Mamá...

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Jayce

No sé en qué momento acepté que Audrey me acompañara a la cena de los viernes. Pero lo hice, y aquí está, a mi lado, esperando nerviosa frente la puerta principal de la casa familiar. Lleva una cajita con pasteles en una mano y una botella de vino en la otra. Y se ha arreglado para la ocasión. Se ha puesto un vestido sencillo de color azul marino bajo un abrigo de paño y lleva el cabello suelto sobre los hombros, peinado en suaves ondas.

—Vaya, nada ha cambiado desde la última vez que vine— susurra mientras revolotea su mirada alrededor.

Asiento con una sonrisa ansiosa, porque solo puedo pensar en una cosa: en el reencuentro con mamá.

—Los MacKinnon somos de mentalidad pragmática: si algo funciona, lo mantenemos.

La casa familiar está ubicada en Little Italy, cerca de Mulberry Street, y es una vivienda unifamiliar de estilo victoriano con una fachada bonita, jardín delantero y un pequeño porche, que es donde nos encontramos ahora.

Tras unos segundos de espera, la puerta se abre. Desde el interior nos llega el sonido de conversaciones, voces infantiles, risas y movimiento. Papá nos recibe con una sonrisa insegura y yo parpadeo, sorprendido por la mezcla de estilos que lleva. Se ha puesto camisa y americana, y se ha peinado el cabello hacia atrás en un intento de look moderno que a él le queda raro. Incluso lleva vaqueros. No sé cuánto tiempo hace que no le veía con vaqueros.

—Vaya. —Lo repaso con la mirada—. Pareces... otro.

—Sí, mi ropero se había quedado anticuado y quería probar con algo diferente. —Se retuerce el bigote, nervioso. Se nota que ha cuidado su aspecto para alguien en concreto y obvio que ese alguien no somos nosotros.

—Está estupendo, señor MacKinnon. Realmente sus hijos se parecen mucho a usted —dice Audrey mirándolo fascinada. Todo el mundo lo dice que mis hermanos y yo nos parecemos a nuestro padre y que este es un fiel retrato de cómo nos veremos cuando lleguemos a su edad. Saliendo de su ensimismamiento, Audrey le ofrece lo que lleva en las manos —: Les he traído esto, espero que sea de su agrado. Gracias por permitirme pasar la noche con ustedes.

—Oh, cielo, no tenías por qué traer nada. Y llámame Andrew, a fin de cuentas ya nos conocemos.

—¿Se acuerda de mí? —pregunta sorprendida.

—Por supuesto. Me pareciste una chica muy inteligente y divertida.

—Oh. —Las mejillas de Audrey se llenan de rubor—.Gracias.

—Pasad. Sois prácticamente los últimos en llegar. Solo falta Ava.

Entramos en la casa y cerramos la puerta a nuestro paso. El alivio recorre mi sistema nervioso al pensar que mamá aún no ha llegado. Eso me va a dar unos minutos para mentalizarme con el reencuentro.

Audrey a mi lado se queda muy quieta mirándolo todo. Se abraza a sí misma un poco nerviosa. Yo intento ver a través de sus ojos lo que ella está viendo. La planta de esta casa es rectangular, estrecha y alargada, con espacios diáfanos. A la derecha hay una escalera que sube, y a la izquierda el espacio se abre para mostrarnos la unión de los ambientes comunes. Primero va el salón, donde frente a una chimenea de piedra y un televisor de 85 pulgadas hay un conjunto de sofás y sillones, después la zona de comedor con una mesa alargada ya servida con platos, cubiertos, copas y vasos, y al fondo, una cocina moderna con barra americana. A todo esto, hay que sumarle el hecho de que hay gente por todas partes. Desde que la familia MacKinnon empezó a crecer, los viernes, esta casa se convierte en una jaula de grillos. Sobre la alfombra y frente a los sofás, mis sobrinos Finn, de cinco años, Leo, de tres, y Charlotte (o Charlie) de dos, están jugando a piezas de Lego. Los acompaña su padre, Aiden, de pie, con el pequeño Nate, un bebé de meses, dormido en la mochila de porteo. Mis cuñadas Claire, Lucy y Chloe están en la cocina ayudando a preparar la cena junto a mi abuelo Duncan y papá, que se suma a ellos tras dejar la caja con los pasteles y el vino que ha traído Audrey en la encimera. Oliver, a un lado, sostiene a Gavin entre los brazos. El bebé está despierto y mira todo con ojos muy abiertos. Sentados en la mesa, con cara de aburrimiento profundo, están mi sobrina adolescente Faith con el hermano de Chloe, Rider. Rider vive con Will y Chloe, ya que no tiene más familia, por lo que se ha integrado a los MacKinnon. Y digamos que su relación con Faith es complicada. Por último, está Will, que habla por teléfono en un rincón. Dean no está porque ha preferido quedarse en Harvard estudiando.

Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora