La vida de Dave Callen ha dado un giro inesperado desde que Erebus, una organización de asesinos subvencionada por el estado norteamericano, decidió brindarle una oportunidad de redención a cambio de un alto precio: su propia identidad.
Por el camin...
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—Llevas todo el trayecto sin decir una palabra... —Apuntó Red con seriedad. —Y no niego que sea comprensible después de lo que hemos visto esta mañana, pero conmigo puedes hablar si lo necesitas, tío. —Advirtió guiñándole un ojo y devolviendo la mirada a la carretera. Estaban llegando ya a Nueva York.
Dave se preguntó cuándo dejó de llamarlo novato para convertirse en una especie de "colega"... pero algo en todo aquello y en el tono que ahora empleaba Red para dirigirse a él le gustaba... era evidente que ambos se habían cogido cariño y confianza tras los últimos días, cosa que Dave jamás habría imaginado cuando llegó a Erebus y se convirtió en el blanco de su furia.
Ahora lo pensaba en frío y, aunque tan solo hacía cosa de un mes que estaba en Erebus, con todo lo que había ocurrido, parecía más bien un año entero. Ya apenas recordaba su vida pasada.
—En realidad hay algo que no te he enseñado ni contado... —Confesó Dave cerrando los ojos. —No quería que lo viese Gaki, no me fiaba. Y tras ver todo aquello... no me apetecía sacar el tema.
—¿Eso quiere decir que de mí sí te fías? —Preguntó Red pronunciando una enorme sonrisa de costado enseñando los dientes con orgullo y halago.
—Eres probablemente la única persona que tengo en Erebus con la que mantengo una relación lo más cercana a la amistad... supongo. —Respondía dejando escapar una mueca de fastidio y un soplo de aire.
—Pensaba que te llevabas bien con tu compañera... ¿Elora, se llamaba? —Indagaba Red mientras fruncía el ceño y atravesaba el paso entre dos coches adelantando.
—Me llevaba... —Asintió apretando los labios. —Antes de ir a Filadelfia me la crucé un instante y no parecía querer saber nada de mí... y lo cierto es que ni siquiera sé por qué. —Informó levantando los hombros y observando la carretera a través del cristal de la ventanilla, se veía todo borroso por la condensación del cristal frío. El cielo estaba nublado, el sol se colaba escasamente entre los cúmulos de nubes, estaban a punto de entrar en la ciudad metropolitana y perder de vista el paisaje. Dave se acurrucó sobre el asiento. Todavía se encontraba apretando con la mano el objeto bajo el bolsillo de su chaqueta que recogió del piso de Malcolm. —Creo que está molesta por algo.
—Deberías hablar con ella... Elora pasa demasiado tiempo con Lilith. —Advirtió Red con seriedad. —Probablemente le esté contagiando su irritabilidad. —Expresó dejando escapar una risa repentina. —Pero parece una buena chica, seguro que sois capaces de solucionarlo, sea lo que sea. —Dave asintió. Red ojeó a su compañero. —Por cierto, ¿qué era lo que querías contarme?
—Antes quiero hacerte una pregunta... —Red asintió volviendo los ojos al frente de la vía. Sus ojos habían reflejado sorpresa por un instante. Una parte de él sabía que no iba a ser una pregunta fácil. —¿Por qué eres así?
Red continuó al frente del vehículo sin variar la expresión lo más mínimo. Los dedos de su mano sobre el volante comenzaron a dar un par de golpes nerviosos.