Capítulo 5

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Era un nuevo día y la princesa se encontraba emocionada por primera vez desde que anunciaron que debía comprometerse. Ya se estaba preparando para la actividad que se llevaría a cabo a primera hora de la mañana. Sus servidoras la vestían con botas hechas de cuero y piel para protegerla del frío y a la vez de la brusquedad del bosque, con pantalones y un abrigo que cubría su cuello y le llegaba más abajo de las caderas. Algunas otras peinaban su cabello en una larga trenza para darle más comodidad, más aquellos adornos que siempre llevaba al ser la heredera nativa.

- No sabes lo orgullosa que estoy de ti, hija mía. - expresó su madre con una enorme sonrisa que fue correspondida por Huáaneri.

- Me alegro, madre. - sonrió viendo como se acercaba con algo en manos.

Era nada más y nada menos que el ganchillo que por generaciones había pasado. Una prenda que podría entrelazarse por el cabello de la princesa con facilidad.

- Sé que aun no debo dártelo pero no puedo esperar más. Esta joya ha pertenecido a la familia por décadas y así como mi madre me lo dio a mí el día que me casé con tu padre, es mi turno de entregártelo ahora. - hizo que su hija se diera la vuelta para acomodar el obsequio.

Huáaneri observaba como su madre empezaba a acomodarlo, recordando las veces en el que se lo vio puesto y deseaba usarlo. Era precioso, aunque las piedras que lo decoraban no eran nativas de su región, entendía que había sido un regalo de la tribu vecina hace muchos años.

- Gracias, mamá. - dijo sincera. - Hoy será un gran día. - sonrió.

Amaité solo pudo abrazarla con agradecimiento, porque si bien sabía que ella no estaba feliz por su compromiso, lograba notar el esfuerzo que su hija estaba haciendo. Un sacrificio de honor, para una princesa a la altura.

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Todos estaban en sus lugares, expectantes al inicio de la actividad, felices por lo que estaba a punto de ocurrir; verían a la princesa en acción junto a su joven prometido y futuro líder de la comunidad.

- Demuéstrale que quien te enseñó a cazar fue tu padre. - le susurraba Balaam con una enorme sonrisa de orgullo mientras pasaba por su lado. Ella entonces se sintió incómoda, por alguna razón.

Este se situaba al frente de todos, donde tenía su altar para dar las palabras de apertura.

- Me siento con gran dicha, porque hoy mi pequeña princesa dará su primera cacería sin mí. - las personas que estaban ahí gritaban y aplaudían emocionadas. - Hoy; Ekuneil y Huáaneri entrarán al bosque enfrentándose a las adversidades que este trae, sin ir más allá del límite establecido.

Todos conocían este límite que fue impuesto por los antiguos líderes debido a razones que nunca explicaron, asegurando que era peligroso adentrarse en las profundidades del bosque porque habían visto cosas extrañas y la última vez que hicieron expedición, dos personas no regresaron jamás.

- ¿Estás lista? - escuchó de pronto un susurro a su lado.

Era aquel muchacho que pronto sería su esposo. Creyó que lo había visto con cuidado pero no, justo en ese momento se detuvo a observar bien; era alguien muy apuesto, se veía fuerte e intimidante. Tenía una postura recta y en sus brazos llevaba algunos de los tatuajes característicos de la tribu, la parte superior de su cuerpo estaba cubierta por un abrigo de piel y pelaje, similar al suyo pero intuía que debajo de esa vestimenta habían más tatuajes. Su cuerpo era enorme en comparación con el de ella, así que las ventajas que tenía para ganarle en este juego, eran pocas. No era una competencia, todo lo contrario; debían demostrar que eran compatibles en todos los ámbitos, pero la princesa quería humillarlo al verse ganadora de aquello.

Hijo de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora