. Me calzo unos zapatos plateados y cojo de la cómoda un pequeño bolso de mano a conjunto. Luego, bajo las escaleras hasta la planta baja. Mientras lo hago, mientras bajo, me quedo absorta mirando las fotos que cuelgan en la pared, que pertenecen a nuestra familia y amigos.

La primera es una foto del cumpleaños de mi padre, hace dos años. Fue la primera vez que llevé a Jayce a casa de papá y mamá, y tanto ellos como mi hermana Lotta se quedaron prendados de él.

La siguiente es una foto de todos nuestros sobrinitos de pie frente al jardín de la casa familiar de los MacKinnon. Están los cuatro hijos de Aiden y Lucy, el hijo de Claire y Oliver, la hija adolescente de Will, el hermano adolescente de Chloe, y la pequeña de la casa, Sky, la hija de Chloe y Will que nació poco después de que Jayce y yo nos reconciliáramos.

También hay otra donde salen los cinco hermanos MacKinnon vestidos con kilt, que es la perdición de cualquier persona con ojos operativos.

Otra de las fotos es de Ruby y mía, en mi pequeño despacho, celebrando juntas un premio que conseguí en el Colegio de abogados por mi dedicación.

Y otra, con Caroline y Neal el día de su boda.

Y hay otra foto con toda la familia, incluida Ava, la madre de Jayce, que posa junto a su padre y el resto con una sonrisa feliz. Al final, en estos dos años, Ava ha conseguido la redención y todos sus hijos, incluido Jayce, le han hecho un hueco en su vida.

Aunque, mi foto preferida, es la última. Es la foto del día en el que Jayce y yo nos casamos, hace seis meses. Nos casamos en la terraza de un hotel, con la ciudad de Manhattan de telón de fondo, y fue una boda preciosa, sentida, en la que ambos firmamos un nuevo contrato: el de nuestro matrimonio.

Con una sonrisa sigo recorriendo estas imágenes que me alegran el corazón, hasta llegar a la planta baja y buscar a Jayce por el salón. No lo encuentro. Estoy a punto de llamarlo cuando lo siento tras de mí. Me giro y me enfrento a él. Dios, está tan sexy que me flojean las rodillas.

Lleva esmoquin en la parte de arriba, pero, en la de abajo, lleva el kilt con los colores del clan MacKinnon, con cuadros verdes y rojos. Como he dicho ya, ver a un MacKinnon con kilt es la perdición de cualquiera con ojos operativos. Me relamo los labios como una pervertida mientras me imagino subiendo la tela de esa falda para besar lo que hay debajo...

Con una sonrisa torcida, supongo que dándose cuenta del efecto que causa en mí, Jayce dice:

—Señora MacKinnon, está usted preciosa.

—No más que usted, señor MacKinnon.

Jayce se ríe y me estrecha entre sus brazos.

—Audrey...

—Dime.

—Te quiero. —Luego baja una mano por mi abdomen hasta colocarla sobre mi vientre, ahí donde hace pocos días supimos que había empezado a latir el corazón de una nueva vida—. Y a ti también te quiero, pequeño vástago sin nombre.

Compartimos una mirada llena de amor y nos besamos saboreando el amor y la felicidad que crece y se fortalece a cada día que pasa.

Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora