♪ Capítulo 40

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—¿Se puede saber que haces aquí, querida Daniela?

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—¿Se puede saber que haces aquí, querida Daniela?. Ahora eres tú la que me busca a mi ¿O qué?.

—Eso quisieras —puso los ojos en blanco mientras se acercaba con desinterés—. Vine de picnic con mis amigos de la iglesia.

Miré por encima de ella al lugar donde señalaba, justo a unos metros de distancia se encontraba un pequeño grupo de chicos y chicas sentados sobre una manta en el césped, algunos de ellos se mantenían parados cerca de allí. Todos reían y ninguno nos prestaba atención. Desde aquí podía ver qué se divertían.

—Entonces, ¿qué haces apartada de ellos ahora?. ¿Acaso me viste a lo lejos y quisiste acercarte? ¿Tantas ganas tenías de verme?.

En lugar de intimidar, se veía muy adorable cuando aparentaba estar molesta. Imaginé que ni siquiera se daba cuenta de ello. Eso me hizo sonreír inconcientemente.

Me miró indignada.

—Mira, yo ni siquiera sabía que estabas aquí, en primer lugar —replicó, ofendida.

Reí abiertamente ante sus palabras, me seguía viendo molesta así que decidí parar.

—Bien, te creo.

Ella puso los ojos en blanco.

—Por cierto, esto es tuyo ¿no? —al momento me lanzó el balón de fútbol.

Lo atrapé un poco desprevenido y sorprendido a parte iguales.

Cierto, había olvidado que estaba metido en un juego justo ahora. Y dicho juego no terminaría rápido ya que apenas íbamos para el segundo tiempo. Pero Daniela estaba aquí ahora, no podía irme y dejarla luego de que nos encontramos después de muchos días. Ni modo, los chicos podían esperar. Y yo no tenía intenciones de volver pronto.

—Bueno, me alegró mucho verte, Daniel. Pero ahora debo irme, mis amigos me esperan.

Agitó su mano en forma de despedida para en seguida darse la vuelta.

Espera ¿qué?.

La sonrisa que tenía se esfumó como por arte de magia, parpadeé varias veces saliendo de mi trance. ¿Cómo qué ya se iba? ¿Por qué tan rápido?. No, no podía permitirlo. Claro que no.

—Oye, Espera.

Ella se dio la vuelta y me miró confusa.

—¿Sí?.

La miré por un segundo mientras jugaba con el balón en mis manos. Me sentí... ¡Rayos!, me sentía nervioso y eso no era muy propio de mi. Recordé lo que dijo esa última vez que la ví, esas palabras que estuvieron dentro de mi cabeza todos estos días, palabras que a cada momento se iban convirtiendo en una esperanza, la esperanza de volver a verla algún día y cumplir con lo que dijo aquella vez.

A mis amigos... Bueno, a Gabriel le parecía una locura y una ridiculez aquella propuesta, decía que no era para tanto y que era imposible que eso sucediera así como así, pero para mí se había vuelto algo bastante valioso.

EFE 6: La Historia Comienza... 🍃[Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora