CAPÍTULO XXVIII: LA TELA DE ARACNE

34 12 9
                                    

—¿Tienes fuego, nena? —Preguntó un chico rubio treintañero acompañado de una joven punk con una cresta teñida de rosa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Tienes fuego, nena? —Preguntó un chico rubio treintañero acompañado de una joven punk con una cresta teñida de rosa. Lilith, que estaba sentada sobre un banco de madera bajo una farola que la iluminaba entre la maraña de arbustos, no pronunció ninguna palabra, tan solo extrajo un mechero de algún lugar de su chaqueta deportiva y se lo lanzó al chico, quien lo cogió al aire guiñándole el ojo. —Gracias, preciosa.

—La próxima vez evita llamarme nena como si fuese algo tuyo. —Replicó Lilith mientras el chico se aproximaba hacia ella para devolverle el mechero. La joven que lo acompañaba parecía regresar con un grupo de amigos que había reunidos a lo lejos del parque, a unos cincuenta metros de ellos. El chico, que ahora estaba solo, pronunció una sonrisa pícara.

—En realidad podemos serlo si tú quieres, ¿te doy mi número? —Añadió mostrándole sus dientes y aproximándose con seguridad hacia ella. —Me encantaría invitarte a dar una vuelta en mi moto.

—No quiero un amigo, y desde luego no quiero dar una vuelta en tu estúpida moto. —Respondió Lilith con todo crudo y directo. —Ahora dame mi mechero y vete, estoy esperando a alguien y no tengo paciencia para aguantar a seres humanos. —Añadió asestándole un manotazo a su mano y arrebatándole el mechero que le había prestado unos segundos antes. El chico levantó una ceja y negó con la cabeza alejándose inmediatamente y volviendo con su pandilla mientras levantaba su mano izquierda abriendo la palma de la mano y realizando un gesto de despedida.

—Gracias por el fuego igualmente. —Finalizó alejándose por completo y dejándola sola por muy poco tiempo.

Unos pocos segundos después una voz femenina sonó tras el banco sobresaltando a Lilith.

—Supongo que estarás de acuerdo conmigo si te digo que esta noche se está haciendo eterna. —Murmuró Elora tomando asiento al costado de su compañera, que asintió con la mirada puesta en la tierra.

Ambas permanecieron en silencio por minutos contemplando la soledad del parque bañada en oscuridad y haces ocasionales de farolas. En las inmediaciones podían apreciarse unas pocas luces provenientes de algunos pisos de los edificios que rodeaban el parque y, a lo alto, el brillo de las estrellas y la luna regían el cielo nocturno.

Los árboles se mecían al son de la suave brisa y algunos pelos sueltos de Lilith se habían escapado de la coleta y ahora se movían al compás. Se había deshecho del vestido y el maquillaje y ahora llevaba una camiseta de manga larga básica oculta bajo una chaqueta cortavientos deportiva de color plateado que parecía nueva y reluciente y unas mallas largas negras . Ella parecía preocupada e insegura, algo totalmente inusual. Elora no se hacía ni la más remota idea de lo que podía estar pasando por su cabeza, y eso la desconcertaba aún más. ¿Por qué la había llamado?

—¿Y bien? ¿Vas a decirme por qué estoy aquí? —Preguntó Elora con cara de pocos amigos. —Es muy tarde y estoy agotada, solo quiero dormir y que pase ya este día de mierda.

REDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora