XXII. Grandes responsabilidades

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—A partir de ahora, eres el pretendiente de mí hijo—anuncia la Sra. Choi y Wooyoung mantiene la mirada agachada. Por lo que espero nada menos que excelencia de tu parte, así como apoyo a mí familia—Entrecierra los ojos—. Sobra decir que, en caso de tener una visión o profecía que nos involucra, debes advertirnos.

—Sí señora...

—También me gustaría que te omitieras cualquier comportamiento libidinoso en mí casa. No quiero a mí hijo en esas situaciones asquerosas aun—San rueda los ojos—. Tu habitación está en el ala oeste de la casa.

—Mamá. —queja San. Eso queda al extremo opuesto de su cuarto.

Le da igual caminar todo el trayecto, pero igual es un fastidio.

—Tiene que seguir mis reglas si se va a quedar aquí-

—No finjas que no te vas a aprovechar de lo que puede hacer—San se apresura a interponerse—. Esto es un acuerdo. Es un beneficio más para ti que para él. Así que deja de ser tan prepotente.

— ¿Desde cuándo me hablas así? San-

—No me importa que seas mi mamá si te comportas como una imbécil—La mujer no puede estar más enojada por lo irrespetuoso que está siendo su hijo—. Vamos, te muestro el cuarto que vas a ocupar. —Toma a Wooyoung del brazo y lo jala brusco, no quiere dar lugar a más conversación.

Llegan al segundo piso, San lo hace empezar a desempacar en la habitación contigua a la suya. Es un poco más pequeña, pero tiene una vista bonita a la fuente en el jardín trasero. Fuente que Wooyoung le mencionó que le gusta. Se perdería de ponerlo al otro lado de la casa.

—No quiero que tenga problemas con tu familia...

San sacude la mano con desinterés.

—Tenemos muchos problemas. A ellos les importa que yo haga lo que tengo que hacer y es todo—Desmerita San—. Tu solo preocúpate por—Lo arrima hasta hacerlo sentarse en la cama—. Despreocuparte, dejar que todas las emociones pasen por ti y luego, cuando quieras compañía, avisarme ¿Está bien?

—Necesito compañía ahora.

San ríe por la nariz, negando con la cabeza.

—Necesitas procesarlo un poco, necesitas espacio para ti—Asegura en voz baja—. Estaré en el cuarto de al lado. No te preocupes—Le da un beso en la frente y Wooyoung hace puchero—. De todos modos, sabes que si necesitas algo, los elfos van a ayu- dah... dah...

— ¡Cuidado! Cuidado.

Evita que San se caiga al piso y lo logra maniobrar para que se recueste. Le da una almohada para que no se haga daño en sus espasmos, abrazar algo suave lo ayuda a estar menos vulnerable. Le acaricia el cabello y dormita. No es la compañía que esperaba.

Tampoco va a despreciarla.

Ni a dejar a San solo en esto, en la situación que más odia.

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—Yunho.

El adolescente se mantiene con la mente en la nubes de su subconsciente, viendo por la ventana con la boca entreabierta, sufriendo ligeros escalofríos por todo el cuerpo. Su piel se eriza y la memoria corporal trae a colación miles de toques que pasaron.

Suaves, bruscos; agarres, rasguños, succiones.

—Yunho.

Baja un poco la mirada, relamiéndose los labios. Tiene muy bien grabado en su memoria la forma en que Mingi estaba encima suyo, la forma en que su rostro se ponía colorado, la expresión compungida con ligera vergüenza, pero por encima de todo, el placer que le tenía estar ahí con él.

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