Audrey
Cojo la mano de Caroline, abro la puerta de la casa y la arrastro hasta mi habitación ignorando la forma en la que descuelga la mandíbula hasta el suelo, como si se tratara de un dibujo animado.
Caroline aún no sabe nada sobre lo sucedido esta madrugada, así que es totalmente justificada su reacción.
Cuando cierro la puerta tras de mí, le cuesta unos segundos recuperar el habla.
—Estoy en shock.
Nos sentamos en la cama, una al lado de la otra.
—Quería decírtelo, pero no me ha dado tiempo —musito. Ella abre los ojos de par en par.
—¿Es qué tú y él...? —Dibuja un círculo juntando el pulgar e índice de una mano y con el dedo índice de la otra lo atraviesa de forma repetida, para que entienda lo que quiere decir.
Me pongo roja como un tomate.
—¡Por Dios, Caroline, no!
—¿Qué? No te juzgo, está buenísimo. Si te has puesto en contacto con él después de tantos años para echar ese polvo que teníais pendiente, bien por ti. Solo espero que me cuentes todos los detalles.
El ardor en mis mejillas aumenta. Me pongo un dedo en los labios para que baje el volumen.
—Puede escucharte.
Sin perder tiempo, entre susurros, le explico lo sucedido en las últimas horas. No sé cómo sentirme respecto al hecho de que piense que he llamado a Jayce para tener sexo con él.
¡Solo hace dos semanas que Richie y yo rompimos! No estoy tan... desesperada. Aunque tenga razón en eso de que está buenísimo. Cuando Caroline comprende lo sucedido, vuelve a abrir mucho los ojos y la boca.
—Tía, ¡qué fuerte! ¿Entonces Harrison te estafó? ¿Este es el piso de Jayce?
—Eso es.
—¿Me estás diciendo que en una ciudad en la que viven 8 millones de personas, tú has ido a parar a la casa de tu amor secreto de la universidad?
El rojo de la vergüenza ya no puede ser más intenso.
—No lo llames así. No fue mi amor secreto de la universidad.
—Oh, sí. Ambas sabemos que sí. Nunca entenderé por qué en lugar de dejar a Richie y vivir un romance con Jayce, seguiste con él, pero ese ya es otro tema.
—¿Podemos dejar eso de lado y centrarnos en lo importante?
—¿Y qué es lo importante?
—¿Qué voy a compartir piso con Jayce?
—Guau, ¿en serio? Pero ¿por qué? Es decir, este piso es suyo. A ti te estafaron. ¿No puede echarte de aquí?
—No. Al menos no durante dos meses.
—¿Dos meses?
Asiento.
—En el contrato había una cláusula según la cual el propietario podía avisarme con 60 días de antelación para recuperar la vivienda. Así que voy a acogerme a esa cláusula para vivir aquí esos dos meses mientras busco otra cosa.
Caroline frunce un poco el ceño, mostrándome su desacuerdo.
—Oye, no tienes que hacer esto. Neal y yo podemos acogerte en nuestra casa de nuevo hasta que encuentres otra cosa.
—Ni de coña. Pagué 9.000 dólares. No voy a rendirme tan fácil. —No le cuento que, en realidad, Jayce propuso devolverme el dinero.
—Pero sabes lo que significa que Jayce y tú compartáis piso, ¿verdad?
—Mmmm. No. ¿Qué?
—Que también vais a acabar compartiendo la cama.
Me río. Hay que reírse cuando Caroline se pone en plan vidente.
—Estás loca.
—Te conozco, Audrey. Jayce MacKinnon es tu debilidad. Y ya sabes lo que dicen de él en las revistas sensacionalistas. Es todo un mujeriego. En cuanto te des cuenta, estará empujando dentro de ti, apretando con sus fuertes y turgentes glúteos, para poseerte y llenarte con su dulce néctar. —Suelta un suspiro soñador.
—¿Con su néctar? Puaj. ¿Puedes dejar de leer novelas eróticas? Por favor y gracias. —Pero las palabras de Caroline despiertan fantasías. Fantasías que hacía mucho tiempo que permanecían enterradas. Me imagino a Jayce empotrándome contra una pared, besándome por todas partes, empujando dentro de mí como si fuera la mujer más deseable del plantea. Trago saliva y sacudo la cabeza, alejando esas fantasías.
Es demasiado fácil dejarse llevar por ellas.
—Eso no pasará. Estoy protegida de él. —Levanto la mano y le enseño el anillo de compromiso como quién muestra el arma definitiva que le ayudará a salvar a la humanidad de la destrucción inminente.
—¿Por tu... anillo? Creo que no te sigo. ¿Es el anillo Único creado por Sauron?
Paso de sus referencias a El señor de los anillos.
—Él cree que sigo prometida con Richie. No sabe que hemos roto. Dio por hecho que seguíamos juntos al ver el anillo y no lo saqué de su error.
Caroline niega con la cabeza.
—No creo que mentirle sea buena idea.
—¿Por qué no?
—Porque las mentiras casi nunca son la solución. Y porque mientes de pena.
—¡Yo no miento de pena! —me quejo.
—Sí que lo haces. Aún recuerdo aquel año que quisiste organizarme una fiesta de cumpleaños sorpresa. Me metiste en el grupo de WhatsApp que abriste para la ocasión.
—Bueno, ese fue un pequeño error.
—Lo que quiero decir es que tarde o temprano Jayce sabrá que Richie y tú habéis roto y... os acostaréis. Hay demasiada tensión no resuelta entre vosotros como para que no suceda. Aún me pregunto cómo os resististeis el uno al otro durante la universidad.
—Me resistí entonces y seguiré resistiéndome ahora.
—Ajá. ¿A quién intentas convencer? ¿A ti o a mí?
Le lanzo una mirada cargada de reproche y ella se ríe entre dientes. Sé que solo me dice esto para ponerme sobre aviso. Pero no hace falta. Lo mío con Jayce es un imposible. Lo fue hace seis años y lo sigue siendo ahora, aunque ya no esté con Richie. Porque Jayce es un mujeriego y yo me niego a ser un nombre más en la lista de alguien. Y porque ahora amigos somos archienemigos que apenas pueden verse.
Podré resistirme a los encantos del highlander.
ESTÁS LEYENDO
Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)
RomanceMe llamo Audrey Simmons, soy abogada y acabo de romper con mi novio, con el que llevaba 15 años de relación. Desde entonces he buscado un piso para vivir en Manhattan, lo que no ha sido fácil. Por eso, cuando me ofrecen la posibilidad de vivir en un...