Capítulo 26.

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Capítulo 26.

Huaáneri estaba en la plaza central de la aldea, observando cómo los aldeanos iban y venían con sus quehaceres diarios. Aunque su exterior era sereno, su mente estaba llena de preocupaciones. La reciente tensión entre Kalik y Ekuneil la tenía inquieta, y sabía que debía hacer algo para resolverlo porque estaba aprendiendo a conocer a Ekuneil y sabía que por más paciencia que Kalik tuviera, algún día terminarían enfrentándose a muerte.

Esa noche, mientras se retiraba a descansar, Huaáneri tuvo un sueño. En este, se encontraba en un vasto campo iluminado por una luna llena resplandeciente que bañaba todo con su luz plateada. El aire era fresco y una suave brisa hacía ondear su cabello. Huaáneri miró a su alrededor, reconociendo el lugar como el el claro dónde vio por primera vez a Kalik. Se sentía tranquila pero observada.

De repente, el campo se transformó. Las flores comenzaron a brotar del suelo, cubriendo el paisaje con un manto de colores vivos. Un río cristalino apareció a lo lejos, su murmullo tranquilizador llenando el aire. En medio de esta transformación, una figura emergió de la nada, acercándose lentamente hacia ella.

La mujer tenía un porte majestuoso. Sus cabellos plateados caían en suaves ondas sobre sus hombros y sus ojos, profundos y sabios, irradiaban una luz que parecía venir de otro mundo.

—¿Quién eres? —preguntó Huaáneri, sintiendo una extraña mezcla de familiaridad y reverencia. Ese ser tan hermoso se parecía mucho al hombre que sin saberlo, empezaba a amar.

—Princesa Huaáneri. —le respondió y su tono voz sonó como un trueno, potente y sefuro, acallando cualquier sonido que las rodeara. —Mi nombre es Itzan, y al igual que tú, soy una princesa; la antigua princesa lideresa de los Günatyz.—respondió la figura, su voz resonando como un eco en el aire tranquilo—. He venido a advertirte y guiarte.

¿Günatyz?

La comunidad casi extinta de la que tenía prohibido averiguar. Pero recordaba que en los pergaminos de historia, se hablaba de un ser majestuoso que le servía a la diosa luna directamente. Cualquiera que deseara tomar ofensas en contra, pagaría con sangre. Los Günatyz eran herederos divinos directos, pero se cuenta que la historia de esa princesa, donde comenzó todo, sucedió hace cientos de años y desde entonces se habían mantenido sin problemas hasta que desaparecieron por completo.

Huaáneri sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Itzan había sido una figura legendaria, una líder cuya historia estaba entrelazada con los orígenes y cimientos de las aldeas.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Huaáneri, su corazón latiendo con fuerza.

—Un gran peligro se avecina —respondió Itzan, su mirada penetrante—. La rivalidad entre Kalik y Ekuneil podría ser el menor de tus problemas, pero hay más en juego. La armonía de la aldea está en peligro, y debes ser fuerte para proteger a los tuyos. Al igual que mi hermano, tú naciste con una misión muy importante.

¿Su hermano?

Itzan extendió una mano hacia Huaáneri, y en un instante, el sueño cambió. Huaáneri se vio a sí misma en medio de un conflicto. Kalik y Ekuneil estaban luchando ferozmente, rodeados de aldeanos que observaban con temor y confusión. El campo de batalla se llenó de gritos y el choque de armas.

Luego, en otro plano, se encontraba en medio de una batalla donde todos peleaban contra todos. Incluso personas que no pertenecían a su comunidad.

—Debes encontrar una manera de detener esto antes de que sea demasiado tarde —advirtió Itzan, su voz firme pero compasiva.

Hijo de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora