Capítulo 31.

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—Yo era sacerdote en el templo de Günatyz. —inició sin mirarlos. Se concentraba en el fuego que parecía querer acompañarlo en su relato con movimientos descriptivos. —Cuando todo se derrumbó, sentí que era mi deber quedarme. No podía abandonar este lugar, no podía dejar que la memoria de nuestra gente se desvaneciera por completo. Así que me quedé, para honrar a los muertos y cuidar lo poco que quedó.

Huaáneri sintió una oleada de compasión por Tareq. La devoción y la tristeza en su voz eran innegables.

—Nosotros venimos buscando respuestas. Mi nombre es Huaáneri, y él es Kalik. Estamos tratando de entender lo que pasó aquí, y de encontrar nuestro lugar en esta historia.

Tareq los miró con una mezcla de curiosidad y esperanza.

—Entonces, tal vez el destino los haya traído aquí. Hay muchas historias enterradas en estas ruinas, historias que pueden ayudarles a comprender. Puedo guiarlos y mostrarles lo que sé. Pero antes, necesitan descansar. La noche caerá pronto, y este lugar puede ser peligroso.

Huaáneri asintió, sintiendo que podían confiar en Tareq. —Está bien. Gracias por tu hospitalidad.

(•••)

Ya el alba se asomaba, los rayos del sol empezaban a colarse por entre las ramas, dándole claridad al sitio en donde se encontraban descansando. Kalik fue quien primero se despertó al escuchar ruidos cerca. Se levantó y verificó que la princesa estuviera bien. Se encontraba dormida aún. No quería despertarla porque seguramente se sentía cansada luego del viaje que hicieron. Miró al otro lado y se dio cuenta de que Tareq no estaba, lo que le alertó.

Se levantó y caminó un poco alrededor, le llegaba el aroma de algo siendo asado. Se acercó hasta donde vio el humo y ahí estaba el anciano, parecía que cocinaba.

—Oh, buen día. —saludó Tareq en cuanto se dio cuenta de que alguien lo observaba.

—Buen día. —correspondió el joven. —¿Qué está haciendo? —preguntó curioso.

—Estoy preparando algo para que comamos, luego iremos a un lugar para que conozcan. —respondió volviendo a concentrarse en su tarea. —¿Y la chica?

—Sigue durmiendo, está algo cansada.

Tareq asintió, su rostro sereno mientras giraba la comida sobre el fuego. —Es comprensible. Estos viajes pueden ser agotadores, tanto física como emocionalmente.

Kalik observó cómo Tareq cocinaba, admirando la destreza y la calma con la que manejaba las tareas cotidianas. Había algo profundamente reconfortante en su presencia, una sabiduría tranquila que parecía emanar de cada uno de sus movimientos.

—¿Qué es ese lugar al que vamos? —preguntó Kalik, intentando anticiparse a lo que les esperaba.

Tareq levantó la vista y esbozó una sonrisa enigmática.

—Es un lugar especial. Algo que he cuidado durante todos estos años. Creo que encontrarán allí parte de las respuestas que buscan.

Kalik asintió, aceptando la ambigüedad de la respuesta. Sabía que no tenía sentido presionar más al anciano en ese momento. En cambio, se concentró en disfrutar del aroma de la comida que pronto llenarían sus estómagos vacíos.

Poco después, Huaáneri se despertó, estirándose perezosamente antes de darse cuenta de que Kalik y Tareq ya estaban despiertos. Se levantó y se acercó a ellos, sonriendo al ver la comida preparada.

Hijo de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora