CAPÍTULO XXV: LA CULPA ES DE LA LUNA

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El astro lunar comenzaba a teñirse de tonos sangrientos cubierta por nubes negras que la eclipsaban parcialmente y que se mecían junto a la brisa nocturna

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El astro lunar comenzaba a teñirse de tonos sangrientos cubierta por nubes negras que la eclipsaban parcialmente y que se mecían junto a la brisa nocturna.

Elora la observaba atentamente desde una de las azoteas de Times Square mientras tragaba saliva y escuchaba el bullicio de un sábado noche por las principales calles de Nueva York. De ser por ella se habría puesto a suplicar a la mismísima luna que todo saliese bien, a pesar de que nunca había creído en mitos y leyendas, esta vez era diferente, necesitaba aferrarse a algo que la tranquilizase de alguna manera.

—No me dijiste que iba a haber luna de sangre esta noche. —Murmuró agachando la cabeza hacia el tráfico, las luces de neón y las pantallas con anuncios brillantes de la calle que se reflejaban en sus pupilas en medio de la penumbra del cielo abierto.

—¿Eres supersticiosa? —Preguntó Hill aproximándose desde atrás y colocando sus manos sobre los hombros de la chica.

—En absoluto. —Respondió sin despegar la vista del frente.

—Mejor. —Añadió Hill deslizando una de sus manos sobre la cintura de Elora y acariciándola, haciéndola sentir realmente incómoda. —Antiguamente la luna de sangre anunciaba muerte, catástrofes, o en el peor de los casos, el apocalipsis. —Susurró cerca de la oreja de Elora mientras esbozaba una breve carcajada. —Hoy tú vas a comenzar a desatar en cierto modo el apocalipsis para una familia... o tal vez ellos lo desaten en ti. —Elora permaneció cauta ante aquel aviso sutil de Hill, frunciendo el ceño y tratando de averiguar qué habría querido decir.

Una sombra proyectada desde el interior del piso por los focos del salón hizo a ambas voltearse para comprobar quién había llegado. Era Lilith.

—Es la hora. —Advirtió con una voz más amable que la que había mostrado esa misma tarde en la furgoneta, probablemente a causa de la conversación que habría tenido con Hill, pensó Elora. —Hay una limusina esperando abajo para llevarnos al club Eden.

Elora la observó impresionada. Por algún motivo que desconocía Lilith se había puesto de punta en blanco. Llevaba el pelo liso con flequillo y de color negro: era una peluca. Además, se había puesto un vestido rojo con encajes por su pecho y largo que dejaba su pierna izquierda prácticamente al descubierto, unos zapatos italianos negros de tacón alto y multitud de joyas incrustadas en el collar y los pendientes. Un gran abrigo de plumas de avestruz caía elegantemente desde sus hombros hasta sus rodillas.

—Vaya. —Murmuró Lilith observando a Elora con una sonrisa que parecía muy sincera. —Vas preciosa, que no te quepa duda. —Elora quedó tan sorprendida que fue incapaz de ocultar la sorpresa de escuchar a Lilith concederle un cumplido amable y sin intenciones ocultas. Pero era verdad, se había puesto un vestido color melocotón con ornamentos florales en el tirante y con pequeñas flores en el cabello recogido y ondulado y los tirabuzones.

—Gracias. —Respondió forzando una mueca alegre que no tardó en desvanecerse. —Tú también.

—Gracias... —murmuró entre risas aproximándose a ella y cogiéndole las manos. La peluca la hacía parecer muy extraña, como si fuese otra persona, pensaba Elora. El pelo platino y ondulado le quedaba sin duda mucho mejor.—¿Ves? A esto era a lo que me refería cuando te dije que podríamos ser amigas.—Añadió apretándole las manos con fuerza y mirando fijamente a Elora a los ojos. —No tenemos por qué ser enemigas... sé muy bien que esta situación no es agradable para ninguna de nosotras, pero cielo, si cumples con tu parte, nosotras estaremos para ayudarte con lo que necesites. Puedo garantizártelo.—Prometió sacudiendo sus manos junto a las suyas con fuerza. Elora asintió sin pronunciar ninguna palabra. —Las mujeres ya lo tenemos bastante difícil en este mundo patriarcal de mierda como para complicarnos también la vida entre nosotras sin necesidad.

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