CAPÍTULO III: DAÑO COLATERAL

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El parqué del piso de Jay era oscuro y estaba en óptimas condiciones

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El parqué del piso de Jay era oscuro y estaba en óptimas condiciones. Dave se había detenido a observarlo fijamente desde la mesa del comedor pulcramente ordenado mientras devoraba un panecillo horneado y relleno de una salsa con sabor a queso que Jay había preparado en algún momento durante los días anteriores y que se encontraban reposando sobre el microondas. No había raspaduras y apenas se apreciaba una mínima mota de polvo en la madera del suelo, Dave se maravilló por la habilidad que tenía su compañero para tener su casa en orden al mismo tiempo que estudiaba y trabajaba. Él ni siquiera era capaz de tener estructurado su propio y minúsculo piso.

La luz había desaparecido casi por completo y tan solo quedaban imperceptibles destellos rojos del crepúsculo creando un ambiente negro y granate en el oscuro comedor. Dave parecía disfrutar con aquella oscuridad.

Tiger, el gato de Jay, había subido sin permiso a la mesa y Dave observaba aquellos ojos brillantes en la oscuridad mientras el felino jugueteaba con el trozo de pan que acababa de dejar sobre la mesa. Dave deslizó suavemente la mano por el cuello del animal acariciándolo mientras éste lamia el queso que sobresalía a la vez que parecía gozar de aquellas caricias.

De pronto se oyó un clic en la penumbra y se abrió la puerta de entrada del vestíbulo entrando un claro de luz artificial por el arco del pasillo. Era Jay cargado de bolsas de compra y una sonrisa tan inmensa como todo Manhattan. Entró rápidamente en el comedor buscando a Dave con la mirada y Tiger abandonó inmediatamente la mesa dando un salto hacia el suelo y lamiéndose las patas.

—¿Qué demonios haces en la oscuridad? —Preguntó entre risas abriendo el interruptor y encendiendo la luz. Dave parecía molesto con ella después de tantos minutos entre las sombras y se esforzaba por no entrecerrar los párpados. —He comprado cosas para cenar. —Añadió dirigiéndose a la cocina con prisa y rebuscando entre las bolsas. Dave lo observaba mientras abandonaba la mesa y lo seguía. —¿Te gusta el pollo al curry con verduras?, como no lo sabía he traído un par de cosas más. —Anunciaba sacando una bolsa de pan de pita de una de las bolsas de plástico. —¿Te apetece un kebab? ¿O prefieres... —De pronto, unas manos lo voltearon violentamente y lo empujaron hacia la nevera interrumpiendo todo cuanto pensaba hacer.

Dave se hizo con sus muñecas y las presionó contra el frigorífico dejando a Jay sin saber qué hacer o qué decir. Sus ojos invadían los de Jay a una distancia inmensamente corta, y Dave, por un instante, parecía estar disfrutando de él, de su olor y del placer de tenerlo donde lo quería. Jay lo quería besar, ansiaba hacerlo, pero sabía que Dave no le dejaría y lo apartaría antes de que pudiese tocar sus labios. Porque nunca le había gustado besarlo, y Jay lo sabía, él no le gustaba, a pesar de que hubiera hecho cualquier cosa por él. Porque Jay sí estaba enamorado de aquel chico tan espeluznantemente enigmático y atractivo.

—Lo que quiero ahora mismo, no está en esas bolsas. —Murmuró Dave sin variar lo más mínimo su semblante serio que tanto le gustaba a Jay, quien soltó una risotada tonta. —Está entre tus piernas...

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