CAPÍTULO 11

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¿Cuánta influencia podría adquirir una sencilla y llana fotografía? La suficiente para desencadenar la residencia indefinida en el infierno de un alma que ha sido torturada por años. Un hombre, autoproclamado demonio, se sentenció al averno que él creo para sí mismo por una simple imagen bidimensional sin calor y sin emociones.

"Demonio", una palabra tan ambigua, pero de gran fuerza astral. Un concepto utilizado por siglos para crear terror y tratar de llevar a la humanidad por el buen camino. La oposición de un Dios. Un ser sobrenatural que en diversas creencias y religiones encarna y representa el mal. Un adjetivo o un seudónimo.

Y, para Franco, una alegoría. Pero, ¿derivada de qué? De la desestimación, del egocentrismo o del sentimentalismo. Cualquier respuesta sería un simple tecnicismo, ya que existía un motivo sin importar el significado, la raíz o el objetivo: Ira. El sentimiento más vil y corrosivo. En particular, el rencor de una amada hermana.

Franco consiguió vivir entre la civilización, incluso creyéndose un ser malvado por haber abandonado a su luna, porque aún conservaba fe. Esa clase de esperanza que únicamente te puede dar el amor en cualquiera de sus presentaciones. Sin embargo, tras leer el reverso de la fotografía, había perdido todo.

Cada día abría los ojos con el temor de estar siendo odiado por su hermana, y al parecer, sí había ocurrido. O tal vez no...

No existía certeza alguna de que la chica de la fotografía fuese su hermana, pese a que era demasiado similar a él. Por otra parte, si era ella, la fotografiaron muchos años atrás y podía ya no estar con vida. Y si lo estaba, indudablemente su existencia estaría siendo miserable.

La incertidumbre y la pena, que fuese ella o que estuviese muerta, estableció un infinito agujero en el sitio donde se expandían sus pulmones y latía su corazón. Era un vacío de lo más ruin y doloroso. Cada hálito incrementaba esa brecha hasta que respirar se volvió una tarea lacerante. Quería llorar su gran suplicio, pero no podía. Las lágrimas se quedaban atascadas detrás de sus ojos y el llanto atorado en su garganta. Su castigo era vivirlo y sufrirlo en silencio.

Por ende, la comida con los Di Santis estaba siendo una real tortura para él. En cuanto el reloj marcó el medio día, Benedetto le había llamado para casi suplicarle que los acompañara ese día a comer. No parecía que su protector estuviera sufriendo ningún tipo de consecuencias por todo el alcohol ingerido esa misma madrugada. Y Franco no pudo negarse, porque tenían asuntos que tratar, como encontrar la mejor iglesia y el mejor banquete de bodas del año. Sin embargo, hubiese preferido quedarse en su ático y auto lesionarse internamente en soledad.

Como acompañante, Franco llevó a un invitado especial a esa reunión: Hades.

El dóberman comía en dos recipientes de plata junto a su dueño, sin hacer el habitual ruido que un perro haría al masticar carne a medio cocer o al tomar agua de manantial. Sí, Hades también poseía una educación admirable. Hasta hacía menos escándalo que Liandro a la hora de comer.

Mientras los Di Santis saboreaban sus alimentos en silencio, Franco observó a cada uno de ellos, degustando discretamente su delicioso filete Waygu. Por lo regular, disfrutaba de la distribución de los lugares, en especial cuando Liandro y sus hijos también comían con él.

Debía esperarse que el menor de los Di Santis ocupara una de las cabeceras de la mesa al otro extremo del sitio de Benedetto, pero no. Desde que Franco cumplió veintidós años invadió el lugar que le correspondía a Liandro. Qué exquisita manera de enseñarle que las humillaciones que le hizo le cobrarían factura de por vida. Con todo esto, a Liandro no le quedó otra opción más que acatar las órdenes de su hermano mayor y sentarse a un lado de Franco.

El otro sitio al costado de Casiraghi le pertenecía a Giulio (aunque ese día castigó a Franco con su inasistencia), y los dos, a su modo, siempre se divertían de Liandro. Eso conseguía que el menor de los Di Santis y sus hijos siempre estuvieran de mal humor durante las cenas o comidas. Una situación que siempre le provocó placer a Jean Franco.

EL DEMONIO DE FLORENCIA "ℰ𝓁 𝒽ℴ𝓂𝒷𝓇ℯ 𝒹ℯ𝓉𝓇𝒶́𝓈 𝒹ℯ 𝓁𝒶 𝓂𝒶𝒻𝒾𝒶"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora