CAPÍTULO IV: EREBUS

77 28 16
                                        

Un dolor de cabeza inundó a Dave de pronto y le hizo recuperar la conciencia y abrir los ojos pausadamente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un dolor de cabeza inundó a Dave de pronto y le hizo recuperar la conciencia y abrir los ojos pausadamente.

Colocó sus dedos por encima de la sien, donde había notado el pinchazo, y comprobó que tenía una especie de gasa empapada con algún desinfectante de color cobrizo que se impregnó en las yemas de sus dedos. La cabeza le dolía horrores, y tenía todo el cuerpo dolorido. Su corazón latía más fuerte de lo habitual, cosa que ya no le extrañaba, y rápidamente se apresuró a preguntarse dónde se encontraba.

Estaba recostado sobre un sofá de cuero negro realmente cómodo y suave al tacto. A su lado se encontraba una mesa acristalada y lujosamente decorada con un jarrón de hermosas flores frescas que desprendían una fragancia primaveral demasiado agradable y poco acorde con la situación. Alrededor de la mesa había un par de sofás idénticos al primero y un butacón del mismo estilo.

Dave elevó con rapidez su cuerpo afligido para observar el resto de la sala y de pronto lo azotó un mareo acompañado de una nausea vomitiva similar a la de una mala resaca. Se detuvo, sentado y apoyado sobre el respaldo tratando de acostumbrarse al entorno hasta que el mundo dejó de dar tantas vueltas.

Una imagen de Jay muerto sobre el volante cruzó inmediatamente sus pensamientos y Dave sintió por un momento que quería morirse en aquel mismo instante. Se encontraba fatal en todos los aspectos, agotado física, mental y emocionalmente como no se encontraba desde hace mucho tiempo, y la incertidumbre de no saber qué iba a suceder con él lo estaba matando.

Los ojos de Dave comenzaron a dirigirse hacia el enorme salón en el que se encontraba. La sala era colosal, inmensa, el techo quedaba a unos cuantos metros más alto de lo habitual sujetado por majestuosas columnas dóricas blancas y palaciegas. La pared estaba adornada con unos paneles con relieve irregulares de color caoba oscuro que le aportaba un toque contemporáneo. El suelo, de mármol blanco y pulido reflejaba el propio rostro de Dave con claridad, así como el resto del salón.

La habitación estaba llena de estanterías con varios metros de altura e incrustadas en la propia pared con miles de libros sobre ellas. Y una mesa presidencial descansaba en medio bajo una alfombra de estilo turco que la envolvía. La madera pulida y oscura de la mesa brillaba reflejando la luz que emitían las tres enormes lámparas de araña de salón que caían elegantemente del techo reflejando brillos más intensos en las zonas con cristales. La lámpara central era mucho más grandiosa y amplia que el resto y coincidía con el ecuador del salón, bajo la imponente mesa que parecía ser el corazón de la sala.

En el fondo del enorme habitáculo, entre estanterías, había una pantalla de altísima definición que surcaba la pared de arriba a abajo. Debía medir fácilmente unos cinco metros de ancho y tres de alto por la apreciación de Dave, y no tenía marco, todo estaba introducido por algún lugar de los paneles de la pared de tal forma que solo podía verse la pantalla incrustada, como si ésta formara parte de la pared.

Por último, en el muro de enfrente de los sillones en los que se ubicaba el joven, había una chimenea magistral con el fuego encendido y un cristal separador para que la sala no se impregnase de olor a monóxido de carbono. Sobre ésta, descansaba la cabeza de un venado disecado con astas muy pronunciadas y prolongadas. De la misma forma, en la pared paralela a la del venado se encontraba la puerta de salida, que era un portón doble enorme de una madera oscura similar al roble con un marco ornamentado y la cabeza de un lobo de madera tallado sobresaliendo por encima de la puerta.

REDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora