Recuerdo

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Jayce

9 años antes

¿Cómo empezó todo? ¿Cómo un hombre mujeriego como yo acabó enamorándose? Pues... no lo sé, la verdad. Simplemente ocurrió. Desde el primer momento en el que Audrey y yo coincidimos frente a la puerta del aula en la que ambos teníamos clase, sentí curiosidad por ella. Y esa curiosidad creció y creció a lo largo de las semanas posteriores.

Empecé Derecho pensando que seguiría la tónica de los cursos anteriores en la universidad: salir con una chica distinta cada semana y limitarme a vivir el ambiente universitario sin pensar en nada más que pasarlo bien. Pero entonces apareció Audrey y lo cambió todo. Desde ese primer encuentro nos acostumbramos a ir juntos a todas partes, ya que teníamos horarios casi idénticos, a excepción de un par de optativas.

Me acostumbré a su compañía. Era fácil hacerlo. Era guapa, lista y divertida. Nos reíamos mucho juntos. Y... no sé, en algún punto supe que me gustaba, a pesar de que intenté ignorarlo porque el compromiso nunca fue lo mío. Pero ya no me apetecía estar con otras mujeres. Desde que conocí a Audrey no me había enrollado con nadie. Cada rato libre lo pasaba con ella. Fue Will, que por aquel entonces estudiaba tercero, quién dijo:

—Ya es como si fuerais pareja, ¿no? Estáis siempre juntos. Sois como novios que no tienen sexo. Os perdéis la parte divertida. Y salir con alguien de forma oficial tampoco es el fin del mundo, créeme. —Por aquel entonces Will hacía tiempo que salía con Layla, la chica con la que después se casaría, tendría una hija y años después se divorciaría. Y bueno, no sé, me metió esas ideas en la cabeza hasta que me convenció.

Quizás, a fin de cuentas, salir con una chica no era tan malo. No tenía experiencia en el arte de las relaciones sentimentales. Las pocas que había mantenido habían salido mal, porque nunca estuve enamorado. Pero con Audrey era diferente. Audrey me encantaba, me volvía loco. Con Audrey sí que podía imaginarme un final feliz al estilo de los cuentos de hadas.

Decidí confesarle mis sentimientos un viernes por la tarde. Recuerdo que me puse la sudadera azul de Harvard que le presté en nuestro primer encuentro, y llamé a la puerta de su piso en la residencia de estudiantes con la emoción bailándome en la garganta. Estaba nervioso y había ensayado el discurso frente al espejo durante mucho rato. Quería decirle que me gustaba, que creía que lo nuestro tenía futuro y que deseaba ser su novio.

Dios, qué patético visto en retrospectiva.

No sé cuánto tiempo esperé plantado en aquel pasillo hasta que finalmente alguien abrió. Pero ese alguien no era Audrey, ni tampoco Caroline, la chica con la que compartía el piso. La persona que apareció al otro lado de la puerta era un hombre. Un hombre con una camiseta de rock, cara de acabar de fumarse un peta, ojos inyectados en sangre y una expresión de desconcierto. Además, se podía percibir claramente el olor a marihuana que lo rodeaba.

—¿Y tú quién eres? —preguntó él con una sonrisa vacilona en los labios.

Entrecerré los ojos.

—Eso debería preguntarlo yo. Este es el piso de Audrey y Caroline.

—Ajá. ¿Y a cuál de las dos buscas?

—¿Audrey? —Alcé la voz proyectándola hacia el interior del piso para que ella pudiera escucharme.

Él alzó las cejas, escrutándome con curiosidad. 

Segundos después, Audrey apareció a su lado.

—¿Jayce? —Sus ojos se abrieron de par en par y leí la ansiedad en ellos.

—¿Quién es este? —preguntamos al unísono, señalándonos el uno al otro.

Audrey se quedó cortada. Apartó la mirada de la mía y empezó a morderse el labio, algo que hacía cuando se ponía nerviosa. El tipo, con toda la confianza del mundo, tomó a Audrey por la cintura y la atrajo hacia él, en un gesto posesivo que no me pasó desapercibido.

—Soy su novio, Richie. —Me ofreció la mano y yo me quedé en shock, mirándolos a ambos, intentando procesar lo que acababa de decir. A día de hoy no recuerdo si llegué a estrechársela 

¿Aquel tío era el novio de Audrey? ¿Audrey tenía novio?

Busqué la mirada de Audrey con desconcierto, esperando que me dijera que aquello era una broma, o que había entendido mal. Ella se limitó a asentir despacio antes de volver a fijar sus ojos en los míos.

—Sí, él es mi novio. Ha venido sin avisar. —Luego forzó una sonrisa, miró al tal Richie y me presentó—: Él es un compañero de la universidad. Se llama Jayce MacKinnon y vamos juntos a clase. —Tras esa breve presentación se dirigió a mí—: ¿Qué haces aquí? ¿Necesitas algo?

Negué con un movimiento de cabeza, aún aturdido. Los pensamientos se amontonaban y enredaban unos con otros. Intentaba encontrar un sentido al hecho de que Audrey estuviera saliendo con un tipo que olía a marihuana y tenía pinta de ser un capullo. Tengo buena intuición con la gente, y no me quedaba duda alguna de que el tipo que tenía enfrente no era de fiar.

—Yo solo... quería preguntarte si te apetecía que cenáramos juntos —dije intentando disimular el dolor que me atravesaba las costillas.

—Creo que eso no va a ser posible. Audrey y yo tenemos mucho que hacer esta noche. —Me guiñó un ojo y palmeó su culo—. Tenemos que recuperar el tiempo perdido, ¿verdad? Demasiadas semanas separados. —La miró con una sonrisa intencionada y a mí se me revolvieron las tripas. Ese tipo acababa de decirme en mi propia cara que iba a follarse a Audrey, y lo hacía marcando territorio, dejándome claro que era suya, como si se tratara de un objeto de su posesión. 

Miré a Audrey exigiendo una explicación, pero ella evitaba mi mirada. Después de casi dos meses pasando cada puto segundo juntos, no entendía cómo no me había dicho que tenía novio. Yo no le había preguntado, pero había tenido mil oportunidades para dejarlo caer.

Me marché de allí sintiéndome estafado. Nunca imaginé que la conexión que yo había creído tener con Audrey hubiera sido una invención de mi mente. Entonces, ¿la atracción que sentía hacia ella era unidireccional? ¿Cómo habían fallado tanto mis instintos?

Despechado, aquella noche salí de fiesta con unos colegas de la universidad y acabé acostándome con la primera mujer que se me puso a tiro. Desde aquel día volví a convertirme en el ligón de siempre, que salía con una mujer distinta cada semana y solo buscaba divertirse.

Pero con un pequeño matiz: en mi corazón solo había espacio para Audrey

Entre Leyes y Pasiones (Libro 4: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora