¿Abocado al fracaso?

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Audrey

Tomo decisiones. Rápidas, concisas. Me despido de Caroline, detengo un taxi y le pido que me acerque al edificio del bufete MacKinnon. Jayce dijo que trabajaría hasta tarde. Cuando llego me cuesta mucho convencer al agente de seguridad para que me deje pasar al interior de las instalaciones sin una acreditación. Le ha convencido mi súplica y la urgencia de mi voz. Sin embargo, cuando llego al despacho de Jayce, él no está dentro.

Recorro las oficinas con esperanza, pero no lo veo por ninguna parte. Vuelvo a llamarlo pero no responde. Frustrada, salgo del edificio, detengo un taxi de nuevo y le doy la dirección de Jayce. Si no está en el trabajo, tiene que estar en su casa. Sin embargo, cuando entro en el piso, las luces están apagadas y no hay rastro de él. ¿Dónde se habrá metido?

Mi última esperanza es el bar escocés que suele frecuentar con sus hermanos. El Green Pub. Me dirijo ahí con el corazón atragantado en la garganta. El bar está lleno cuando entro, pero ni rastro de él.

Intento llamarlo varias veces, pero no responde en ningún momento, así que decepcionada regreso a mi apartamento. Cuando el taxi se detiene frente a mi puerta, siento que estoy a punto de desfallecer. Sin embargo, recobro las fuerzas cuando veo a Jayce sentado en los escalones que suben hasta el portal del edificio.

—¡Jayce! —digo arrojándome a sus brazos. Pero Jayce no me corresponde. Me separo para mirarlo. Huele a alcohol, sus ojos están ausentes y tiene la camisa arrugada y el pelo revuelto—. ¿Has bebido? —pregunto cogiendo con suavidad su barbilla para obligarlo a mirarme a los ojos.

Jayce parpadea lentamente, enfocándose en mi rostro.

—Audrey... ¿por qué lo has hecho? —me pregunta arrastrando las palabras. Sus ojos se llenan de lágrimas.

No necesito que se explique. Sé que se refiere a Richie. Intento razonar con él, hacerle comprender que todo ha sido una treta de Richie, que no es cierto que haya aceptado casarme con él, que nada de lo que haya podido ver es cierto, no lo convenzo. Estar borracho dificulta mucho la comunicación.

—¿Por qué no me dijiste que ibas al concierto? ¿Por qué me mentiste?

—No te mentí, solo... lo oculté. No quería preocuparte. Suficiente tienes con lo de tu padre.

—Eso son excusas —brama con un movimiento de cabeza lento y torpe—. Debí haberlo imaginado, que después de todo volverías con él. Richie es como el helado de menta y chocolate.

Lo miro confusa.

—¿Qué? ¿Cómo el helado de menta y chocolate? ¿A qué te refieres?

—Puede que haya mil sabores de helados en la carta, pero siempre acabas eligiendo el mismo

Niego con un movimiento de cabeza, con vehemencia, y Jayce hace el intento de ponerse en pie, intento que acaba con él perdiendo el equilibrio y cayéndose del culo sobre el mismo escalón del que quería levantarse.

—No he elegido a Richie —insisto—. Le he dicho que no, Jayce. A quién quiero es a ti, ¿entiendes?

Jayce me mira con ojos idos, sin decir nada. Veo la duda brillar en el fondo de sus ojos azules. Sé que no debería hacer caso de lo que dice en este estado, pero me siento dolida por su falta de confianza. ¿Cómo ha podido creer que iba a casarme con Richie? No le expliqué lo del concierto, vale, eso fue un error tremendo, pero, aun así, ¿de verdad cree que sería capaz de volver con Richie sin romper antes con él?

Escucho pasos de alguien corriendo y veo a Dean, el hermano pequeño de Jayce, avanzar hacia nosotros. Se detiene frente al tramo de escaleras, con la respiración agitada.

—Ey, Audrey. He ido a por un café para Jayce a ver si espabila —dice mostrándome la taza de cartón que sostiene en la mano derecha. Asiento despacio y al percatarse de mi expresión, añade—: Siento no haber evitado que se presentara aquí en este estado. Ha insistido en venir y no ha parado hasta detener un taxi, subirse dentro y darle tu dirección. Espero que no haya dicho muchas tonterías. Él... —se detiene unos instantes como si buscara las palabras adecuadas para explicarse—, estaba muy afectado por lo tuyo y cometió el error de querer ahogar las penas en alcohol.

La expresión en el rostro de Dean es indescifrable. Sé que no le debo explicaciones, pero se las doy.

—Nada de lo que dicen es cierto. No he aceptado casarme con Richie. Me bloqueé y él aprovechó mi aturdimiento para mentir y decir que le había dicho que sí. Pero no lo hice.

—Te creo —se apresura a decir—. Y estoy seguro de que Jayce también lo hará cuando pueda razonar con claridad.

Se acerca a Jayce, le palmea el hombro y le ofrece el vaso de café.

—Venga, campeón, tómatelo.

Jayce obedece. Da varios sorbos al café con la mirada perdida.

El sonido del motor de un coche es precedido por la luz de los faros iluminando la calle oscurecida. Segundos después, un taxi se detiene frente a nosotros.

—Lo he pedido yo —me explica Dean—. Voy a llevar a Jayce a su casa para que duerma la mona.

—Vale.

Dean pasa un hombro por debajo de su axila para apoyar su peso en él y levanta a Jayce del sitio. Luego, con mi ayuda, lo metemos dentro del taxi. Tarda dos segundos en cerrar los ojos y quedarse dormido. Dean voltea el coche para sentarse en el otro asiento, pero en el último momento se detiene, y me mira por encime del techo del vehículo.

—Oye, no hagas mucho caso de lo que Jayce haya dicho hoy. Ha bebido por encima de sus posibilidades y no era consciente de lo que decía, ¿vale

Asiento con un movimiento de cabeza, Dean sonríe a modo de despedida y desaparece dentro del taxi. Luego este se pone en marcha y desaparece por la calle vacía. Yo me quedo en el sitio viéndolo marchar, con el corazón en un puño y la sensación de que todo lo que estaba bien ha dejado de estarlo de pronto

Una relación es confianza, comunicación, creer en el otro a pesar de lo que digan los demás. Sin embargo, Jayce y yo hemos dilapidado todo eso en una sola noche. ¿Esto es una señal de que lo nuestro está abocado al fracaso?

Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora