Tareq continuaba leyendo y traduciendo los pergaminos, su voz reverberando en la cabaña, impregnando el aire con historias y leyendas de Günatyz. Huaáneri y Kalik escuchaban en silencio, cautivados por cada palabra. Tareq hablaba con reverencia de Itzae, la última princesa de Günatyz, describiéndola como una figura de sabiduría y coraje.
—Itzae, la última princesa de Günatyz, era una líder valiente, una mujer que guió a su pueblo con una fuerza inquebrantable y un corazón puro. —relataba Tareq, su voz cargada de emoción. —Su legado es algo que aún me inspira, y aunque su fin fue trágico, su espíritu vive en cada rincón de estas ruinas.
Huaáneri, embelesada por la narración, sintió un impulso repentino de compartir la verdad.
—Sabes, mencionaste a Itzae, la última princesa de Günatyz. —dijo Huaáneri sin pensar demasiado. —Tengo a su hijo a mi lado.
Tareq se quedó inmóvil, sus ojos fijos en Huaáneri. El pergamino en sus manos comenzó a temblar.
—¿Qué acabas de decir? —preguntó con voz temblorosa, como si no pudiera creer lo que había oído.
Huaáneri se dio cuenta de la magnitud de sus palabras y tomó una profunda respiración.
—Kalik es hijo de Itzae, la última princesa de Günatyz. —repitió con más firmeza.
El rostro de Tareq se llenó de asombro y emoción. El pergamino cayó de sus manos mientras se arrodillaba, incapaz de contener las lágrimas.
—¿Es... es esto cierto? —susurró, su voz rota por la emoción.
Kalik asintió solemnemente.
—Sí, es cierto. Mi madre era Itzae, la última princesa de Günatyz. Según me contaron.
Tareq se llevó las manos al rostro, sollozando de alegría y asombro. No podía creer que después de tantos años, frente a él estaba el hijo de su princesa, el verdadero heredero de Günatyz.
—Por todos estos años, he cuidado de este lugar, velando por la memoria de Günatyz, esperando un milagro. —Su voz temblaba con cada palabra—. Y ahora, frente a mí, está el hijo de nuestra princesa... el verdadero heredero de Günatyz.
Huaáneri observaba con lágrimas en los ojos, conmovida por la intensidad del momento. Tareq, aún arrodillado, miraba a Kalik con una reverencia profunda, como si estuviera ante una visión divina.
—Estamos aquí para aprender, Tareq. —dijo Huaáneri con voz suave. —Para encontrar respuestas y para ayudar a restaurar lo que se ha perdido. Creo que es lo mejor que podemos hacer para pedir perdón por todo el daño. Hace unos días nos enteramos de toda la verdad y de inmediato quisimos conocer más acerca del pasado de Kalik y su familia.
Tareq, con los ojos aún brillando de lágrimas, levantó la mirada hacia Kalik.
—Es un honor... un verdadero honor tenerte aquí. —Su voz era un susurro reverente. —Günatyz vive en ti. La historia, la esperanza, el futuro... todo está en sus manos. ¿Cómo sobreviviste?
Kalik se inclinó y levantó a Tareq, abrazándolo con fuerza. Sentía la emoción del anciano como propia, un vínculo forjado a través de generaciones y sufrimiento compartido.
—Mi cuidador, Arandú. Quizá lo conoció. —le respondió alejándose, él no era de emociones pero en ese momento sintió que era necesario. La princesa le estaba enseñando sin darse cuenta a ser más sensible.
—Gracias, Tareq. Para nosotros es importante saber. Mucho daño hubo aquí y aunque ya nada se pueda recuperar, por lo menos queremos estar en la sabiduría de la historia. —le indicó la princesa.
—¡Claro que se puede recuperar! —exclamó Tareq limpiándose el rostro y viéndose más determinado. —Por alguna razón yo he cuidado de este lugar, atesorando los registros de nuestra comunidad. Buscaremos a los nuestros y reanudaremos nuestra vida... No todo está perdido, ahora que Kalik está aquí. Pensé que todos habían muerto y cuando estuve a punto de terminar con todo esto, aparecieron ustedes. Si esto no es una señal, entonces no sé qué pueda serlo.
Lo que planteaba Tareq podía verse como imposible, porque desde hace muchos años que estas ruinas eran inhabitables. Quizá nadie de lo que alguna vez fue Günatyz exista y si eso es posible, no querrán volver por miedo. Pero para eso estaban ellos, para demostrar que siempre había una segunda oportunidad.
—Quisiera saber de alguien en especial, quizá en estos papeles haya algún registro. —pidió la princesa. Kalik como siempre y de pocas palabras, se mantenía a su lado escuchando.
—¿De quién? Siempre se registraba cada nacimiento y cada muerte de cada miembro. —le respondió mirando los registros.
—De la princesa Itzan, hace algunas noches tuve un sueño en el que aparecía ella. Nunca antes había escuchado su nombre hasta ese entonces y su apariencia... Era muy hermosa.
Tareq sonrió.
—En efecto ella fue alguien importante en nuestra comunidad, la hija directa de la diosa. Existió varias generaciones antes que yo, pero siempre se le retrató como a una bendecida. Trajo paz y nos enseñó muchas cosas.
—Ella me mencionó a un hermano y usted también lo hizo. No sé si aquí se le haya registrado.
Tareq se quedó pensando. Nunca le conoció algún pariente cercano excepto su cuidadora, jamás vio a alguien con ella. Pero todos decían que ella hablaba con la diosa y le pedía más familia.
—Ella hablaba de querer tener un hermano, alguien que liderara con ella pero nunca le conocieron a nadie. Según sé, siempre lo mencionaba como si en realidad existiera pero en los registros de historia nunca encontré nada al respecto.
Huaáneri se echó para atrás, frustrada pero tratando de pensar bien las cosas. Por lo menos ahora que Tareq sabía la verdad, habría más posibilidades de entenderlo todo.
—¿Podría mostrarnos el diario de Itzae? —preguntó aún con la cabeza hacia atrás en medio de un suspiro.
—Se los leeré yo mismo, porque también está escrito en nuestra lengua. — le respondió, obteniendo la atención de ambos jóvenes que ya se veían exhaustos. —Lengua que ahora debes aprender. — señaló a Kalik.
—Yo entiendo el idioma cuando me lo hablan, pero la lectura y escritura nunca la he practicado. —le respondió el muchacho.
—Pero aprenderemos. Yo también quiero saber. —interrumpió Huaáneri.
—Ella fue quien conoció a tu padre primero, luego se supo la noticia de que estaban juntos y pues lo demás ya lo sabemos.
—Ya nos han contado lo que sucedió, y ahí nos enteramos que Kalik es hijo de esa princesa. —habló nuevamente y él miró a Kalik de reojo. Su apariencia nunca le pasó desapercibida.
—Ahora entiendo su apariencia. En la aldea nunca antes había sucedido algo igual, pero ahora que me lo dicen lo entiendo. —dijo Arandú. —Lamento mucho lo de tu madre, Kalik.
—No se preocupe, no la conocí por lo que no me duele. —Huaáneri lo miró, tratando de descifrar si era cierto lo que decía. Su rostro estaba neutro como casi siempre que estaban en frente de alguien más.
—Aún así, dejame decirte que tu madre era muy hermosa pero obstinada. Decía que había nacido para ir en contra de lo que se le pedía. Sin embargo, era muy amable y querida con todos. La amamos mucho hasta que nos dieron la noticia de su unión con Balaam. Nada bueno vino de eso.
—Me dijo que nunca antes se había visto la apariencia de Kalik, ¿No se supone que esta era la comunidad de los bendecidos? Sería normal entonces.
Tareq pareció meditar sus palabras.
—En los libros de historia, jamás se registró algo como la apariencia similar a la del joven. Pero yo tengo guardado lo que supongo es, el diario de tu madre. Quizá ahí haya algún indicio. —les respondió. —Si algo ahora me queda claro es que el hijo de la princesa nunca murió y que frente a mí hay un heredero y si no estoy mal, líder de lo que alguna vez fue Günatyz.
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Hijo de Luna.
FantastikDe un amor imposible surje una petición sagrada a la madre Luna; tu primogénito a cambio de poder estar con la persona que amas. Confusión, temor e ira, son lo que llevan a esta pareja a la destrucción pero la historia debe continuar. Una historia...