Capítulo 33.

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Tareq colocó el antiguo pergamino sobre una mesa improvisada hecha de piedra, sus manos temblando levemente mientras desplegaba las páginas amarillentas. Huaáneri y Kalik se sentaron cerca, ansiosos por desentrañar los secretos que contenía el diario de Itzai, la madre de Kalik. La luz de la luna llena se filtraba por las ruinas, iluminando el lugar con un brillo etéreo que parecía adecuado para la lectura de un legado tan poderoso.

—Este es el diario de Itzae, la última princesa de Günatyz. —dijo Tareq solemnemente. —Era la menor de su familia, por lo que heredera no era pero princesa al fin y al cabo.

Comenzó a leer en voz alta, la voz de Itzae resonando a través del tiempo.

"Hoy he sentido la necesidad de plasmar en estas páginas la historia que me ha traído hasta aquí. He conocido a Balaam, el hombre que ha capturado mi corazón. Pero nuestra unión es imposible. Las tradiciones de nuestras comunidades prohíben tal amor".

Huaáneri y Kalik se miraron, sus corazones latiendo al unísono con las palabras de Itzae que eran interpretadas por aquel hombre que se sentía afortunado por todo lo que estaba sucediendo. Nunca antes pensó en leer esos diarios porque era sagrado secreto de una princesa pero esa noche, estaba siendo testigo de la verdad.

"Una noche, desesperada, me arrodillé bajo la luna llena, mi única confidente. La luna, brillante y benevolente, parecía escuchar mis ruegos. Le supliqué que me permitiera estar con Balaam, que nos diera una oportunidad de ser felices juntos".

Tareq hizo una pausa, dejando que el peso de las palabras calara en sus oyentes y pensando que, aquí estaba plasmado la historia de un amor destructivo. Pero continuó leyendo, su voz impregnada de la emoción que Itzae había sentido aquella noche.

"Entonces, algo milagroso ocurrió. La luna descendió en una figura de luz y pureza. Era la diosa Luna, tan radiante y hermosa. Me habló con una voz suave pero poderosa. Jamás creí ser merecedora de tal honor. Mis creencias están frente a mí de la manera más benévola y pura".

Los ojos de Huaáneri brillaban con lágrimas no derramadas, mientras Kalik apretaba los puños, sintiendo el dolor y la esperanza de su madre. Aunque no la conoció, pensó en ese momento por la manera en la que había escrito aquello que quizá, hubiese tenido mucho amor durante todo lo que llevaba de vida.

"La diosa Luna me dijo que mi amor por Balaam era hermoso, pero sabía que él no era el hombre indicado, siempre lo supo. Sin embargo, entendía que debía seguir mi corazón. A cambio de permitirme estar con él, me pidió un intercambio: mi primer hijo por el amor de Balaam".

Tareq detuvo su lectura, mirando a Kalik. La verdad era un peso tangible en el aire. Cada palabra de Itzae era la confirmación a qué Kalik era su hijo y todo cuadraba cada vez más.

"Desesperada y cegada por el amor, acepté sin comprender completamente el precio. La diosa Luna, en su infinita sabiduría, me concedió mi deseo. Me casé con Balaam y, con el tiempo, quedé embarazada. Pero cuando nuestro hijo nació, entendí la magnitud de mi decisión".

Los recuerdos de Itzae se volvían más oscuros y dolorosos. Tareq siguió leyendo, cada palabra impregnada de tristeza.

"Mi hijo nació con la marca de la luna menguante, su piel tan blanca como la luz lunar, era algo demasiado inusual pero muchos de mi pueblo dijeron que se debía a qué éramos bendecidos de la diosa. A mí no me importó más nada, él era mi pequeño niño y lo amaba. Balaam, al ver a nuestro hijo, se llenó de ira y celos, lamentablemente eso no lo ví al principio más allá de su descontento que aunque quiso ocultar, yo lo vi. Creyó que era una infidelidad, una maldición. Su amor por mí se transformó en desconfianza y odio. Lo supe muy tarde".

La voz de Tareq temblaba mientras continuaba.

"Noté que Balaam se distanciaba de mí y de nuestro hijo. La alegría que una vez sentimos fue reemplazada por una sombra oscura. Sus miradas se volvieron frías, sus palabras cortantes. Intenté ignorarlo, aferrándome a la felicidad que habíamos tenido. Pero todo estalló la noche que nuestro hijo cumplió dos meses de nacido. Balaam arremetió con furia, acusándome de traición. Dijo que había estado investigando todo ese tiempo y que sus conjeturas eran ciertas. Que yo lo había traicionado. Yo, que tanto había pedido por un nosotros, ¡yo lo había traicionado! Quise explicarle pero no me creyó".

Huaáneri y Kalik sintieron el dolor de Itzae, como si estuvieran presentes en ese momento trágico.

"Esa noche, comprendí que el verdadero amor puede ser más doloroso que cualquier otra cosa. Y mi hijo, mi amado hijo, era el precio que había pagado. La diosa Luna había reclamado lo que le pertenecía. Su marca en mi hijo era un recordatorio constante de mi trato. Ahora tengo miedo de lo que pueda pasar. Tengo miedo del hombre al que una vez tanto amé al punto de ofrecerle mi hijo a la diosa que nos observa todas las noches"...

Tareq cerró el diario, sus ojos llenos de tristeza y comprensión. Huaáneri rompió el silencio con un susurro tembloroso.

—Tú... Kalik, eres el hijo de Itzae y, a la vez, el hijo de la diosa Luna.

Kalik, con lágrimas en los ojos, asintió lentamente. El peso de su herencia y la historia de su madre se cernían sobre él.

—Madre... —murmuró, sintiendo la conexión con Itzae más fuerte que nunca.

—Supongo que lo que pasó después es lo que sabemos ahora, porque después del último escrito ya no hay más. Sabemos que dos o tres meses después de tu nacimiento, Balaam enloqueció e hizo todo lo que dejó a esta comunidad en ruinas. Muchos pagaron por algo que tenía justificación divina. El amor, no siempre tiene frutos buenos. Por mucho amor que sea... Ambos lados deben sentir la misma pasión, si hay desconfianza, entonces eso no es amor. Aquí está evidenciado. —habló Tareq dirigiéndose a Kalik quien tenía la mirada baja.

El aire estaba cargado de emociones. La revelación había transformado su comprensión de su propio ser y su propósito. Con una nueva determinación, Kalik miró a Huaáneri.

—Debemos restaurar Günatyz. Es lo que mi madre habría querido.

Huaáneri asintió, su mirada llena de amor y apoyo, no sabía cómo más consolar al chico que quería. Ahora tenían una guía, la verdad absoluta. Lo que sí tenían claro, era que al amanecer tenían que volver a Koyala para tomar apoyo y reconstruir el nuevo futuro, sin saber lo que encontrarían al llegar...

Hijo de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora