Capítulo 1.

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Capítulo 1.

Desde que inició la existencia del ser humano, se necesitó de alguien que asumiera el liderazgo para crear de cierta manera un orden y brindara la sensación de seguridad a la comunidad. Debía ser alguien alto, fuerte y con habilidades de cacería y estrategias. En un principio, se formaban peleas por el puesto de líder, para luego dar lugar a la civilización y pasar esta obligación de generación a generación.

Pero, ¿qué pasaría si el primogénito no fuera un varón, sino una mujer? La respuesta es clara; se llevaba a cabo el protocolo de casamiento. Sí, aquella heredera debía desposar al siguiente más fuerte y hábil de la comunidad para que este fuese quien tomara el lugar de líder. Tal es el caso de Huáneeri, princesa de la tribu Koyala.

Ella era la personificación de la misma luna, portaba gran belleza y bondad, su corazón parecía haber sido moldeado a mano y tallado a fuego, uno ardiente y valiente. Quien quiera que fuera el afortunado por tomar su mano, estaría lleno de dicha no solo por asumir un puesto importante en la comunidad, sino porque compartiría su vida al lado de una mujer perfecta en todos los sentidos de la palabra.

Lamentablemente para ella, no estaba de acuerdo con tener que desposar a alguien a quien seguramente no amaba, pero sabía que ese era su deber si quería que su amada comunidad siguiera bajo el cuidado y protección de alguien fuerte e inteligente, que fuese capaz de proveer a su pueblo todas sus necesidades. Se esforzaba a diario por comprender a sus padres y seguir con los protocolos que tuviese que seguir. Ser una princesa nativa traía sus beneficios pero también sus obligaciones y ella trataba de cumplir con cada objetivo de la mejor manera posible.

- Sé que no estás feliz por lo que está a punto de pasar. - decía su madre mientras la preparaba en compañía de otras mujeres de la misma comunidad.

En respuesta, Huáneeri solo pudo sonreírle a medias. Lo cierto es que no estaba feliz, hoy era el día en el que varios candidatos que estaban dispuestos a asumir el liderazgo, darían sus propuestas que serían tomadas en cuenta por Balaam, padre de la princesa y líder actual de la tribu Koyala.

- Se ve usted muy hermosa, princesa. - le halaga una servidora.

Ella sabía que se veía hermosa; adornada de las piedras preciosas naturales que fueron regalo de su padre. Su vestido fue tejido con la mejor lana y su largo cabello negro adornado con flores pequeñas. Sí, definitivamente se veía como la princesa que era. Su apariencia no debía demostrar más que el estatus al que pertenecía, pero ella prefería verse como una aldeana normal, más ahora que estaban en primavera y podía salir a recorrer la extensión del límite permitido. Incluso pensó en explorar por Sumbru, el bosque al norte de la aldea, pues era un lugar poco conocido para ella y eso le causaba gran curiosidad. Pero su posición actual no le permitía darse tal oportunidad, así que dejando de divagar vuelve a su realidad.

- ¿Cuánto falta para que podamos salir? - preguntó en su agonía, quería terminar con ese asunto lo más pronto posible.

- No te afanes, hija mía -la sonrisa de su madre no podía ser más grande-, después de todo, al final del día ya tendrás un compromiso pactado con el indicado.

- ¿Y si papá se equivoca de candidato? - preguntó y todas en ese momento se detuvieron asustadas, incluída su madre. - Lo siento, pero a mi mente viene el pensamiento de que quizá padre se equivoque y el próximo líder haga mal su trabajo.

- Calla esas palabras, llamarás a un mal augurio y jamás vuelvas a cuestionar las decisiones de tu padre. Él sabrá quién es mejor para gobernar y ser tu esposo, fin del tema.

No mencionó nada más, pero con el pasar de los minutos se empezó a sentir mal. Era triste y denigrante hasta cierto punto para ella el tener que someterse ante las órdenes de su padre para cumplir con un deber que la aislaba de toda autoridad. En su cabeza surgió la tentadora idea de huir, pues empezaba a darse cuenta que no estaba de acuerdo con sus circunstancias actuales y que no sería feliz con el destino que le deparaba. Ella se crió como la princesa que era y ahora tendría que esperar a ser desposada por un hombre a quién poco conocía y a quién no amaba. Pero por más que perteneciera a la familia líder, seguía siendo mujer, por lo que su papel sólo era servir como lazo de fortaleza. Así que sin más alternativas asistió al evento donde elegirían a su futuro esposo.

- Mi señor, he venido ante usted para brindarle mis respetos y gratitud, al permitirme estar frente a ustedes. - se inclinaba aquel muchacho, quién al parecer sería uno de los tantos candidatos para Balaam.

Este sólo asintió con la cabeza para darle paso al siguiente jóven. Huáneeri estaba sentada a su izquierda incómoda, con todo el traje oficial y con la situación. Su pose era recta y trataba de verse amable con todos, porque aunque no le pareciera aquel espectáculo, siempre debía portarse como una princesa y es que su corazón no le daba para mostrar gestos de indiferencia con aquellos que solo estaban cumpliendo con sus trabajos y roles.
Así fue transcurriendo el tiempo entre actividades, palabras, negociaciones y formalidades, hasta que llegó la hora de la cena y ahí fue donde ella aprovechó para escaparse al límite que conectaba a la tribu con el bosque, aquel lugar al que muchos tenían prohibido entrar. Ella más que nadie, pero solía hacerlo cuando quería aislarse de sus obligaciones como princesa Koyala.

Nunca había ido más allá del límite, porque sabía que el bosque guardaba muchos secretos y era testigo a diario de sucesos que solo pueden quedarse ahí. Enamorados, asesinos, prófugos, transformaciones y más; de ahí nada se escapa. Este bosque lo llamaban Sumbru, nombre que significa tétrico y sombrío, pues era conocido por su gran extensión, un lugar lleno de peligro, criaturas de todo tipo y misterios sin resolver. Debido al temor que se tenía hacia este bosque y lo que pudiera haber en él, eran pocos los aldeanos que se aventuraban a entrar. Las rutas de comercio en el sur eran los caminos principales hacia la aldea, no había necesidad de explorar más allá. Historias de todo tipo abundaban en el territorio sobre las criaturas que existían en las profundidades de Sumbru. Algunos decían que existían lobos gigantes, otros decían que los espíritus deambulaban por las noches o que incluso los demonios gobernaban en ese lugar.

Pero por alguna razón esta vez se perdió demasiado en sus pensamientos, no se dió cuenta de que se estaba adentrando cada vez más a las profundidades de Sumbru con la esperanza de recorrer lo más que pudiera antes de que su padre notara su ausencia y la buscase por todos lados con los guardias. Ya el sol se estaba poniendo y la luna hacía acto de presencia. Las noches son frías, por lo que debía darse prisa si no quería quedarse atrapada en la plenitud de la oscuridad.

Al no tener mucha información sobre Sumbru, temía por su seguridad en todo momento. Y su temor solo aumentaba a medida que los últimos rayos del sol se desvanecían. La solución más lógica sería devolverse al calor y comodidad de su tribu pero no podía. Algo la llamaba a ese sitio del que ella ni siquiera tenía conocimiento, tan solo se estaba dejando llevar, pero de su corazón nacía una necesidad inherente de seguir avanzando o solo era mera curiosidad por conocer lo desconocido.

Su propia respiración y el sonido de sus botas era lo único que escuchaba. Pensaba que un bosque como ese sería más ruidoso pero no, todo estaba en un pulcro y abrumador silencio. Empezaba a asustarse pero ella seguía avanzando.

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Al final de cada capítulo, pondremos el significado de cada personaje que vaya apareciendo para el correcto entendimiento del lector.

Huáaneri: luz de luna.
Balaam: Jaguar, brujo.

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Hijo de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora