EL DEMONIO DE FLORENCIA "ℰ𝓁 𝒽ℴ𝓂𝒷𝓇ℯ 𝒹ℯ𝓉𝓇𝒶́𝓈 𝒹ℯ 𝓁𝒶 𝓂𝒶𝒻𝒾𝒶"

TERCERA PARTE: CAPÍTULO 33

TERCERA PARTE

SI SE SABOREA EL PECADO ANTES DE SER EJECUTADO, NO CABE EL ARREPENTIMIENTO

Con el paso del tiempo, se ha fichado el amor hasta en catorce clases. Pero, existen ideologías helenas, en especial de dos filósofos de nombres Platón y Aristóteles, que nos hablan acerca de los cuatro tipos de amor fundamentales.

Según los griegos, el amor es el sentimiento responsable de muchas de nuestras decisiones, acciones y estados de ánimo. Por esta razón, se propusieron cuatro clasificaciones de amor, con la finalidad de explicar este sentimiento tan complejo que todos experimentamos. Son Eros, Storgé, Philia y Ágape estos amores esenciales.

Eros representa el amor pasional y erótico. Este tipo de amor se caracteriza por experimentar la atracción física, sexual e instintiva. En la mitología griega, Eros es el Dios que simboliza el amor romántico y pasional. Esta clase de sentimiento, al ser altamente impulsivo y carnal, suele llevar a las infidelidades.

Storgé es un amor que implica tiempo, un periodo que las personas requieren para conocerse y así poder llegar a comprometerse. En oposición de Eros, este no es pasional ni impulsivo. Los griegos clasifican este amor como fraternal, amistoso y comprometido.

Se denomina Philia al amor que existe entre amigos o el amor al prójimo. Se expresa a través del respeto, solidaridad, cooperación y compañerismo. Y se piensa que es uno de los amores más bonitos. Es identificado por ser desinteresado y no involucra un amor pasional ni atracción sexual.

Por último, los helénicos denominaron como Ágape al amor más puro e incondicional que existe. Ese que nutre, es generoso y cuya prioridad es el ser amado. Este sentimiento no busca placer propio, al contrario, encuentra satisfacción al dar amor. Por ello, se considera un amor sensible, tierno, cuidadoso y amable.

Si bien, en la actualidad todos parecemos añorar el amor romántico que surgió al mismo tiempo que las novelas literarias, la mayoría carecemos de la habilidad para comprender que existe un sentimiento no pasajero, y que hay muchas otras formas de amar. Preocupados por obtener un amor novelesco, nos arriesgamos a ignorar otros tipos de amor que son más estables y accesibles y que podrían, especialmente a largo plazo, demostrar ser más satisfactorios.

Jean Franco Casiraghi, por el contrario de la mayoría, siempre ignoró la construcción moderna del amor y prefirió vivir resguardado en los sentimientos puros que albergaba por su hermana. Un afecto que se fortaleció gracias a un compañero que se le unió en el camino. Vittoria, lamentablemente, sufrió las consecuencias.

Por otra parte, pese a lo extraordinario que era este sentimiento sin importar cuál de los cuatro tipos fuera, venía con una adición poco agradable: miedo. Era aterrador pensar en perder a esa persona a la que amas. Te provoca ansiedad, escalofríos, vértigo y una helada sensación en la sangre que consigue paralizarte.

Gracias a este motivo, Franco no quería abrir los ojos. Aunque ya no estaba bajo el influjo de ese trastorno llamado desrealización, y era completamente conocedor de su estado cuerdo, tenía miedo. Le aterraba descubrir que el evento más próximo que recordaba hubiese sido solo un sueño. Rememoraba haber descubierto a su hermana llorando de pena en una esquina. Y no olvidaba que, por fin, después de mucho tiempo, pudo tocarla, abrazarla, tomarla en brazos y velar su sueño. No obstante, en el transcurso de cuidar sus temores mientras dormía, él también cedió al cansancio. En ese periodo de tiempo pudo haberla perdido o, en su defecto, tal vez solo haberla imaginado como un evento quimérico.

Ignorando ese cruel vacío en la boca del estómago, se decidió por fin a abrir los ojos. Puesto que el otro lado de la cama lo encontró desocupado, tuvo náuseas y un terrible escalofrío le erizó el vello de la nuca.