XXXVII. Ayudas del futuro

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Aprieta los labios, gimiendo ahogado y escuchando los suspiros en su oreja, exhala con fuerza, exclamando al mismo tiempo que se relaja en la cama, San se recuesta del todo encima suyo, agotado e igual de acalorado. Le da un beso en la cabeza y se arrima a un lado, con Wooyoung girándose en la cama, arropándose de inmediato a pesar del claro.

Últimamente hace muchísimo frío. Abraza una almohada y se queda viendo a San, notando que trata de controlar que no venga una pausa. Últimamente, suceden casi cada noche y es problemático. Después de todo, orre riesgo de asfixiarse mientras duerme si Wooyoung no lo vigila.

—No vas a ahogarte incluso si eso parece—murmura Wooyoung en voz baja—. Tu muerte no es en una cama.

— ¿Has visto mi muerte? —Wooyoung desvía la mirada. No es una pregunta a la que quisiera responder en ningún momento—. Sé que viste lo que pasó con Jongho... ¿Por casualidad...?

—Aún estoy practicando, dame algo de tiempo. —lloriquea Wooyoung y San exhala, agobiado.

Quiere saber qué más pasará en el futuro más próximo. Después de todo, tienen muy bien sabido lo de Seonghwa como ministro de magia, pero ¿Cómo llegan allá? ¿Habrá algún problema serio con eso? Es muy arriesgado. Wooyoung tampoco ha querido comentar más al respecto. Considera que todo lo que tiene que saberse, está sabido.

Se acurruca en San, murmurando—: no me hagas preguntas así de feas cuando voy a dormir. No sé diferencias una pesadilla de una visión y ¿Qué pasa si tengo un accidente con el que pierdo una pierna y pienso que es una pesadilla nada más? Será tu culpa.

Su falso infantilismo le saca una risa a San, quien lo besa en la cabeza.

—Está bien, está bien.

. . .

Organiza todo en la habitación, habiendo encendido un incienso que huele ligeramente a mora y le gusta muchísimo. La habitación es bastante oscura, pero la luz tenue ayuda a hacer brillar los cristales que San le regaló como método de ayuda.

Además de que a Wooyoung le gustan mucho.

Wooyoung da un golpe con la barra de metal. La vibración, el sonido y el ligero olor lo ayudan a entrar en concentración. A pesar de que se supone que debe enfocarse en el futuro, ha decidido hacer algo que se ajusta más a él: fingir que se trata de caminar jugando a las escondidas.

Que su ¿Alma? Deambule por ese largo pasillo oscuro y llegar a la luz. Sea cual sea. Son miles y miles de ellas. Alguna más cercas que otras y algunas, señaladas por esa presencia dorada que no logra identificar. Como si las visiones se acercan poco a poco a él gracias a esa presencia. Entonces, cuando llega a una, se aferra a ella.

Así consiguió lo que vio de Jongho, pero cuesta. También el duele mucho no desprenderse de ahí, como si lo quemara por culpa de la presencia dorada. Tal como en todas las ocasiones anteriores de comprobar si puede hacerlo: sangra por los ojos y por la nariz. Se limpia con prisa de no ensuciar demasiado y tose, tratando de hacer memorias de lo que vio.

Era Hongjoong.

Estaba hablando con su papá...

— ¿Qué hablaba...? ¿¡Por qué NUNCA PUEDO RECORDAR CASI NADA!? —reclama en voz alta, exasperado.

Va al baño a lavarse y se queda mirando en el espejo. San no ha querido decirle nada, pero es obvio que está muy mal de salud. La palidez, ojeras, cabello que se le llena de grasa al momento por tanto sudar ¡En fin! Frunce los labios y va a su habitación, rebuscando entre los tantos regalos que recibió de la boda.

Su prima Hosook le dio un set de maquillaje bastante grande.

Regresa al baño y se cubre la ojeras, además de usar la base que es su color de piel. Hace tanto tiempo que no lo veía, que es incluso extraño, pero le gusta. Insiste en más cosas que le gustan como se ven.

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