Capítulo 17.

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De vuelta en la comunidad Koyala, una princesa se mostraba feliz ante los acontecimientos que estaban sucediendo en su vida. Por primera vez en mucho tiempo empezaba a sentirse libre y en paz. Su padre no estaba presente observándola todo el tiempo y su madre estaba demasiado ocupada con asuntos de la comunidad debido a la ausencia del líder.

Ella cumplía con sus deberes como princesa, acompañando a algunas mujeres en actividades de tejido y artesanía, también iba con los niños para ver sus aprendizajes, entre otras cosas. Luego por la tarde, se disponía para ir a ver a Kalik. Hasta el momento nadie se había dado cuenta de su ausencia por las tardes debido a que ella se ocupaba de todo y luego partía con la excusa de que quería caminar para despejarse al verse desocupada.

Esa tarde, como las últimas dos desde la partida de los hombres importantes a cargo de la comunidad, iba camino al bosque con el fin de encontrarse con Kalik. Hoy aprendería algo nuevo, porque hasta el momento solo se había dedicado a compartir con ellos.

- Hola, Arandú. - saludó al llegar.

Kalik le quitó sus cosas y entró a su choza para guardarlas. No necesitarían armas ni ningún objeto esa tarde.

- Princesa, ¿está lista? - saludó él con una sonrisa.

- Estoy lista y emocionada. - sonrió de vuelta al ver a Kalik volver a su lado.

- Entonces vamos, pero antes debe quitarse su calzado y el abrigo. - indicó y ella rápidamente obedeció.

Luego de eso, los tres empezaron a caminar hasta un claro que les permitiría absorber la luz del sol antes de que se ocultara. Ella miraba por todos lados tratando de adivinar, como siempre, lo que iban a hacer pero no encontraba indicios.

- Vamos a sentarnos aquí. - indicó esta vez, Kalik. - Ven. - tomó la mano de la princesa y la ayudó a acomodarse.

Luego, se sentó a su lado y Arandú hizo lo propio en frente de ellos. Les ordenó que se acomodaran en una posición específica y trataran de despejar sus mentes, a la vez que relajaban sus cuerpos.

- En los tiempos de antes, solíamos reunirnos una vez por mes para agradecer a la madre luna por sus apariciones durante la temporada. Nos dejábamos apaciguar por su luz celestial y todos nuestros pensamientos eran puestos en sus sabias manos. - relataba con voz calmada. - Éramos uno con ella, todas nuestras preocupaciones y agradecimientos eran dedicados en estas ocasiones especiales.

- Es una tradición Günatyz, en la escuela nos enseñaron. - interrumpió Huáaneri.

- Así es, mi pueblo siempre aspiraba a reunirse con la madre luna. Sin embargo, no todos éramos escuchados.

Huáaneri se quedó mirándolo, porque en su comunidad le enseñaron que la madre luna escuchaba a todos por igual.

- Los que poseen un corazón corrupto, no tienen el privilegio de ser escuchados.

Arandú tenía razón, las personas malas no tenían derecho a ser escuchadas. Solo quienes se arrepentían de corazón, lograban llamar la atención de la diosa. Es por eso que para los Günatyz era importante tomarse el tiempo para expresar sus dilemas cotidianos con alguien celestial.

Se relajaron y procedieron a hacer lo suyo, íntimamente. Huáaneri le expresaba a la diosa su miedo al tener que casarse con alguien a quien no amaba y perder todo lo que ella conocía. Ahora que conocía a Kalik, quería ser tan libre como él.

Kalik, en su poco conocimiento con las palabras, le dijo a su madre la diosa luna lo que estaba empezando a sentir por la princesa y no comprendía sus sentimientos. Para él eran algo nuevo y difíciles de contener pero le gustaban las sensaciones que le provocaban. Se sentía hermoso. Ella era hermosa.

Arandú, también tenía una preocupación en su interior y era el futuro que les deparaba a estos dos jóvenes. Sus destinos estaban entrelazados por alguna razón y sabía que era así desde el primer día en el que encontró a Kalik abandonado. Él sabía que tenía una misión con él y ahora que conocía a la princesa, luchaba por tratar de entender los planes de la diosa.

Ella no unía a dos personas solo porque sí.

(•••)

- Muchas gracias, hoy aprendí algo hermoso con ustedes. - agradecía la princesa.

Aún era temprano para volver pero ya habían terminado aquel pequeño momento sagrado. Arandú le dió unas palabras y se fue a hacer la comida.

- Ven, vamos a caminar. - le pidió ella esta vez.

Kalik no refutó ni preguntó, simplemente obedeció a la hermosa chica que lo tomaba tímidamente de la mano. Para ellos eso no estaba mal, pese a que ella estaba comprometida. No medían ninguna consecuencia, tan solo se dejaban llevar por sus instintos y estos les marcaban que era correcto lo que estaban haciendo. Al fin y al cabo, así tiene que ser.

- Quiero enseñarte a hablar. - le dijo ella de pronto.

Kalik se vio sorprendido pero le respondió: - Yo sé hablar.

- Lo sé, pero parece que muy poco sabes hacerlo.

- Porque muy poco lo hago. Aprendí a comunicarme de otras maneras.

- ¿Cómo cuáles? Quisiera conocerte más. - ella detuvo la caminata y se puso delante de él para observarlo bien. - Hablas bien a veces.

- Yo hablo con sonidos, mi padre me entiende y eso es suficiente. Hablo lo poco porque lo he escuchado.

- Y tienes una voz muy bonita, quisiera que habláramos más. Por favor.

No quiso sentirse ansiosa o que de pronto le estaba incomodando con tantas insistencias, pero sentía la necesidad de conectar más con él. También empezaba a sentirse cómoda a su lado y con sus visitas, lo menos que quería era estar solo en silencio.

- Entonces habla conmigo. - le dijo él.

Lo cierto es que también quería interactuar más con ella, pero por conocer tan poco, nunca se le ocurrió cómo decirle. Por suerte, la princesa sí sabía y por eso habían dado un paso más.

- Dime, ¿qué te gusta comer? - fue la primera pregunta que le hizo.

Él se tomó el tiempo en acomodar sus palabras para poder darle una respuesta coherente. Habían ocasiones en las que podía hablar fluidamente, como en otras que simplemente no sabía qué decir o cómo decirlo. Pero poco a poco se iba desenvolviendo, porque definitivamente sabía hablar, solo que al no practicarlo tanto, iba perdiendo la costumbre.

- Carne de conejo, quemada. - le respondió luego de minutos en los que la princesa esperó pacientemente.

Reanudaron la caminata.

- Te gusta la carne de conejo quemada, ¿o más bien asada? - rió y él también.

- Sí, cuando la pones contra el fuego.

Ella asintió riendo, eso era lo que quería decir pero acomodó las palabras para que ella pudiese entenderlo un un poco.

- ¿Y a ti qué te gusta comer? - le preguntó de vuelta.

- Me gusta mucho el pan cuando está recién hecho, caliente y humeante. - hizo un gesto que a Kalik le pareció tierno.

Siguieron hablando y compartiendo detalles de ellos mismos, conociéndose y con toda la inocencia del mundo porque no sabían lo que estaba por venir. Entre ellos había un enamorado prematuro pero sincero, inocente y puro. Uno del que ninguno se había dado cuenta pero de lo que sí estaban seguros era de que estaban cómodos el uno con el otro, se sentían felices y completos.

Un amor tan bonito que apenas estaba floreciendo, no podía ser derribado por la frialdad de un invierno cruel y despiadado, ¿o sí?

Hijo de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora