Que hacemos aqui

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Audrey

El viernes, la enorme sala de conciertos está llena a rebosar. Se palpa en el ambiente la excitación y la energía del público que espera con ansias que la banda de rock aparezca sobre el escenario. Las luces tenues iluminan el escenario vacío, llenándolo de luces y sombras. Al contrario que la gente que me rodea, yo no estoy nada emocionada de estar aquí. Caroline, a mi lado, se mueve al ritmo de la música que suena de fondo.

—Tía, ¿podrías dejar de poner cara de estreñida? Ya que estamos aquí, intentemos pasarlo bien.

Caroline se señala la comisura de los labios para indicarme que sonría y yo estiro mis labios en una mueca para complacerla.

—Lo siento. Te obligué a venir conmigo y estoy siendo una pésima compañía.

—Hombre, yo no diría que pésima. Aburrida más bien.

Su comentario afloja un poco la tensión que lleva horas instalada en mi pecho. Como si mi cerebro se negara a relajarse, miro la pantalla del móvil en busca de alguna notificación, pero nada. De hecho, aquí no hay cobertura. Ante mi resoplido, Caroline me aprieta el brazo con suavidad.

—¿Qué te preocupa?

—Nada —miento.

—¿A Jayce no le hace gracia que estés aquí?

—Bueno, para eso tendría que saber que estoy aquí.

—¿Qué? —Los ojos de Caroline se abren de par en par—. ¿No se lo has dicho? —Niego con la cabeza y ella me lanza una mirada llena de incomprensión—. ¿Por qué?

Me quedo unos segundos sopesando la respuesta.

—Es que Jayce no está pasando por un buen momento ahora mismo y pensé que sería mejor no agobiarlo más con algo tan trivial como esto.

—No sé yo si se le puede llamar algo trivial al hecho de asistir al concierto de tu exnovio con el que planeabas casarte.

—¡Solo es un concierto! No es como si hubiera quedado con él a solas y a escondidas de Jayce. Además, no hay necesidad de contarlo todo. Tenemos una relación, pero seguimos siendo personas independientes.

—Ya. Pero si no recuerdo mal Richie y Jayce se pegaron por ti no hace mucho. No digo que le expliques las veces que vas al baño, pero dadas las circunstancias, hubiera sido considerado ponerle al corriente sobre esto.

Hago un mohín, sé que tiene razón, pero estos últimos días Jayce ha estado meditabundo por el anuncio de su padre, y muy estresado por un pico de trabajo, y no encontraba el momento adecuado para hablarle de esto.

—Bueno, tampoco se va a enterar. Ni siquiera nos tenemos que quedar al concierto completo.

Caroline alza las cejas con curiosidad.

—Sigo sin entender por qué has insistido tanto en venir si no te apetece.

En realidad, yo tampoco lo sé, pero desde que leí el mensaje que me envió sentí que asistir a este concierto era una forma de cerrar el ciclo con él. No sé explicarlo mejor. Han sido quince años. Quince años con altibajos, pero entre los momentos malos también ha habido momentos buenos, momentos regulares y algún que otro muy bueno. Y, aunque ahora entiendo que lo que sentía por él no era amor de verdad, porque ahora que estoy con Jayce conozco la diferencia, entre Richie y yo hubo cariño y comprensión.

Tras este pensamiento, el escenario se sume en la oscuridad. Segundos después, los acordes de una guitarra eléctrica comienzan a resonar por la sala cargando de energía el ambiente. La multitud estalla en aplausos cuando las luces vuelven a encenderse mostrando a los músicos ya en el escenario. Ahí, en medio, se encuentra Richie, vestido con una camiseta de los Ramones, el pelo revuelto y esa sonrisa carismática que tanto consiguió enamorarme antaño. Tengo que admitir que Richie tiene ese algo que se necesita para convertirse en un ídolo de masas. Es magnético, atrayente. Y se convierte en otro subido sobre un escenario. A mi alrededor, el público enloquece cuando la voz de Richie, rasgada y masculina, empieza a entonar los primeros versos de una canción.

Durante la siguiente media hora, las canciones se suceden una tras otra. Son buenos, siempre lo han sido, pero ahora tienen algo que antes no tenían: un público entregado y la seguridad de gustar. En algún momento, los ojos de Richie se encuentran con los míos y sé por su sonrisa que me ha visto, que sabe que estoy aquí, apoyando este momento tan importante para él. Cerrando nuestro círculo. Dejando que abra uno nuevo él solo.

Cuando anuncian el descanso, la multitud estalla en aplausos y gritos de euforia y yo sé que ya he cumplido con mi cometido aquí.

—¿Nos marchamos? —le pregunto a Caroline que ha cantado, brincado y berreado como si realmente fuera una auténtica fan de la banda.

—¿Ya? —Parece decepcionada.

Asiento con un movimiento de cabeza y no insiste. Nos abrimos paso entre la multitud, pero apenas conseguimos dar unos pasos cuando Richie vuelve a coger el micrófono.

—Quiero aprovechar este breve descanso para hablar con una persona. Alguien importante para mí. ¿Audrey?

La tensión se apodera de mi cuerpo cuando escucho mi nombre salir de sus labios. Trago saliva, miro hacia el escenario y mis ojos topan de inmediato con los de Richie.

—¿Audrey? Sube, por favor.

La enorme sala de conciertos se sume en un silencio expectante mientras todos parecen buscar a la tal Audrey que Richie ha mencionado. El corazón me late enloquecido y la ansiedad se apodera de mi estómago. Lo único que deseo es salir corriendo sin mirar atrás, pero me siento bloqueada, no puedo reaccionar.

—Audrey, por favor —insiste Richie.

Caroline me mira interrogativa, cómo preguntándome qué quiero qué haga. Sé que se antepondría ante una bala por mí, pero ni siquiera sé que es lo que debería hacer yo. ¿Cómo se supone que debo responder a la demanda de Richie? Al final, como una autómata, doy un paso al frente y subo al escenario junto a él. Cuando lo hago, el público estalla en gritos ensordecedoras. El pulso martillea en mis oídos.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunto entre dientes, en un susurro, para que nadie nos oiga. Pero él no responde, vuelve a acercarse el micrófono a la boca y dice, mirándome con firmeza.

—Audrey Simmons, sé que te he hecho pasar por mucho en los últimos quince años. Tenías razón al decir que te hice renunciar a una vida por mí, y fui egoísta por pedirte que esperaras una vez más, así que —dice ante mi perpleja mirada, Richie hinca una rodilla al suelo, me coge de la mano y dice—: cásate conmigo. Tal y como habíamos planificado. Casémonos mañana mismo si eso es lo que quieres.

La sorpresa y la incredulidad me inundan mi sistema. No puedo creer lo que estoy escuchando. Las palabras de Richie retumban en mi mente como un eco interminable, y mi corazón late desbocado. No puedo pensar, ni reaccionar. Estoy tan conmocionada que enmudezco.

El silencio en la sala se vuelve profundo, como si el tiempo se hubiera detenido. Todos los ojos están puestos en nosotros, esperando mi respuesta.

Richie parece impaciente, pero mi silencio no parece importarle demasiado. Después de unos segundos, sin que yo haya abierto la boca en ningún momento, se pone en pie con euforia y grita a la multitud:

—¡Sí! ¡Ha dicho que sí!

El público estalla en una mezcla de aplausos, gritos y vítores y, en un impulso, Richie me abraza, envolviéndome entre sus brazos. En ese momento, todo lo que puedo sentir es un profundo deseo de llorar y una mezcla de emociones abrumadoras que amenaza con desbordarse.

Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora