Capítulo 38

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Narra Dann:

—¿Sigues con náuseas y mareos?... Tiana me platicó un poco sobre tu estado.

—Sí, también cansada —dejó de dibujar y miró el dibujo—; es muy raro.... sí no fuera porque nunca he estado con alguien y no he tenido novio, pensaría otra cosa.

—¿Qué me dices de Adrien?

—¿Qué? —enseguida volteó a verme y puso su mirada en mí torso, recordando lo de los ojos.

—Yo escuché el tema del beso, pero también supe que estabas sola con él en su habitación cuando llegamos de la fiesta. Estuviste con él en su tiempo de celo —soltó una risa que más bien sonó nerviosa por mis palabras.

—¿De celo? —dijo entre risas nerviosas—; ¡no me vengas a decir eso ahora!... ¡yo no sabía que él estaba en esa condición! —se excusó—, al menos tiene sentido el por qué la reacción suya de esa manera y gracias al cielo .... ¡no pasó nada de lo que está pasando por tu cochina mente!

—Tú tampoco eres tan inocente, sí entendiste a lo qué me referí.

—Ay, cállate... no sé por qué estoy hablando ese tema contigo. Sí aunque te diga no pasó nada, vas a decir que sí.

—Sólo quería saber, porque tus síntomas me hacen pensar otra cosa —rió por mis palabras.

—Ni que fuera posible quedar embarazada por un beso. Entre Adrien y yo, no pasó nada, tampoco con alguien más.... todo parece ser efecto secundario de un medicamento que recibí tras el golpe que me dí entrenando.

—Sí... eso parece —di unos pasos al frente mirando el dibujo en la libreta—; ¿Félix te pidió dibujar a ese amigo imaginario? —afirmó con la cabeza.

—Tengo sueño pero no he terminado de hacer los bocetos. Ninguno me sale, no soy buena dibujando.

—Yo sí —respondí, me miró pero sin hacerlo a los ojos, porque sabe lo qué sucede sí lo intenta—. Duerme y yo hago los dibujos.

—El juego de novios ya terminó, no muestres ayuda conmigo —le di una mirada rara, ¿cuál juego de novios? oh, ese... ya recordaba.

—¿Quieres beber algo?... ¿chocolate, leche, té un jugo?....

—Agua estaría bien.

—¿Puedo ver los bocetos? —me dió el cuaderno.

—¡Ala!... —expresé, no sabía sí reír o asustarme—; ¿segura qué ese es el amigo imaginario o sólo una bola de tumor?...

—No soy buena dibujando, pero es así como luce. No es un tumor, míralo como una mancha deforme con ojos y ya —sonreí.

—¿Hace cuánto qué viste eso?

—Cuando era niña, tenía once años. Fue en el jardín de las rosas, desde ahí siempre lo he visto —dejé de ver el dibujo y la miré, ella apartó rápido la mirada de mí.

—¿Siempre?

—Miento, no siempre, hubo casi un año sin hacerlo.

—¿Y ahora lo has visto?... aquí, en este lugar.... —después de unos segundos asintió.

—En un sueño....

—¿En un sueño?

—Sí, en un sueño.... soñé que estaba quedándome en la habitación de un chico, pensé que ese chico era el hombre de camembert, había una cortina entre las dos camas, no iba a poder verlo. Quise ver al muchacho en esa cama y él se apareció, entonces....

—¿Entonces?...

—Él me besó.

—¡¿El monstruo te besó?!... digo, ¿el amigo imaginario te besó?

—Sí, en un sueño. Sólo fue un sueño. Pero... —miró al frente, recordando—; no lo hizo en su forma de mancha, en el sueño él tenía la forma de un humano; sus ojos tenían esa intensidad de siempre, era cómo por fin ver su físico, conocer incluso la forma de sus labios... —se salió de ese trance y bajó la mirada al escritorio—; y era un sueño.

Junté las cejas, ay no podía ser posible.

Creo que no debí dejar de venir. Debí estar aquí con ella.

—Voy... por tu agua —asintió y le dejé el cuaderno en el escritorio.

Desde niña, el amigo imaginario. No podía sacarme eso de la mente.

Cuando fui a la cafetería para llenarle un vaso con agua. Félix entró. Le di una mirada molesta y rara.

—¿Te hiciste pasar por el amigo imaginario de esa chica?... ¡¿desde qué era una niña?!... ¡estás enfermo Félix!...

Él abrió más los ojos, sorprendido por mis palabras.

—¿Lo viste por intruso en sus recuerdos o ella habló contigo?...

—¿Siempre le mentiste qué eras su amigo imaginario o es una mentira reciente?

—Cómo verás, se me está complicando —dijo, como sí nada. Yo acabé de llenar el vaso, ya que no lo hice por estar pensando en las puercadas de este idiota—; Adrien se parece —apreté mi boca, no podía soltar unas palabrotas, estúpido Félix—; pensé hacerle creer que él, era yo, por la apariencia, ya sabes... Marinette le tomó cariño a ese amigo imaginario, pero, puede 0diarlo también.

—¿Y no quieres qué lo odie?... ¿no quieres qué te odie en tu versión de amigo imaginario para ella?...

—A veces no siento culpa.

—¡Nunca sientes culpa de tus actos! —le eché en cara—; ¡estás mal de la cabeza!... m4ldito psicópata... ¿qué necesitas de ella?... ¿qué te suba el ego?... ¿te ponga en un pedestal de Dios?...

—Igual tarde o temprano terminará 0di4ndo esa versión mía de amigo imaginario.

Ya se iba, después de haber agarrado una galleta con chispas de chocolate.

Miré la galleta. Desde que tengo memoria, Félix siempre ha amado esas galletas.

—Y la besaste... ¿entonces te gusta? —se detuvo y sin mirarme, respondió.

—Me guste o no, no es tu problema. Mis asuntos amorosos no son de tu interés. Y ese beso fue antes de todo esto, antes de que ella estuviera embarazada —terminó de decirlo y se alejó.

Negué con la cabeza, mirándolo con odio.

—Claro, antes de que la dañarás... cobarde, eso es lo qué eres.... un cobarde  —sentí la mandíbula tensa y tuve ganas de golpearlo.

JUEGO DEL MONSTRUO (en proceso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora