Capítulo 11.

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Esta vez no dijo nada, solo se acercó y dejó que él le tocara el rostro. No sabía si estaba en lo correcto pero pensaba que esa era su forma de saludar. Puso su pequeña mano encima de la de él, disfrutando de esa extraña pero hermosa sensación que tenía cada vez que se tocaban.

Se quedaron ahí por varios minutos, disfrutando mutuamente del toque, hasta que llegó el momento de separarse.

- Te traje algo especial. - le dijo ella a la vez que se disponía a buscar en la pequeña mochila que llevaba colgando.

De ahí sacó una pulsera, tejida en la mejor lana por sus propias manos. Él parecía no comprender lo que ella intentaba hacer, así que Huáaneri se acercó con cuidado y tomó su muñeca izquierda, la giró un poco y ahí amarró su regalo que era para él.

No tenía forma, ni letras. Mucho menos algún dibujo, tan solo eran tejidos de un bonito color café que en su piel blanca, le quedaba hermosa.

Él sonrió sin medir palabra, mirando maravillado lo que ella le había puesto.

- En mi comunidad le decimos pulseras, es normal regalarlas. - sus mejillas estaban de un todo hermoso, nerviosa por la reacción de él. - ¿Te gusta?

Él asintió y le dió las gracias. Tomó su mano y empezó a caminar con ella siguiéndolo. No preguntó hacia donde iban, confiaba plenamente. Eso era extraño, porque confiaba en alguien que no conocía mucho pero seguía a ese pequeño instinto de confianza.

- ¿Hacia dónde vamos? - preguntó, ya que tenían mucho tiempo caminando.

- Pronto. - fue lo que él le respondió.

Ella no entendía qué quería mostrarle, pero parecía tener demasiada prisa. Le ponía feliz que le tuviese tanta confianza, el pequeño e inocente toque de sus manos la hacia sentir frágil y feliz. No sabía describirlo bien porque nunca antes lo había sentido.

Poco a poco el camino se fue haciendo visible, porque antes solo veía árboles y bruscos. A lo lejos pudo divisar lo que parecía ser humo. Se detuvo entonces asustada, ¿qué había allí? ¿su casa?

Él se detuvo con ella y sin palabras le preguntó qué pasaba.

- ¿Qué hay allí? - preguntó la princesa un poco asustada. Antes sentía que podía confiar pero ahora tenía un poco de temor a lo desconocido.

- Vamos. - él insistió en llevarla pero ella no estaba segura. Sin embargo, al ver su mirada asustada, decidió ceder y seguirlo.

Al cabo de unos cuantos pasos, pudo ver unas pequeñas chozas que le indicaban, que ahí vivían personas. Vio cómo de una de ellas salía alguien, pero no distinguía bien a la persona. Se fueron acercando más y se dió cuenta que era un hombre algo mayor, que la miraba con gesto agradable.

- Maê. - escuchó que él pronunció.

Ella lo entendió rápidamente, él había saludado al señor en esa lengua antigua que ella conocía bien; la lengua de la antigua aldea Günatyz. Se confundió, porque no era posible que él entendiera esa lengua casi extinta y poco conocida.

- Maê. - le respondió el señor. - Tú debes ser la linda mujer del bosque.

- ¿Disculpe? - preguntó ella confundida.

- Sí, tú debes ser Huáaneri.

- ¿Cómo sabe mi nombre?

- En este bosque, es fácil enterarse de todo. Además, eres bien conocida por tu padre.

Ella comprendió. Era cierto, para todo el mundo ella era la única hija del gran líder Balaam Koyala.

- Así es, mi nombre es Huáaneri. - le sonrió apenada.

Hijo de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora