CAPÍTULO XXXIII: LAS PLAGAS QUE EL DIABLO PROVEE

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—¿Está todo listo, Dave? —Preguntó Red tras el pinganillo

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—¿Está todo listo, Dave? —Preguntó Red tras el pinganillo.

—Un minuto. El ala norte todavía no está cubierta. Si la filtración de Díaz es correcta, Madame Étoile conoce todos los accesos del edificio, no podemos arriesgarnos a que escape por allí. —Murmuró Dave levantando los dedos de su mano izquierda hacia el pinganillo que llevaba en la oreja a través del cual se estaba comunicando con Red. Sus piernas comenzaron a moverse a una velocidad pasmosa y asombrosa, con una velocidad y un sigilo que rozaban lo fantasmal. Sus botas altas y robustas facilitaban la faena mientras echaba a correr hacia el fondo del pasillo con mucha cautela, tratando de evitar que algún guardia lo viese.

Tras el incidente en los muelles y en casa de Malcolm, Erebus había llegado a una especie de coalición con Díaz. La distribución de estupefacientes del área se haría con beneficios comunes a cambio de que Díaz facilitase toda la información que tenía acerca de otras bandas de tráfico alternas, acerca de "El Ojo" o del sacrificio ocurrido en el piso de Malcolm. Las investigaciones le llevaron a afirmar que Madame Étoile parecía estar de algún modo relacionada con lo segundo dada su coincidente localización de agenda cuando sucedieron todos los hechos y su anterior vinculación a antiguas bandas de narcotráfico y trata de personas.

—No tenemos más tiempo, Dave. Étoile está llegando, acaba de bajar de la limusina y va en dirección al hotel, no puedo alcanzarla desde aquí, ¡se nos acaba el tiempo! —Apretó los puños y sus venas del antebrazo se hincharon a la vez. —Va acompañada de siete seguratas armados. Pistolas Colt de calibre 45, me parece. Da igual si se queda una salida sin cubrir.

—Ryan... —murmuró con un tono exhausto que al mismo tiempo pareció contener un sinfín de cariño en un solo nombre. —confía en mí, sabes que puedo con esto.

Red cerró los ojos y algo dentro de su mente erizó su piel como solo Dave era capaz de hacerlo. Con su mirada posada en los amplios ventanales del piso del hotel, su mente viajó mucho atrás. Se visualizó en aquella noche en la que liberó por completo todos sus miedos, su pesar y su ser con aquel chico que había logrado ganarse su confianza hacía unos meses. La primera persona con la que se abría desde que lo perdió todo... incluso a él mismo, el primero que pudo devolverle la ilusión y la motivación para vivir en un mundo que, tal vez después de todo, no era tan malvado.

—Joder, Dave lo sé, solo... no mueras... —sonó menos imperativo de lo que le habría gustado. —por... por favor. —Su voz tembló y algo dentro de él se resquebrajó al imaginarlo.

Se visualizó a él en el lugar de Dave, como debía haber sido, pensó. Fue Dave quien insistió en dirigir el asalto y que él pasase a un segundo plano como francotirador en el edificio adyacente para cubrirle las espaldas e informar de todo lo que sucedía alrededor. "Siento que no confías lo suficiente en mí ni en las habilidades que tú mismo me has enseñado, y eso me duele muchísimo", le dijo la noche antes de aquello tras haber disfrutado y haberse empapado de él una vez más, una noche más, sumada a las últimas casi cien noches que habían pasado juntos los últimos 6 meses, las tenía contadas prácticamente a la perfección. Lo cierto es que confiaba en él y mucho, quizá demasiado, pero su instinto de supervivencia necesitaba protegerlo a toda costa. Era un pensamiento muy egoísta, él lo sabía, como también sabía que, si lo perdía, jamás podría volver a vivir en un mundo sin él.

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