El foso sufrió las consecuencias de un hombre frustrado, impotente y con el corazón en proceso de dejar de latir.
Después de que Giulio se deshizo de los tres hombres que pidió Franco, regresó al foso y desquitó todas sus amargas emociones en un costal de boxeo que no le duró lo suficiente. No satisfecho con eso, se terminó las balas de salva en las tablas del tiro al blanco y acabó con el saco de repuesto. El huracán Giulio arrasaba con todo a su paso. Incluso, se abrió la piel de los nudillos, la cual apenas estaba en recuperación por su ataque de ira en la cocina del ático.
Cada fibra interna y externa vibraban por liberar todo ese cumulo de sensaciones que le ocasionaron dolor en todas las extremidades. Amar no era tan bonito, después de todo. Se consumía por dentro, preso de un odio irracional.
Extrañamente, cuando dejó de estar al cuidado de su ángel, la escena de Franco muerto en la villa Casiraghi se convirtió en una pesadilla recurrente que lo despertaba con sensación de asfixia y de soledad. Él era un hombre que reclamaba venganza a base de violencia. Su cuerpo funcionaría siempre así. Y el hecho de haberse reprimido por tanto tiempo le estaba cobrando costosas facturas.
Aunado a eso, la imagen de Isis y de aquel beso lo torturaba por horas, llevándolo casi al punto de quiebre. Un destino que jamás se vio tan próximo de alcanzar, hasta esos momentos.
Y ahora, en espera de un miserable que participó en la labor de fracturar un alma noble, no pensaba en nada más que en asesinarlo. Y también quería provocarle dolor. El mismo sufrimiento que sufrió Isis y que atestiguó él por todos esos días.
Sabía que quitarle la vida a ese monstruo no sería suficiente, que no lo liberaría de todo ese suplicio. Nunca lo hacía. Matar nunca era la solución. El veneno en sus venas solo correría con más vigor. Así fue todo el tiempo.
Nunca logró dejar de odiar a sus padres, pese a que intentaba imaginar sus rostros en cada hombre al que disfrutaba quitarles la vida. No había manera de curarse de una infección en el alma. O sí, pero no iba a perdonarlos. Redimirlos ocasionaría que los extrañara, y no merecían nada noble de su parte. Así que, aunque asesinar fuese contraproducente, por un periodo corto y turbio él no era un huérfano abandonado y humillado cuando lo hacía. Él también poseía crueles demonios. Criaturas oscuras que encontraron compañía en otras igual de protervas dentro del alma rota de un hermano no consanguíneo.
—Marchetti —gritó Fabio, deteniendo el puño de Giulio a medio camino de terminar con el saco de boxeo.
Giulio sujetó el costal víctima de su furia y lo estabilizó para que no siguiera balanceándose. Entonces, con la respiración agitada, el pecho subiéndole y bajándole bruscamente, y el cuerpo empapado en sudor, se giró en dirección a su compañero. Le encontró al pie de las escaleras del foso, luciendo un tanto perturbado; también sufría con la situación de Isis.
Verlo le provocó una sensación amarga. Fabio había estado con Isis todos esos días, mientras que él se dedicó a tratar de dejar de quererla. Aunque ya no acudió a ninguna mujer ni botellas de licor, lo había hecho de una manera mucho peor, para ser honestos.
Por esa razón, Giulio pensó en que Fabio probablemente pudo lograr cautivar el corazón de un ángel, ocasionando que lo olvidara a él. Isis no volvió a mandarle mensajes desde el martes en la noche. Y es que él no respondió a ninguno de ellos.
Bajó de un salto del cuadrilátero y caminó con la espalda y hombros erguidos en su totalidad, mostrándole a Fabio que esos días de ejercicio le habían aumentado un poco su masa muscular.
Fabio, por su parte, no solo se dio cuenta del mejorado estado físico de Giulio mientras caminaba hacia él. Descubrió una especie de plástico delgado y transparente cubriéndole el pectoral derecho y gran parte de la clavícula. Una fina superficie transparente que se notaba manchada de lo que parecía ser tinta negra.
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EL DEMONIO DE FLORENCIA "ℰ𝓁 𝒽ℴ𝓂𝒷𝓇ℯ 𝒹ℯ𝓉𝓇𝒶́𝓈 𝒹ℯ 𝓁𝒶 𝓂𝒶𝒻𝒾𝒶"
AksiyonDe niño soñaba con llevar una brillante y blanca armadura. La vida lo obligó a portar la más letal y oscura. ******* Jean Franco es un hombre naturalmente soberbio. Utiliza su prodigiosa mente, su encanto nat...